Comentario al evangelio del Miércoles 14 de Septiembre del 2011
Queridos amigos:
Los medios de comunicación cada día nos conducen inconscientemente a "exaltaciones" de signo
político, deportivo o social. Hoy, sin embargo, no ocupa la primera página de este lugar diario de
encuentro ninguna estrella del deporte ni figura de revista del corazón ni personaje heroico o
acontecimiento histórico. Hoy en el centro y bien visible aparece ese símbolo que nos identifica como
cristianos: la Cruz. Define nuestro diccionario "Exaltación" como la acción de elevar a alguien o algo a
gran auge o dignidad realzando su mérito o circunstancias. ¿Qué dignidad o mérito podemos encontrar
en el mayor símbolo de fracaso? ¿Por qué hacer fiesta y exaltar la cruz? ¿En que consiste la cruz para
el cristiano? No suceda que nosotros coloquemos la cruz donde Jesús nunca la puso.
La "cruz" representa para la mayoría de nosotros todo aquello que nos hace sufrir, incluso ese
sufrimiento que aparece en nuestra vida generado por nuestro propio pecado o manera equivocada de
vivir. Cruz es el sufrimiento que se producirá en nuestra vida como consecuencia de seguir a Jesús y
los valores del evangelio. Contemplar la cruz y a Dios crucificado en ella puede cambiar de raíz
nuestra actitud cuando padecemos la enfermedad, somos víctima de la desgracia, sufrimos la dureza de
la vida o las consecuencias de seguir los pasos de Jesús. Y no diremos: "¿Por qué me mandas esto?,
¿qué pecado cometí?", sino que nuestra súplica creyente será: "Dios mío, contemplando tu cruz sé que
mi sufrimiento te duele tanto como a mí; sé que también ahora me acompañas y me sostienes, aunque
no te sienta. Confío en Ti. No sé cómo ni cuando, pero un día conoceré contigo la paz y la dicha".
Por eso exaltamos la cruz y porque no es el último destino de quien sigue a Cristo. Los creyentes no
vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Si asumimos esa cruz
inevitable en todo aquel que se esfuerza por ser él mismo más humano y por construir un mundo más
habitable, es porque queremos arrancar para siempre del mundo y de nosotros el mal y el sufrimiento.
A la cruz, a una vida crucificada como la de Jesús, sólo le espera resurrección. Por eso hoy nos
gozamos y hacemos fiesta contemplando la cruz., por encima de otras exaltaciones efímeras mundanas
que nos acompañan cada día.
Carlos Latorre, cmf