XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Pautas para la homilias
"Dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y
un mismo sentir"..
Las relaciones de justicia
Las relaciones de justicia son aquellas que se establecen entre los derechos de unas
personas y los deberes de otras. Una característica constitutiva de las relaciones de
justicia es la reciprocidad: a un derecho específico corresponde necesariamente un
deber también específico. «Lo justo» no es ni más ni menos de lo debido, sino
exactamente lo debido. Si yo debo mil euros a mi hermano, no soy «más justo»
con él porque le devuelva dos mil; seré generoso, pero no más justo.
La reciprocidad propia de la justicia tiene sus limitaciones, pues hay muchísimos
ámbitos de las relaciones humanas a los que no es posible aplicarla. Por ejemplo,
¿qué reciprocidad puede esperar quien entrega su vida por gente que carece de
salud, dinero, conocimientos, belleza, juventud, honestidad, etc.? ¿Qué tipo de
reciprocidad hay en quien responde al insulto con el perdón? ¿Se pueden medir con
la reciprocidad las relaciones entre padres e hijos? ¿Es adecuado aplicar la
reciprocidad a la conducta de criminales, terroristas, violadores, ladrones,
insolidarios, etc.? Si así fuera, la única pauta de conducta posible sería la ley del
Talión: ojo por ojo y diente por diente. Pero el ser humano también perdona. Así
pues, la reciprocidad, que es constitutiva de toda relación de justicia, no es
adecuada para solucionar muchos problemas de la vida humana.
La gratuidad llega más allá que la justicia
A diferencia de la justicia, la gratuidad es dar y darse sin esperar recibir nada a
cambio. La gratuidad no está motivada por la respuesta de agradecimiento del otro,
que puede faltar o incluso ser negativa. Pensemos en los que atienden a deficientes
psíquicos, ancianos, pobres, débiles o enfermos sin esperar mucho a cambio.
La conducta gratuita no se adapta a pautas fijas de actuación; simplemente, las
supera. Las pautas fijas de actuación son muy propias de las relaciones de justicia:
a un día de trabajo, tanto salario; a la mitad del día, la mitad de salario. Así
pensaban los asalariados de la parábola. Sin embargo, ni Jesús ni su Padre se
guiaban por patrones fijos, pues cada persona con la que se relacionan
gratuitamente necesita una atención particular que no encaja en pautas generales y
universales.
Actuar con gratuidad implica una forma peculiar de amar. El amor gratuito es
probablemente el único amor que no está movido por motivos seductores. Motivos
seductores para amar son, por ejemplo, la belleza, la riqueza, la bondad, el
prestigio, la simpatía, el sexo, la compañía, el poder, la sabiduría, etc. Al amor de
gratuidad le interesan estos motivos, pero no se deja cautivar por ellos. Se ofrece
sin condiciones como regalo al otro.
Al no estar atrapado por motivos seductores, el amor gratuito adquiere una
dimensión universal. El amor gratuito llega a todos, no puede excluir a ninguna
persona que necesite atención. Los otros amores no son universales puesto que
aman sólo a determinados seres humanos (los bellos, los ricos, los buenos, los
listos, los amables, los poderosos, los jóvenes, etc.) y excluyen o se muestran
indiferentes frente a otros.
El quebranto de la justicia se arregla con la restitución. Pero ¿qué puede hacer un
hijo para saldar una bofetada que ha dado a su madre? Para restaurar una relación
gratuita que ha sido rota sólo cabe el perdón por parte de la persona ofendida. La
palabra procede del latín «per–donare», que significa «dar con creces». Quien
practica el amor gratuito sabe que la destrucción de un regalo sólo puede
arreglarse con otro regalo mayor.
Obstáculos en la conquista de la gratuidad
En la práctica de la gratuidad aparecen no pocos obstáculos. Uno de los mayores lo
representa la justicia misma. Esto parece extraño y paradójico, pero existe una
especie de permanente escándalo de los que practican la justicia frente a los que
ejercen la gratuidad. En la parábola del evangelio de hoy, los obreros que fueron
contratados a primera hora no entienden la relación de gratuidad que tiene el
dueño hacia los que contrata a última hora, porque la enfocan mal: la ven como
una relación de justicia –con su correspondiente reciprocidad entre trabajo y
salario–, cuando en realidad es una relación de gratuidad. Y porque no la
entienden, protestan. Pero Jesús dejó claro con sus mensajes y, sobre todo, con su
actuación, que en el reino de nuestro padre Dios las únicas relaciones que tienen
cabida y sentido son las de gratuidad.
Práctica de la gratuidad en nuestro mundo
Jesús enfrentó pacíficamente el reino de Dios al reino de Roma, porque en el
primero, Dios ha «desplegado la fuerza de su brazo y dispersado a los de corazón
soberbio; ha derribado de sus tronos a los poderosos y ensalzado a los humildes;
ha colmado de bienes a los hambrientos y a los ricos los ha despedido sin nada».
Esta inversión tan radical de las cosas era una crítica implacable contra el reino de
Roma, y por eso éste crucificó al mensajero del reino de Dios. Hoy, los que nos
llamamos seguidores de ese reino de Dios tenemos que enfrentarnos a un nuevo y
seductor reino, el del Consumo, donde casi todo se compra y se vende; y hemos de
hacerlo, con las armas de la crítica y, sobre todo, con las de la gratuidad en todas
nuestras actuaciones. Aquellos de nosotros que tienen alguna riqueza debemos
dejar cuanto antes el encanto y la fascinación que ejerce el Imperio del Consumo,
que pretende ser la luz y la esperanza del mundo. Si nos identificamos con los
pobres y humildes, soñaremos y buscaremos un reino diferente, un reino cada vez
más puesto bajo el señorío de Dios tal como se da a conocer en Jesús de Nazaret.
Los únicos inocentes, benditos o bienaventurados para Jesús son aquellos que se
ven excluidos de las perversas actividades del sistema de consumo, como si fueran
los desechos de la humanidad. Son los contratados a última hora de la parábola. La
gratuidad que impera en el reino de Dios trastoca todos los planes de
enriquecimiento desmesurado de nuestra sociedad.
Baldomero López Carrera
Laico Dominico