Domingo XXIV del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
PASAR DE AGACHE
El Ben Sira (Eclesiástico) fue escrito en hebreo en Jerusalén alrededor del 190-180
a.C, unos cincuenta años más tarde fue traducido al griego en Egipto para los
judíos que estaban asentados allí. Desde la época de San Cipriano, muerto en el
258 y hasta hace poco el libro se llamó Eclesiástico (libro de la Iglesia) porque fue
utilizado para instruir a los iniciados en la fe. La lección de hoy es sobre el perdón.
La última frase de la primera lectura podría traducirse más de acuerdo a los
sentimientos de Yahvé así: “Acuérdate de tu gran Alianza Seor (el perdn), y pasa
de largo las ofensas” (Eclo 28,7).
Esta frase enraizada en el corazón podría convertirnos al amor de Dios.
En una frase anterior la sabiduría de Jesús Ben Sira ha dicho: “Recuerda los
mandamientos y no te enojes con tu prjimo” (Eclo 28,7) y el libro del Levítico
repetía con toda fuerza: “Ama a tu prjimo como a ti mismo” (Lv 19,17). Pasar de
largo, pasar de agache las ofensas, es una definición más actualizada de perdón.
Una herida física se guarda bajo una cicatriz pero la piel ya no será nueva; para
una herida moral ocurre lo mismo, en casos graves nos puede marcar para toda la
vida, todos tenemos ejemplos personales, familiares o profesionales, nada puede
limpiar una calumnia porque es imposible tener tanto poder para borrar un daño
pasado.
El perdn no olvida el pasado pero “pasa de agache, pasa de largo”, así renueva la
relación herida por la ofensa y le abre un futuro distinto.
La palabra perdón está compuesta de per-don, el don después (per) de la ofensa, o
el don que sigue a la ofensa.
LA LÓGICA DE DIOS
El argumento de Ben Sira se podría resumir así “alguien dice a otra persona tú eres
pecador y el otro le responde” “tú también”, tú eres pecador entonces también
necesitas ser perdonado, tú mismo necesitas de misericordia, haz como Dios, sé
misericordioso: “perdona la ofensa a tu prjimo, y se te perdonaran los pecados
cuando lo pidas” “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quien nos
han ofendido (Padre Nuestro)”… ¿cmo puede alguien guarda rencor a otro y pedir
la salud del Seor? ”Si él que es carne, conserva la ira ¿Quién expiará por sus
pecados?” (Primera lectura). La única venganza que Dios conoce es la destruccin
del mal, es decir la restauración del hombre en su dignidad e integridad.
Ni la lógica, ni los caminos de Dios son los nuestros, la lógica de Dios es la
gratuidad. La misericordia de Dios es un torrente que nada ni nadie puede detener.
Cuando yo no perdono me estoy cerrando a la gratuidad de Dios. Un vaso se llena
de agua a condición de no estar tapado; si yo no perdono me resisto a entrar en la
lgica del perdn de Dios…es como si tiro al mar una botella cerrada, a mi corazn
solo llega el perdón si está abierto a la misericordia de Dios en el amor al
crucificado “me am y se entreg por mí”.
MISERICORDIA O CÁLCULO
La parábola del evangelio es una historia en tres actos: Acto 1: El rey arregla
cuentas con sus empleados y le presentan a uno de ellos que debía diez mil
(10.000) talentos. Era tan grande la deuda que sólo podía pagar con la venta de
sus bienes materiales, y sus afectos, primordialmente la mujer y sus hijos. El
deudor súplica al rey tenga paciencia y el pagará todo y el rey no sólo tuvo
paciencia sino lástima.
Acto 2: Este empleado un deudor que temía a su rey: por una deuda irrisoria de,
cien denarios, no sólo no se apiada sino que lo mete a la cárcel.
Acto 3: el rey le reprocha al empleado su dureza de corazn: “que mal empleado
eres: la deuda tan grande que tenías te la perdonaré porque me lo pediste ¿no
deberías tu también tener compasión de tu compañero, como yo tuvo compasión
de ti?”
Esta es una parábola sobre la misericordia de Dios que perdona todas nuestras
deudas, porque somos imágenes e hijos de Dios. La actitud de Pedro nos muestra
que esta misericordia no nos es natural ¿Si mi hermano me ofende (era uno de los
doce) cuantas veces le tengo que perdonar? ¿hasta siete veces? Pedro está lejos de
una deuda incalculable. Uno de los acentos de la parábola es mostrar que cuando
se trata de misericordia el cálculo no cuenta: “¿Cuántas veces?”
No importa saber desde que momento o número empezamos a tener misericordia,
ésta antes que un cálculo mezquino es una emoción entrañable. Es a la
misericordia a la que Jesús invita a Pedro no al cálculo razonable.
Pedro creyó que al proponer siete (7) veces ya estaba haciendo un gran gesto y
dando un inusitado paso Jesús lo invita a otra cosa totalmente distinta: Es
necesario perdonar hasta setenta veces siete; (o setenta y siete veces, según otros
manuscritos), es decir hasta el infinito, definitivamente.
Recordemos que después de la muerte de Abel, Caín vivía temiendo el desquite
tribal: “El que me encuentre me va a matar”. Pero había una venganza mayor para
quien lo fuera a matar: “Si alguno mata a Caín será vengado siete veces” (Gn 4,5).
Es el engranaje de la cadena de la violencia.
Cinco generaciones más tarde Lamec se gloriaba de vengarse setenta (70) veces y
le cantaba a Ada 7 Sila, sus mujeres; un elogio a la violencia: “Escuchadme
mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras: por una herida mataré a un
hombre, a un joven por una cicatriz. Si la venganza de Caín valía por siete (7) la
de Lamec valdrá por setenta y siete (77)” (Gn 4,23-24). Es decir, por una simple
herida maté un hombre, por una cicatriz a un joven, pero el que me mate será
vengado 77 veces. Así funciona la espiral de la violencia que había comenzado por
el ojo por ojo y diente por diente. Para romper este círculo vicioso los profetas
comenzaron a proclamar el perdón de Dios como pedagogía para pasar de la
venganza al perdón.
Recordando la canción de Lamec, Jesús invita a Pedro, y en él a los discípulos, y en
los discípulos a la Iglesia, y en la Iglesia a los creyentes para que llevemos a
nuestro país, ciudades, barrios, campos a la etapa final del perdón sin límites. El
perdón fatal y definitivo de Dios Jesús lo vivió en la cruz amando a los suyos hasta
el extremo. Sólo con el amor de la cruz en nuestro corazón podemos amar al
hermano con un amor también crucificado, es decir, dando la vida por el hermano
como Jesús la dio por nosotros sus amigos.
San Pablo después de sentirse amado por la cruz de Jesucristo pensaba que así
sería más fácil el perdón entre los hermanos (Col 3,13). El perdón concreta lo que
no es claro en la no violencia. El perdón es una experiencia algunas veces para
quienes tienen el amor de Dios en el corazón. El deber de perdonar no da el
derecho de exigírselo a los demás.
Es bien comprensible en este contexto la lectura de la carta a los Romanos que nos
regala hoy la liturgia: “Ninguno de nosotros puede vivir para sí (nuestras propias
ofensas, cóleras, venganzas, culpas o rencores) ni morir en nuestras debilidades o
pecados porque el perdón y la misericordia del Señor nos otorga desde la cruz el
don de vivir desde su amor y para su amor, en la vida o la muerte somos de su
misericordia, para esto muri y resucit Cristo, para ser Seor de vivos y muertos”
(2 lectura).
¿LA CRUZ AMOR INÚTIL?
¿Y cómo termina el servidor que no ha perdonado a su hermano? Pues perdió el
don del perdón por parte del rey. Esa es la paradójica verdad de todo cuanto
puede ocurrirle a nuestra vida: perderla por no amara como Dios nos ama. Con
razón decía Pablo: No hagáis inútil, la cruz, el amor de Jesucristo. Sólo Dios sabe
la dificultad que nos cuesta perdonar, “pasar de agache” las ofensas, como decía el
Ben Sirá, vivir para el Señor como dice Pablo, pero es la condición indispensable
para acoger el don del perdón de Dios en nuestro corazón, no es que Dios deja de
perdonarnos, el problema somos nosotros que con frecuencia nos volvemos
impermeables. “No endurezcáis el corazón nos predica el salmista del domingo
pasado (Sal 94).
Al trabajador de la parábola que somos cada uno de nosotros seguro que la
gratuidad que le perdonó de un golpe tanta deuda le invadió el corazón de gratitud,
hasta el punto que se le olvidó todo el resto incluyendo su propia incapacidad de
perdonar. A coger el don de Dios es un buen camino para olvidar nuestras
incapacidades de perdón todos estos sentimientos de la liturgia de hoy los toma el
Salmo para hacer de ellos un canto a la misericordia del Seor: “El Seor es
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia… Bendice alma mía
al Seor y no olvides sus beneficios”, “El perdona todas tus culpas y cura tus
enfermedades; el rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. No
está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo, no nos trata como merecen
nuestros pecados, ni nos paga según sus culpas” (Sal 102).
Lectura del libro del Eclesiástico 27,33-28, 9
Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee.
Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas.
¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?
No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?
si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados?
Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los
mandamientos.
Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y
perdona el error.
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Salmo 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12 (R.: 8)
R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía,
al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la
fosa y te colma de gracia y de ternura. R.
No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen
nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
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Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para si mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y
en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.
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Aleluya Jn 13, 34
Os doy un mandamiento nuevo -dice el Señor-: que os améis unos a otros,
como yo os he amado.
EVANGELIO
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
-«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta
siete veces?»
Jesús le contesta:
-«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las
cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía
diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a
él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
"Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía
cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes."
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo,
y te lo pagaré."
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su
señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda
aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener
compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón
a su hermano.»