XXIII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Introducción a la semana
Después de subrayar la primacía de Cristo sobre toda criatura, la carta a los
Colosenses afirma la necesidad de soportar sus sufrimientos para que la
predicación del Evangelio pueda dar fruto abundante. Ese es el camino que
recorrió Él, y es también el que han de recorrer sus mensajeros. El texto
menciona la predicacin del “misterio” escondido en Dios y revelado ahora: se
trata del designio divino de salvación universal, incluyendo a los pueblos
paganos; novedad que se ha hecho patente en la entrega de Cristo por todos.
Esto compromete también a todos a vivir como vivió él, despojados de todo lo
viejo, poniendo el corazn en “los bienes de arriba” -los que permanecen para
siempre-, presididos por el amor fraterno, creador de una gozosa y fecunda vida
comunitaria.
Comienza el viernes la carta primera a Timoteo, el fiel colaborador de Pablo, a
quien el Apóstol recuerda el gran don del ministerio pastoral, que él mismo ha
recibido sin ningún mérito propio: en él se proclama que Jesús vino para salvar a
los pecadores.
El evangelio continúa hablándonos de ese Hijo del hombre que es “seor del
sábado”: no esclavo de esa institucin, sino dueo de su pleno sentido, siempre
favorable al ser humano. Elige a sus colaboradores más íntimos después de una
noche de oración, porque la tarea de esos elegidos va a ser muy delicada y
ardua. Y habla a la gente en el “sermn de la llanura” (réplica, más breve y más
directa, del “sermn del monte” de Mateo); en él establece la novedad de los
sentimientos, de las palabras y de las acciones que caracterizan a los ciudadanos
del reino: el amor a los enemigos, la bendición, la no violencia, la compasión. Lo
que ha de regir la vida del ser humano es la bondad de su corazón y el
fundamento más sólido de la vida del creyente es poner en práctica las palabras
de Jesús.
Unidos al corazón del Hijo, celebramos el cumpleaños de su Madre (la Natividad
de la Virgen, fiesta principal de muchas advocaciones marianas), felicitándola
por haber vivido siempre para Dios y felicitándonos por ser ella nuestro consuelo
y nuestra esperanza mientras caminamos poco a poco a su encuentro.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org