Domingo 11 de Septiembre de 2011
Eclesiástico 27,33-28,9
El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se
vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu
prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre
guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su
semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira,
¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte
y corrupción, y guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te
enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.
Salmo responsorial: 102
R/ El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre. / Bendice,
alma mía, al Señor, / y no olvides su beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas / y cura todas tus enfermedades; / él rescata tu
vida de la fosa / y te colma de gracia y de ternura. R.
No está siempre acusando / ni guarda rencor perpetuo; / no nos trata como
merecen nuestros pecados / ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, / se levanta su bondad sobre sus
fieles; / como dista el oriente del ocaso, / así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
Romanos 14,7-9
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí
mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en
la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser
Señor de vivos y muertos.
Mateo 18,21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi
hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso
ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno
que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo
vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El
empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y
te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar,
perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus
compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
"Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba
diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió
en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido,
quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el
señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque
me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo
tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que
pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de
corazón a su hermano."
COMENTARIOS
ECLESIÁSTICO. El libro de Ben Sira , compuesto alrededor del siglo
segundo antes de la era cristiana, proporciona una serie de orientaciones éticas y
morales para garantizar la madurez de la persona y la convivencia social. Estamos
ante una obra de profundo contenido teológico. El autor, Ben Sira, señala al
pecador como poseedor de la ira y el furor que conduce a la venganza. Y esta
venganza se volverá contra el vengativo. Por eso el único camino que queda es el
camino del perdón. También aquí aparece la reciprocidad entre perdonar y obtener
perdón. No se puede aspirar al perdón por los pecados cometidos si no se está
dispuesto a perdonar a los otros. Tener la mirada fija en los mandamientos de la
alianza garantiza la comprensión y la tolerancia en la vida comunitaria. Como
vemos, ya desde el siglo II A.C. se plantea este tema de profundo sabor evangélico.
EVANGELIO . Seguimos escuchando al MAESTRO en torno a la vida de
comunidad.
Pedro conoce bien la ley y sabe que tiene que perdonar; pero tiene una
concepción “cuantitativa” del perdón, y por eso pregunta: “Si mi hermano me sigue
ofendiendo ¿cuántas veces tengo que perdonar?” Sospecha que hasta en el perdón
tiene que haber un límite, que hay que fijar para saber a qué atenerse; y habrá que
ver en cada caso.
Como tantas veces, Jesús responde a la pregunta de Pedro con una historia
que suena a insensatez. Miles de millones. Es ridículo decir “ten paciencia conmigo
que te lo pagaré todo”.
Y ahí viene la respuesta sorprendente del rey; ir más allá de lo razonable y
esperado: la amnistía total. El rey renuncia al rigorismo de la ley basada en la
equivalencia, o el castigo ejemplar.
El perdón de Dios está indisolublemente unido al perdón de los
hermanos. Por eso es esencial la segunda parte de la parábola; el deudor
perdonado exige inmisericordemente la justicia de la ley. Era un hombre endurecido
y siguió siéndolo. Su compañero no era sino alguien con el que pensaba cerrar un
negocio. Si se hubiera sentido perdonado , como el pródigo, podría haber
perdonado. Esa es la enseñanza permanente que nos transmite la Palabra de Dios.
El porqué y el cómo no puede ser otro que la experiencia de haber sido
perdonado. Experimentar el perdón como una gracia, como un don de Dios, se
convierte en fuente de perdón sin contabilidades, no solamente siete veces, sino
setenta veces siete; es decir, siempre.
El perdón, necesario para construir una tierra nueva, no se puede imponer ni
exigir; pertenece al orden del corazón (tener com-pasión); se recibe y se ofrece;
tiene que brotar de un corazón que ha experimentado el amor sin medida de Dios y
entra a participar de la gratuidad del amor de Dios del que es signo y señal.
Juan Alarcón, s.j.