Domingo Cuarto de Adviento, Ciclo A
Is 7,10-14; Sal 23, 1-2, 3-4ab, 5-6;
Rom 1,1-7; Mt 1,18-24
I
Las Lecturas de este último Domingo antes de la Navidad nos invitan a ir
considerando la ya inminente venida del Salvador, en su nacimiento en Belén: “He
aquí que la Virgen concebirá y dará luz a un hijo y le pondrán el nombre de
Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”.
En general las Lecturas de hoy nos hacen ver la procedencia humana y la
procedencia divina del Salvador. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Así nos lo indica San Pablo en la Segunda Lectura (Rom. 1, 1-7): “Jesucristo nació,
en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición
de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir
de su resurreccin de entre los muertos”.
El personaje humano principal en este pasaje es José; Él piensa en dejar a
María, no porque dude de su fidelidad, sino porque cree en Ella y ve en María la
esposa de un único Esposo: Dios, al que no quiere suplantar. Y precisamente esto
es lo que le hace sentir dudas: ¿es bueno que él siga al lado de María?, ¿es digno
de intervenir en el misterio? ¡Qué diferentes somos de José!, él quiere alejarse del
misterio porque se siente indigno; sin embargo, él obedeció y se quedó con el
misterio: cuidó y protegió a María y al fruto bendito de su vientre, Jesús.
Igual como aconteció en María, contemplado por san José, acontece en cada
santa Misa, Jesús se hace presente en el altar y; ante él, nosotros tampoco
tenemos dudas de que Jesús esté en la Eucaristía y que sea obra del Espíritu Santo;
pero se observa un divorcio entre lo que creemos y lo que vivimos, entre lo que
somos y hacemos; no queremos recibir – no todos, muy pocos, se acercan a comer
y a beber de su cuerpo y sangre… ¡qué indiferencia e ingratitud, ¡qué ingratos
somos!; pues en el misterio de la eucaristía se nos ofrece el Hijo de Dios, al Hijo de
María, en persona, como “pan vivo que ha bajado del cielo” ( Jn 6,51), y con Él se
nos da la prenda de la vida eterna 1
El hijo que espera María es obra del Espíritu; el Hijo de María, oculto en las
especies sacramentales es obra del Espíritu Santo, que actúa a través del
sacerdote, que ha recibido de Jesús el poder de convertir el pan en su cuerpo y el
1 Cfr. Mane Nobiscum Domine, 3, 1
vino en su sangre; o mejor, Jesús actúa en el sacerdote por obra del Espíritu Santo.
Por tanto, en la santa Misa, muy cerca del altar también está María y José; pero
ellos sólo contemplan, no tienen la dicha de comer y beber su cuerpo y su sangre;
nosotros si que podemos, pero muchas veces no lo hacemos, nos reducimos a verlo
de lejos… “La Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y
reducciones” 2 , indiferencias y apatías…
“Cuando José se despert, hizo lo que le había mandado el ángel”. Admirable
disponibilidad la de este joven israelita: acepta esa paternidad tan especial, con la
que colabora a la venida del Dios-con-nosotros. Así es como necesitamos ir a la
eucaristía, y no sólo a la dominical, sino, aún entre semana; ¿para quién crees que
Jesús se hace diariamente presente en el pesebre, en el altar? Para que,
obedientes, aceptemos a Jesús en nuestra vida; para que tú lo comas… y
encuentres redención y plenitud 3 ...
La alabanza que se hizo a María, “feliz tú porque has creído”, se puede
extender también a este joven obrero, el justo José; e igualmente se puede decir
de aquellos y aquellas que tienen hambre y sed del Dios vivo: de su Palabra y de la
eucaristía…, misterio de luz y de salvación.
En efecto, Jesús Eucaristía, nos quiere salvar de nuestras pequeñas o
grandes esclavitudes, pero si tu no quieres nadie lo hará por ti; pero no te olvides,
Él te seguirá esperando…, ojalá, que no vaya a ser demasiado tarde. Jesús en el
Adviento nos está llamando a preparar los caminos de su venida; a salir a su
encuentro; Él es la luz del mundo; el que lo sigue no camina en tinieblas. Jesús
Eucaristía es luz, en cada Misa se nos ofrecen dos “mesas”, la de la Palabra y la del
Pan 4 . Es Cristo mismo quien habla cuando en la Iglesia se lee la Escritura; y es Él el
que se nos ofrece a sí mismo… realmente presente en las especies de pan y vino;
cuando estamos la Eucaristía estamos ante Cristo mismo; Jesús está con nosotros
hasta el final del mundo.
Descubramos el don de la Eucaristía como luz y fuerza para nuestra vida
diaria en el mundo, en donde cada uno vive y trabaja... Descubrámoslo para que
vivamos plenamente la belleza y la misión de la familia 5 . ¡Familia cristiana, se lo
que eres!
II
2 Cfr. Mane Nobiscum domine 14, 2
3 Cfr. Ibidem 6, 2
4 Mane Nobiscum Domine, 12, 1
5 Ibidem 30, 6
Las Lecturas de este último Domingo antes de la Navidad nos invitan a ir
considerando la ya inminente venida del Salvador, en su nacimiento en Belén: “He
aquí que la Virgen concebirá y dará luz a un hijo y le pondrán el nombre de
Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”.
En general las Lecturas de hoy nos hacen ver la procedencia humana y la
procedencia divina del Salvador. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Así nos lo indica San Pablo en la Segunda Lectura (Rom. 1, 1-7): “Jesucristo nació,
en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición
de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir
de su resurreccin de entre los muertos”.
Todo un Dios se rebaja de su condición divina -sin perderla- para hacerse
uno como nosotros y rescatarnos de la situación en que nos encontrábamos a raíz
del pecado de nuestros primeros progenitores. El viene a pagar nuestro rescate, y
paga un altísimo precio: su propia vida. Pero para poder dar su vida por nosotros,
lo primero que hace es venir a habitar en medio de nosotros, al nacer en Belén.
¡Qué maravilla el milagro de la Encarnación! En Jesucristo se unen la
naturaleza divina con la naturaleza humana, pero esto, sin que ninguna de las dos
naturalezas perdiera una sola de sus propiedades.
Ese insólito milagro sucede cuando el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios (la
Tercera Persona de la Santísima Trinidad) “cubre a la Virgen María con su sombra”
y ella, por el “Poder del Altísimo”, concibe en su seno al Hijo de Dios, al Emmanuel,
al Dios-con-nosotros. Así, el Verbo de Dios se encarna en las entrañas de la
Santísima Virgen María. (Lucas 1, 35-37): “María ha concebido por obra del Espíritu
Santo”. Así, el Salvador del mundo se hace Hombre, sin intervencin de varn, por
obra del Espíritu Santo, en el seno de la Virgen anunciada por el Profeta Isaías.
Y José acepta, en humildad y en obediencia, ser esposo terrenal de la Virgen
Madre y ser padre virginal del Hijo de Dios. Ya María había aceptado que se hiciera
en Ella según lo que Dios deseara, declarándose “esclava del Seor”: “Yo soy la
esclava del Seor. Hágase en mí según tu palabra”.
Y vemos en san José las virtudes que podemos imitar para que el misterio de
la salvación, que ese Niño vino a traernos, pueda realizarse en cada uno de
nosotros .
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)