III V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A
ACCIÓN DE LOS CRISTIANOS
“Vosotros sois la sal de la tierra, la luz del mundo” (evangelio).
1. La sal es necesaria para que las comidas tengan sabor. Si la sal se vuelve sosa,
ya no aporta nada. Los oyentes de Jesús conocían los montones de sal junto al mar
Muerto que no servían para condimentar y eran pisoteados sin ninguna
consideración por los transeúntes. Nos hacemos cristianos por el bautismo. Un
compromiso para tratar de vivir recreando la conducta de Jesucristo que fue capaz
de vivir y de morir por amor a los demás. Esa conducta es lo que da sabor o
sentido humano a nuestra convivencia social. Si los cristianos abandonamos el
empeño por llevar y ofrecer esa conducta, seremos ante los demás como la sal
insípida. Los otros nos verán como cristianos porque damos esa impresión por
nuestras prácticas religiosas, pero lógicamente nos despreciarán porque no
aportamos lo que debemos aportar: la preocupación y el empeño incondicional para
que todos puedan vivir como personas.
2. “Vosotros sois la luz del mundo”. No quiere decir que los cristianos seamos
mejores que lo demás. Sencillamente quiere decir: si vosotros tratáis de vivir el
Evangelio con seriedad y honradez, ilumináis a los otros. Para iluminar la luz no
debe hacer otra cosa que ser luz. Porque todos los seres humanos estamos
animados por el Espíritu y de algún modo recibimos el eco de la Palabra, muchas
personas incluso alejadas del cristianismo, pueden ser luz para los demás. Pero los
cristianos en la medida en que seamos fieles a nuestra vocación –recreando la
conducta de Jesucristo– somos auténticos evangelizadores. No es cuestión de hacer
proselitismo buscando engrosar las filas de católicos, sino de ofrecer en la propia
conducta el evangelio viviente.
3. “Como una ciudad puesta en lo alto”. Una ciudad a la vista de todos. Como la luz
que disipa las tinieblas. Quiere decir que los cristianos debemos salir del anonimato.
No estoy sugiriendo una posición triunfalista ni de dominio sobre nadie, sino una
manifestación social clara y convincente. Y hoy sólo son creíbles y convencen “las
buenas obras”. Las obras que Jesús hizo: curar enfermos, defender a los pobres,
combatir a los demonios o fuerzas del mal que tiran a las personas por los suelos.
Los cristianos debemos actuar de forma que, al ver nuestra conducta, la gente
piense que merece la pena creer en el evangelio y ponerlo en práctica.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net