Domingo XIII del tiempo Ordinario, ciclo A.
Selección de meditaciones del capítulo diez del Evangelio de San Mateo.
10/07/2002
San Mateo, 10, 1-7
1. Hubo un momento en el ministerio público de Jesús en que se reunió mucha
gente alrededor del Mesías. Había un gran grupo de voluntarios alrededor de
nuestro Señor, que se encargaba de predicar el Evangelio y de distribuir los bienes
de la comunidad apostólica entre los más desfavorecidos de Palestina. En aquel
tiempo, llegó el día en que muchos voluntarios no se esforzaban según las
necesidades de los pobres del Señor y otros trabajaban hasta agotar su fuerza
física, así pues, estos son los hechos por los cuales Jesús escogió a Doce
voluntarios, para que siempre estuvieran con El, ayudando a los más necesitados y
enfermos, simiente del Reino de Dios anunciado por los Profetas.
2. Jesús les dijo a aquellos Doce Apóstoles que sanaran a los enfermos y
predicaran el Evangelio, para que los hombres dejaran de cometer errores, así
pues, no olvidemos que la Historia nos ayuda a ver los errores que cometieron
nuestros antepasados, reflejados en el presente, para que no se vuelvan a cometer
en el futuro.
3. Conforme avanzamos en el estudio del Evangelio de San Mateo, desde que
iniciamos el tiempo de Cuaresma -y con él el nacimiento de este foro-, Jesús nos ha
dicho a través de los Santos Leví y Marcos que el Reino de Dios está cerca de
nosotros. Así pues, si leemos el Evangelio de San Lucas, podemos comprender que
el Reino de Dios está dentro de nosotros. Conforme avanzamos llevando a cabo las
meditaciones de la Palabra de Dios a través del Año litúrgico, nuestra fe aumenta, y
podemos constatar la veracidad de estas palabras del Evangelio (CF. LC. 17, 21).
Por consiguiente, si somos el Reino de Dios, ¿qué esperamos para empezar a hacer
milagros?
11/06/2002
San Mateo, 10, 7-13
1. Ayer meditamos las Bienaventuranzas de nuestro Señor Jesucristo. Hoy nos
preparamos para comenzar a meditar el sermón de la montaña, que ocupa tres
capítulos del Evangelio de San Mateo. Nuestra pretensión no consiste en meditar el
Evangelio como si este fuera uno de tantos libros de entretenida lectura. Todos
sabemos que Jesús es una Persona real, y tenemos que dar a conocer nuestra fe y
esperanza. Jesús nos invita a liberarnos de todo aquello que nos impide dar a
conocer a nuestro Dios Uno y Trino.
2. "Hid y anunciadles que el Reino de Dios está ya cerca". Ayer os dije que las
personas que no son autosuficientes tienen cierta facilidad para relacionarse con
Dios. Nosotros somos los mensajeros del Espíritu Santo, y por ello tenemos que
evangelizar a todas las personas que deseen acercarse a Dios. Yo os cuento que
dejé de ejercer como catequista en la parroquia de San José de Nazaret de Cajiz
(Málaga) porque mis niños no recibían gustosamente la Catequesis impuesta por la
Iglesia. Me dolía ver a mis catequizandos forzados a estudiar por el sacerdote de
turno y sus madres, bajo la amenaza de no hacer la Comunión, esto es, quedarse
sin fiesta, sin tarta, sin regalos...
3. Jesús nos pide que hagamos toda clase de milagros en su nombre, pero que no
les cobremos nada a quienes evangelicemos. Supongamos que ayudo a una
persona mayor en sus tareas domésticas, por lo cual percibo un sueldo. En tal caso,
no estoy ayudando al dueño de la casa, le estoy vendiendo un servicio, pero, si no
percibo ganancia alguna a cambio de mi trabajo, obro en virtud del amor de Dios
que mora en su Iglesia.
4. Nosotros no podemos predicar a Jesús si nuestra fe es débil, y tampoco
podemos hacerlo correctamente si no tenemos paz espiritual. En los momentos de
oscuridad, debemos obrar con más fuerza bajo la inspiración del Espíritu Santo,
pues, en dichos momentos, manifestamos nuestro amor con respecto a Dios y a los
hombres, de una forma muy grata al Altísimo.
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y
Dios que nos ayude a proclamar la Buena Nueva de Cristo muerto y Resucitado con
obras y palabras.
11/07/2002
San Mateo, 10, 7-15
1. San Mateo nos transmite las palabras con que Jesús envió a los Doce a
predicar el Evangelio. Los Apóstoles podían hacer toda suerte de milagros, pero no
podían salir de Palestina, porque aún no había llegado el tiempo de evangelizar a
los gentiles.
2. El Evangelio que meditamos al celebrar la Eucaristía en este día, también es
válido para nosotros, porque el Reino de Dios no ha sido instaurado plenamente
entre los hombres. Aún no ha terminado este tiempo de gracia y salvación, en que
nuestro Señor no cesa de llamarnos a su Reino de amor y gloria. Se me ocurre una
alegoría para dar a entender la necesidad que tiene el mundo de evangelizadores.
Los cristianos, a la hora de predicar el Evangelio, somos semejantes a quienes
vendemos lotería en las calles, por cuanto nos movemos mucho a lo largo del día.
Así pues, de la misma manera que los loteros empezamos nuestro trabajo
recorriendo algunas cafeterías, nos vamos a nuestro punto de venta, recorremos
grandes distancias para vender los boletos que tenemos en las manos, etcétera, los
cristianos podemos hacer mucho por la instauración del Reino de Dios entre los
hombres. Un día podemos ir a visitar a algún enfermo, otro día, podemos consolar
a alguna persona que ha perdido a algún ser querido, en otra ocasión, podemos
solventar alguna duda que alguien tenga con respecto a nuestro Señor... Dios no
nos exige que lo dejemos todo
para predicar el Evangelio, pero tampoco es bueno que escondamos nuestro
conocimiento de nuestro Padre celestial, argumentando que pasa el tiempo y no
nos encontramos a ningún creyente que guste hablar de nuestro Dios Uno y Trino.
3. No podemos predicar a nuestro Señor si no tenemos una formación que nos
capacite para este fin. Mientras más conocimiento del Evangelio tengamos, más
preparados estaremos para responder las preguntas que nuestros posibles
interlocutores nos planteen. No obstante, no olvidemos que el Espíritu Santo
hablará por nosotros, no tengamos miedo de evangelizar a quienes carecen del
conocimiento de las verdades de nuestro Dios.
4. Necesitamos de la oración para evangelizar, porque, si no tenemos fe ni para
hablar con Dios, ¿cómo vamos a transmitir nuestro conocimiento de nuestro Padre
creyendo que el Espíritu Santo habla por nosotros?
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y
Dios que nos ayude a ser buenos discípulos de Cristo Resucitado, el Buen Pastor de
nuestras almas.
12/07/02
San Mateo, 10, 16-23
1. En estos días estamos meditando las palabras con que nuestro Maestro nos
envía a predicar el Evangelio. Todos tenemos constancia de que los crímenes
anunciados por nuestro Jesús en el Evangelio de hoy se han cometido, se cometen
y se seguirán cometiendo, incluso en el nombre de Dios. Nos acordamos de
nuestros hermanos de los países subdesarrollados de áfrica y Sudamérica, porque,
a medida que aumentan sus carencias materiales, su fe no sólo se hace más visible,
sino que también se hace más palpable.
2. Al meditar los grandes ejemplos de fe citados en el párrafo anterior, nos
sentimos incómodos al pensar la vergüenza que nos da pensar que no sabemos lo
que vamos a responder cuando estemos predicando el Evangelio, y nuestro Dios o
nosotros seamos insultados por alguno de nuestros interlocutores. ¿Qué hacer en
esos momentos tan delicados? Si en alguna ocasión nos quedamos callados o
enrojecemos, no olvidemos que el Espíritu Santo es quien habla a través de
nosotros. Dad a conocer vuestros pensamientos de Dios sin miedo, no os
preocupéis por lo que diga o piense la gente, porque el Espíritu Santo está con
vosotros. Recordad, -pues-, cómo nos preparamos durante la Pascua de
Resurrección para recibir al Paráclito el día de Pentecostés. No le falléis ahora al
Dios que tanto os ama, y mi esfuerzo será semejante al vuestro. No está bien que
yo me cite como gran ejemplo de fe, pero pensad que si a vosotros nadie os cree
cuando habléis de Cristo, ¿cómo me van a creer a mí que
soy casi ciego total, hecho por el cual muchos me creen incapaz de pensar
coherentemente?
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a Dios que nos
ayude a ser valientes e imparables transmisores de la fe de nuestro Cristo amado.
26/12/2002
Fiesta de San Esteban
San Mateo, 10, 17-22
Meditación del Evangelio diario
Si Cristo nació ayer para morir por nosotros, hoy celebramos al Diácono San
Esteban, Protomártir del quinto Evangelio, judío heleno que murió por ser un fiel
servidor de Cristo Rey. Cuando la Iglesia de Jerusalén fue fundada por los
Apóstoles, sucedió que no todos los creyentes eran de igual forma de pensar, por
cuanto muchos de ellos habían sido nutridos con la cultura griega, esta fue la razón
por la cual los judíos helenos les pidieron a los Apóstoles que en la Iglesia naciente
los cristianos se dedicaran a servir mejor a los huérfanos y a las viudas, pues,
según las creencias judías, junto a los leprosos, los ciegos y estériles, esos eran
quienes habían de ser considerados, según el Talmud, como los más desgraciados
y, por tanto, pecadores. Los Apóstoles se encontraban sujetos por una gran
presión, porque, de un lado tenían a los judíos de Palestina quienes les exigían que
únicamente se dedicaran a evangelizar, ese era también el mandato de la
conciencia colectiva del Colegio
Apostólico, pero de otro lado estaban los judíos procedentes de la cultura griega,
gente diferente que exigían un especial cuidado con respecto a los más pobres y
marginados.
Para resolver aquel tedioso conflicto, los Apóstoles consultaron al Espíritu Santo,
el amor de Dios que les propuso que crearan un grupo de 7 Diáconos judíos
helenos, los cuales habrían de encargarse del cuidado y evangelización de los
pobres, para que los fundadores de la primera comunidad cristiana pudieran seguir
dedicándose a extender el Evangelio. De entre los siete Diáconos citados,
destacaron dos sobremanera por su dedicación a la Evangelización y por su forma
de aceptar los dones con que el Paráclito colmó sus corazones. Los nombres de los
citados Predicadores son Esteban y Felipe.
Hoy, veintiséis de diciembre, la Iglesia nos propone que recordemos la fe de San
Esteban, con el fin de que intentemos emular la confianza de nuestro Santo en
Dios. Todos sabemos que los seguidores de Cristo empezaron a tener dificultades
con las autoridades judías cuando dejaron de reunirse en el Templo de la ciudad
Santa y empezaron a reunirse en sus casas particulares para celebrar la Eucaristía.
San Lucas nos dice en los Hechos de los Apóstoles que San Pablo se ocupó de
guardar la ropa de San Esteban mientras que este era lapidado. El alboroto
suscitado por el Martirio de Esteban dio lugar a la primera gran persecución a que
sobrevivió la Iglesia de Jerusalén, un trascendental hecho que hizo que el Diácono
Felipe comenzara a convertir a los samaritanos a Jesús.
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y
Dios que nos conceda la fidelidad que San Esteban tuvo para morir en el nombre de
su amor con respecto a su Dios y a la Cristiandad.
13/07/2002
San Mateo, 10, 24-33
Se nos están volviendo difíciles de aceptar las palabras del Jesús cuyo Nacimiento
nos llenó de emoción y esperanza cuando le contemplamos en los días de Navidad
como el más indefenso de los niños en el portal de Belén. En nuestra sociedad,
elogiamos mucho a quienes consiguen destacar en algún campo, exceptuando,
claro está, la fe. En nuestros medios de comunicación podemos ver, escuchar o
leer, noticias sobre sucesos desagradables, actos y palabras de nuestros políticos...
En rara ocasión tenemos noticias de que alguna persona dedica su vida a predicar
el Evangelio o a beneficiar en conformidad con sus muchas o escasas posibilidades
a la gente que, por su situación económica, carece de voz y voto.
Durante los días del tiempo de Cuaresma -especialmente en la Semana Santa-,
nos dedicamos a meditar con cierta profundidad la Pasión de nuestro Señor. Si
tuvisteis la oportunidad de leer los breves comentarios que fueron publicados en
este foro, pudísteis observar cómo le presté una especial atención al
comportamiento de algunos de los personajes que protagonizaron los grandes
acontecimientos que dieron origen a nuestra Iglesia universal. El más admirado y
menos imitado de los Apóstoles en los días de Semana Santa fue San Juan, quien
no escatimó la posibilidad de ser torturado o asesinado, al acompañar a nuestro
Maestro durante sus últimas horas de vida.
Si comparamos los hechos que le acaecieron a nuestro Hermano y Señor durante
su Pasión, podemos comprobar cómo las palabras pronunciadas por Jesús en el
Evangelio de hoy se cumplieron en el Mesías de Dios. Jesús fue asistido por el
Espíritu Santo cuando hubo de defenderse ante sus acusadores, pero no fue salvo
por ello de morir crucificado.
No debemos creer que Jesús nos está convirtiendo en masoquistas. Jesús nos
pide en el día de hoy que optemos por los más débiles del mundo, aunque
tengamos que ser por ello marginados en algún momento de nuestra vida.
Recordemos que Jesús, al hablar de nuestras fiestas, decía que no tenemos mérito
si invitamos a nuestros banquetes a quienes pueden devolvernos lo que gastamos
en ellos. El mérito de los cristianos redunda en colmar de dones por acción del
Espíritu Santo a quienes no pueden pagarles lo que reciben.
No creamos que es difícil seguir a Jesús. ¿Qué nos cuesta acompañar a un
enfermo una hora a la semana en su dolor? ¿Qué nos supone dirigirnos a nuestra
sucursal bancaria y donar algún dinero a nombre de alguna persona u organización
que trabaje a favor de los sin techo?
Vivimos en la civilización del poder, el prestigio, el dinero y el ruido. Nos
movemos en nuestro ambiente familiar, social y laboral. Movámonos en el ambiente
de nuestra parroquia, unámonos a una comunidad virtual, si no podemos meditar la
Palabra de Dios en un grupo de reflexión y oración comunitaria. No seamos
egoístas, seamos una sola persona en comunión con nuestros familiares y amigos.
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y
Dios que no le fallemos en el seguimiento de Cristo y en el cumplimiento de su Ley,
que no nos falten ni fuerzas ni ganas de amar a nuestro Padre celestial en nuestros
prójimos los hombres, especialmente en aquellos que carecen de dádivas
materiales y espirituales.
Domingo, 23/06/2002
Domingo XII del tiempo ordinario
Lecturas: Jeremías, 20, 10-13; Salmo 68; Romanos, 5, 6-11; Mateo, 10, 26-33
1. Si es difícil ser un cristiano común en una sociedad en que el Dios de los
cristianos resulta ser insoportable, los predicadores somos semejantes a quienes se
mortifican sin temor alguno al escarnio, la enfermedad o la muerte. No pretendo
compararme en forma alguna a los Profetas del Antiguo Testamento, ni a San Juan
Bautista, ni a Jesús, ni a ninguno de nuestros Santos Mártires, sólo digo que los
predicadores, alguna vez en nuestra vida, lo pasamos muy mal. Así pues, cuando
alguien maldice a Dios ante un cristiano no practicante, este se calla
prudentemente, e incluso le da la razón a quien habla sin medir sus palabras y su
enfado. Un predicador no puede soportar esa situación, amablemente, ha de pedir
un poco de respeto. Jeremías sufrió mucho a manos de cuatro reyes de Israel, que
no confiaban en la Palabra de Dios que les era revelada a través de su Profeta.
Llegó a ser tan grave el estado de desesperación de Jeremías, que nuestro Profeta
llegó a desear que Dios vengara sus sufrimientos en quienes le torturaban de
muchas maneras. En nuestro tiempo, muchos cristianos, llenos de alegría, siguen
muriendo en pos de la nueva Evangelización, en nombre de Jesús de Nazaret. Estos
cristianos no son de los que se quitan del ruido del mundo, desentendiéndose de los
problemas de la humanidad excusándose porque oran mucho. Los Mártires de
nuestra Iglesia, en su mayoría, son gente comprometida con Dios, para salvar a la
humanidad del pecado, el dolor y la muerte.
2. Ante el intenso dolor que vive la mayor parte de la humanidad, San Pablo nos
sigue exponiendo incansablemente los motivos por los cuales nos redimió nuestro
Señor, así como las gracias que hemos conseguido gracias al sacrificio expiatorio y
cruento de nuestro Hermano mayor. El Apóstol de la gentilidad nos informa de que
Jesucristo es nuestra vida física y espiritual, el Camino, la Verdad y la Vida que nos
hace sentirnos salvos, redimidos, amados de Dios, a pesar de las muchas
exigencias que para nuestros corazones egoístas resultan incumplibles de que
consta la Santa Ley de Dios, aquellos preceptos de los cuales nuestro Hermano y
Señor nos dijo que hemos de respetar hasta el más insignificante de los mismos.
3. "No tengáis miedo a los hombres" -nos dice Jesús- Nosotros como cristianos
tenemos un deber que cumplir en nuestra sociedad, y ese deber, consiste en
despertar en nuestros hermanos los hombres la conciencia del amor y la justicia de
Dios. No obstante, al no tener fe en la inspiración del Espíritu Santo, nuestra forma
de proceder es coartada por nuestro miedo, nuestros respetos inútiles.
Sembradores, no dejéis de sembrar, dejad que Cristo coseche el fruto de vuestro
trabajo. No me vengáis a decir ahora que la incredulidad del mundo es superior al
Evangelio de nuestro Hermano y Señor Jesucristo. No tengáis miedo de lo que los
demás os hagan o digan de vosotros, porque vuestra vida espiritual está reservada
por Dios para gozar de la plenitud de la vida eterna. No temáis derramar vuestra
sangre en defensa de las verdades de Dios, temed la injusticia del hombre antes de
que se establezca el Reino de nuestro Padre celestial.
4. "Nada hay escondido que no llegue a saberse" -dice el Señor- Estas palabras
evangélicas nos incitan a liberarnos de los pensamientos oscuros, de las superfluas
obras del maligno. En nosotros ha de permanecer el amor de Dios, ese don celestial
que lo abarca todo, que no permite secretos de ninguna índole. Nosotros somos
libres para transmitir el amor que hemos recibido de Dios, disipemos nuestros
inútiles miedos, dejándonos inspirar por el Espíritu Santo.
9/07/2002
San Mateo, 10, 28-33
Hace algunos días os dije que Juan Pablo II inició su Pontificado con estas
palabras de Jesús: "No tengáis miedo". Podemos tener miedo con respecto a
muchas cosas, pero la fe ha de superar la debilidad de cualquier conducta coartada
por la falta de coraje para afrontar ciertas circunstancias. El pasado lunes 5 de
agosto, leí en la web de Europa Press que en España ha aumentado la venta de
antidepresivos, os digo esto porque cada día recibo más mensajes de correo de
hermanos que padecen dicha enfermedad. Hoy quiero dirigirles esta meditación a
esas personas que carecen del valor necesario para afrontar esas circunstancias
que creen adversas. En este momento estoy recordando los obstáculos que tuve
que vencer cuando aprendí a caminar con el bastón blanco, el ojo de los ciegos que
no tenemos perro guía. En un principio, empecé a hacer prácticas en Cajiz, el
pueblo donde viví durante 23 años. Posteriormente seguí haciendo prácticas en
Torre del Mar y Vélez Málaga, donde las calles eran más asequibles para caminar
sin tropezar con ciertos obstáculos, y no había riesgo de caer por un precipicio,
pero debía aprender a moverme en la carretera, agudizando el oído.
La mayoría de las personas depresivas que me escriben se acusan de haber
cometido errores, acción muy humana por cierto, causa por la cual les digo a tales
personas que herrar no significa perder la batalla o la causa, sino que hay que
seguir luchando por lo que se desea.
Concluyamos esta meditación del Evangelio diario, pidiéndole a nuestro Padre y
Dios que nos ayude a hacer que los más débiles no sientan miedo.
15/07/2002
San Mateo, 10, 34-42.
1. "No creáis que he venido a traer paz al mundo" -dice el Señor- Resultan
paradójicas estas palabras de Jesús, porque, habiendo yo proclamado muchas
veces en este foro que nos es necesaria la paz espiritual y mundial, parece ser que
nuestro Señor me está contradiciendo. Nuestro Hermano mayor nos dice que no es
fácil la vida de quienes optan por los más desposeídos de este mundo, y no se
adaptan a una religiosidad farisaica. Los cristianos tenemos que estar presentes en
todas las actividades que conforman la vida de nuestra sociedad, desde la vida
familiar, hasta los actos políticos. No pretendo decir que el mundo es malo, pero, el
cristianismo nos propone un ideal de vida que exige tanto sacrificio y donación de sí
mismo, que nuestra sociedad hedonista no puede aceptarlo sin protestar, porque
hasta los mismos cristianos tenemos dificultades para hacer por los hombres parte
de las cosas buenas que hizo nuestro Jesús por nosotros, así pues, en una sociedad
en que deseamos
pertenecer a un status social superior, y hacemos lo posible para aumentar
nuestras riquezas y no perder un sólo céntimo de euro, no ha de resultarnos
extraño el hecho de que los cristianos seamos mal vistos en algunas ocasiones.
2. La gran meta de todo cristiano consiste en permanecer junto a Dios en su
Reino de amor, y, aunque por causa de Cristo vivamos sin paz, nuestro amor a Dios
ha de ser superior al amor que sentimos por nosotros mismos y nuestros seres más
allegados. Tengamos presentes estas palabras del Señor a sus Apóstoles: "Vosotros
no habéis perdido nada al renunciar a vuestra vida junto a vuestros seres queridos
para seguirme, pues, quien deje algo por mí, recibirá el ciento por uno, en
compensación por los familiares y bienes a que haya renunciado".
3. Terminado su discurso, Jesús siguió evangelizando a las gentes de Israel.
Todos sabemos que Jesús no podía descansar, pues la gente le seguía a donde iba.
¿Nos busca alguna persona para que le ayudemos a conocer a Cristo?
Si nadie nos reclama para que le hagamos conocer el Evangelio, ¿qué esperamos
para empezar nuestra predicación?
Pidámosle a nuestro Padre y Dios al concluir esta meditación del Evangelio diario,
que nunca nos falte la paz, el discernimiento y el espíritu de decisión, necesarios
para extender nuestra fe a quienes amamos.
Domingo, 30/06/2002
Domingo XIII del Tiempo Ordinario
Lecturas: 2 Reyes, 4, 8-11. 14-16; Salmo 88; Romanos, 6, 3-4. 8-11; San
Mateo, 10, 37-42
1. Fijémonos en un detalle de la primera lectura correspondiente a la Eucaristía
que celebramos hoy. Eliseo intentó ver cómo su joven siervo expresó su bondad en
palabras. Al oír la pregunta del Profeta sobre cómo había de ser compensada la
mujer sunamita por su buena conducta para con el siervo de Dios, el muchacho no
supo qué responder, y se le ocurrió que aquella noble mujer sería feliz si tuviera un
hijo entre sus brazos, ya que el marido era de edad avanzada. Si nos preguntaran
cómo han de ser tratados nuestros predicadores laicos y consagrados con respecto
a los bienes materiales y espirituales que hemos recibido por obra y palabra de los
mismos, ¿cuál sería nuestra respuesta a esta pregunta?
2. San Pablo nos sigue hablando de cómo hemos de nacer a la vida sobrenatural
y eterna de Cristo. Muchas veces le pedimos a Dios que nos conceda dádivas para
que las circunstancias que vivimos sean más llevaderas, o, simplemente, para que
nuestros caprichos sean complacidos. Sería interesante cuestionarnos si le hemos
pedido a Dios se cuide de nuestra alma una vez esta halla abandonado su morada
terrenal. Deberíamos plantearnos seguir creciendo en nuestra vida espiritual, pues
el sedentarismo del espíritu coarta el crecimiento de nuestra fe, y la entrega a
nuestros hermanos los hombres.
3. El Evangelio y la Carta de Pablo parecen estar profundamente compenetrados.
Hoy he recibido un mensaje de correo de una chica argentina que ha renunciado a
una vida de abundantes bienes materiales, al perder la oportunidad de vivir junto a
un joven millonario, porque este le propuso mantener relaciones prematrimoniales.
En contraposición a este testimonio de fe, he recibido el testimonio de otra chica
española, que afirma que las relaciones prematrimoniales no son pecaminosas, si
estas son causa de un gran amor. Nosotros podemos juzgar ciertas actitudes,
algunas formas de pensar, pero no debemos discutir ni adaptar a nuestra manera
de pensar las Bienaventuranzas y sentencias de nuestro Hermano y Señor Jesús, el
cual, si nos ha dicho que carguemos nuestra cruz sobre los hombros, y caminemos
en pos de El, nos ama y desea santificarnos a través del camino del dolor y la
alegría.