DIOS NO TOLERA EL DESEMPLEO
DOMINGO XXV A
18 de Septiembre de 2.011
El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada,
los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la
plaza sin trabajo, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.
Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió
al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el
día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id
también vosotros a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: Llama a los jornaleros y
págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron
los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros,
pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.
Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado sólo
una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del
día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia.
¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último
igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?
¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros
y los primeros los últimos. Mateo 20, 1-16
La recompensa del cristiano en la tierra es ser obrero del Señor. En realidad, el ser
llamados es ya la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor,
ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye en sí un premio inestimable,
que recompensa de todo cansancio. Esto lo comprende sólo quien ama al Señor y a
su Reino; quien, por el contrario, sólo trabaja por el salario nunca se dará cuenta
del valor de este tesoro inestimable. Así lo comprendió Pablo ( 2ª lectura), para
quien trabajar para el Señor, además de una recompensa en esta tierra, se
convierte para él en prioridad existencial y ministerial asumiendo por razones
pastorales incluso la dilación de su definitiva y completa vivencia y convivencia
personales con Cristo.
A primera vista, desde una perspectiva legalista y una justicia sindical según la cual
a idéntico trabajo idéntica recompensa y a tiempo parcial sueldo parcial, el
comportamiento “igualitario” de Dios resultaría ilógico además de injusto. Y ello,
precisamente por no conocer y reconocer que la lógica de Dios es diferente a la
lógica del mundo. Por no asumir con Isaías que "no son mis pensamientos vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos” (1ª lectura). Por no haber
escuchado de labios de Cristo que Dios da cien veces más a los que lo dejan todo
por seguirle a Él sea cual fuere la edad y la hora de la llamada y del consiguiente
“contrato” y trato con Él. Por no saber leer entre líneas el sentido de la parábola y
recoger su advertencia de no andar mirando nuestros méritos sino más bien la
gracia que hemos recibido…
Naturalmente todo esto contrasta con la actitud de los fariseos críticos con Jesús
por recibir a los pecadores; con el comportamiento del hijo “fiel” que no ve bien que
el padre común acoja y bien trate, sin mal tratarlo, al hermano “descastado,
perdido y arruinado”; con la presunción de todos aquellos que piensan que a fuerza
de méritos propios y de rigores voluntaristas, pueden comprar y exigir la gracia del
denario salvador, siempre gratuito y regalado. Necesitados, por ello, tanto
matutinos como vespertinos desde su entrada en la viña del Señor, de convertirse a
la gratuidad divina, de responsablemente responder al binomio de gracia y mérito,
de fuerza divina y esfuerzo humano, y hacerse conscientes de que “Dios dará a
cada uno la paga según sus obras” (Rm2, 6), con la dicha de una vida en Cristo y la
alegría de sufrir y abnegarse por amor a lo largo de un día de trabajo y de calor …
Para todos hay trabajo en tu viña, Señor, en esta tierra en que sufrimos y
gozamos, en este mundo tan tuyo como nuestro. Gracias, Amo de la Viña, porque
no has creado un mundo competo y acabado en donde fuéramos los hombres
adornos innecesarios; porque nos has encomendado llenar la tierra y someterla,
haciéndonos partícipes de tu trabajo creador y jornaleros de tu Reino. Es tu
voluntad, Señor, que nadie viva sin trabajo todo el día y que todos reciban la
retribución gratuita y justa de su jornada…Que por tu Espíritu, presente entre
nosotros, se convierta el quehacer humano de cada día en una eucaristía de la vida,
sacrificio agradable para Ti, Padre, y alimento y liberación para el hermano. Que
todos juntos, cada uno a su hora y en su puesto, construyamos un mundo
renovado, limpio de abusos y de envidia, en el que Tú serás nuestra recompensa.
Juan Sánchez Trujillo