XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
PROFETAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
El excesivo protagonismo del que goza hoy el sacerdote dentro del mundillo
eclesial, no creo que sea demasiado favorable para la vida cristiana. Mis queridos
jóvenes lectores, soy presbítero desde hace muchos años, escogí serlo y me
aceptaron. Empecé a ejercer el ministerio al día siguiente de cumplir 23 años. Tal
vez os parezca una imprudencia siendo tan joven, para mí ha sido un gran reto y
una aventura apasionante. El hombre es el único animal capaz de comprometerse,
y esta es una de sus glorias, pese a que no figure en su código genético. Ahora
bien, así como para ser presbítero es preciso recibir el sacramento del orden, el
profetismo es una vocación consecuencia directa del bautismo y la confirmación.
El lenguaje corriente imagina que profeta es aquel que anuncia calamidades y se
cumplen. A un tal sujeto, se le debería llamar vaticinador. Profeta es aquel que
empapado de Evangelio, es capaz de traducirlo a la realidad actual y a su entorno.
Porque el evangelio que leemos se escribió hace siglos en un país lejano,
desconocedor de fábricas, universidades y campos de deportes, por citar ejemplos.
Es preciso haber meditado lo aprendido, haberse examinado personalmente,
tratando de corregirse uno mismo y después pensar también ¿qué veo entre los
míos que sea contrario a lo que Dios ha revelado?
En la Biblia se lee que no hay que desear el borrico del prójimo y al leerlo te dará
risa, si te lo tomas al pie de la letra. Pero si lo piensas traduciéndolo, sabrás darte
cuenta de que tu lo que envidias es el vehículo de tu compañero. Que puede ser un
coche que no necesitas, una mountain bike que no te hace falta, un teléfono móvil
de último modelo o gastarte dinero en sofisticados refrescos caros, cuando lo que
sacia la sed es el agua pura.
Leerás que robar no está bien, pero si recapacitas, te darás cuenta de que las luces
que dejas encendidas sin necesidad, abrir el grifo de agua caliente que para nada
precisas, el papel de celulosa que para cualquier menester tomas y tiras, resulta ser
un robo a tantos que hoy en nuestro planeta, carecen de agua limpia, no tienen
energía suficiente para iluminar sus hospitales. Protestas de la masiva
deforestación de las selvas tropicales, pulmones de la humanidad las llamamos, y
tiras muebles porque ya no están de moda o estanterías porque te gusta otro
modelo. Descendiendo a un terreno más serio, el de la droga, las que están
permitidas o las que no lo están. Os pongo un ejemplo. Hace 32 años reflexionaba
qué significarían las palabras de Jesús: estos demonios solo se expulsan con el
ayuno y la oración. Sabía lo que era rezar, pero, ¿de qué debía ayunar? Me pareció
entender que para mí significaba abstenerme del tabaco y lo puse en práctica y me
ha servido la decisión para ahorrar gastos, mejorar mi salud, poder ser más
generoso y explicarla a otros.
Me he extendido en ejemplos concretos. El evangelio habla de comportamientos
individuales, de aquí lo que contaba. He querido situaros en circunstancias en que
deberéis avisar en particular a un amigo, diciéndole que es egoísta, que huye
cuando le tocaría pagar, que no ayuda a los compañeros facilitándoles sus apuntes,
que nunca presta su cámara fotográfica etc. O que consume bebidas alcohólicas, o
que gasta en excesivo, adquiriendo modelitos para presumir.
Cuesta avisar, tememos reacciones adversas, pero hacerlo es ser fieles a las
enseñanzas del Maestro. No temáis, tampoco lo hagáis desengañados o con
grosería. Rezad primero. Pedid ayuda a compañeros…
Si todas estas medidas no surten efecto, es entonces cuando llega el momento de
la denuncia pública profética, hecha con valentía, para que se convierta, para que la
Iglesia por su cambio personal, mejore. Si se declara en rebeldía, solo entonces, es
el momento de que lo excluyáis de vuestros equipos evangelizadores o de ONGs
solidarias, por mucho que os sintáis incómodos al decírselo. La tolerancia por puro
miedo o pereza, implica egoísmo y despreocupación por la santidad de la Iglesia,
Esposa de Jesucristo y Santa Madre nuestra.
Padre Pedrojosé Ynaraja