La Sagrada Familia
Ecl 3,3-7. 14-17ª; Sal 127,1-2. 3 4-5;
Col 3,12-21; Mt 2,13-15. 19-23
Hoy, Primer Domingo después del Nacimiento de Dios-hecho-Hombre,
celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. Y en el Evangelio de hoy vemos a esta
Familia en un trance muy difícil. La narración simplificada de la Huída a Egipto tal
vez nos impide captar en toda su dimensión lo que debe haber sido esta
circunstancia para la Santísima Virgen y San José.
Nos dice el Evangelio (Mt. 2, 13-23) que, luego de la visita de los Reyes
Magos, “el Ángel del Seor se le apareci en sueos a José y le dijo: Levántate,
toma al Niño y a la Madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise,
porque Herodes va a buscar al Nio para matarlo”.
¡Qué fe y qué obediencia la de San José! ¡Ni lo piensa! “Esa misma noche”,
nos dice el Evangelio, hizo lo que el Ángel le había indicado. No esperó. No titubeó.
No buscó excusas. Sencillamente interrumpió el sueño, se levantó, y tomaron José
y María camino hacia Egipto con el Niño, en obediencia al mandato del Señor.
Comienzan, entonces, nuevos imprevistos y dificultades a la Sagrada Familia.
Esta orden del Señor significaba cruzar el peligroso desierto para escapar a un país
extraño y lejano. Cruzar el desierto significaba estar expuestos a sed, hambre,
riesgos, cansancio, etc. Irse a Egipto significaba un exilio en tierra extranjera. Pero
tanto la Virgen como San José aceptaban con una fe indubitable los planes de Dios
para con ellos. Así como partieron para Belén, justo, antes de que María diera a luz,
sin ningún temor, así como aceptaron tener como aposento para ellos y para el
“Rey de Reyes”, la humildísima Cueva de Belén, así aceptan marcharse de allí a una
tierra desconocida y lejana, sin saber siquiera por cuánto tiempo sería ese exilio.
La Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Colosenses (Col. 3, 12-
21) así como la Primera tomada del Libro del Eclesiástico (Eclo.3, 3-7/14-17), nos
dan pautas de comportamiento en medio de la familia.
Sin embargo esas formas de comportarse en familia que nos presentan estas
Lecturas, no son posibles si no vivimos en una continua búsqueda de la Voluntad de
Dios. Porque... ¿cómo podemos ser como nos dice San Pablo: “compasivos,
magnánimos, humildes, afables y pacientes, soportándonos mutuamente y
perdonándonos” si no vivimos en Dios? ¿Cómo podemos llegar “a la perfecta unión”
de que nos habla San Pablo, si no dejamos que sea Dios Quien nos una?, incluso, a
veces hay quienes impiden a él o a ella o a los hijos que se unan a Dios…
Dios puede unirnos en esa perfecta unión si buscamos y hacemos su
Voluntad, si le amamos a El sobre todas las cosas y dejamos que sea El Quien ame
a través nuestro. Así nuestro amor no será un amor egoísta, sino que será el Amor
de Dios en nosotros. Así ha de amar cada hijo y cada padre y cada madre…. Y ese
Amor de Dios en nosotros poco a poco nos va llevando a esa unión perfecta de la
cual nos habla San Pablo en la Segunda Lectura.
Hacer la Voluntad de Dios es dejar que El nos vaya transformando y nos
vaya haciendo compasivos, magnánimos, humildes, afables, pacientes, capaces de
perdonar y de apoyarnos mutuamente. Entregados cada uno a la Voluntad de Dios
podremos amar con ese amor que une, ese amor que une en forma perfecta,
porque es el Amor de Dios viviendo en cada uno de nosotros y en medio de cada
familia. Hoy también podemos preguntarnos ¿Cómo padre o madre o como hijo,
estoy cumpliendo la voluntad de Dios o estoy haciendo mi voluntad?, que muchas
veces puede ser conducida por los temores, heridas y complejos que arrastramos
desde la infancia o desde el vientre materno…
Eso lo comprendió cabalmente la Sagrada Familia, el modelo de familia que
Dios nos dejó. Ellos obedecían ciegamente la Voluntad del Padre. Ellos respondían
con prontitud a la llamada del Señor. Ellos creían con fe ciega en los planes del
Señor para con ellos, por muy inconvenientes que parecieran. Ellos, todo lo
entregaban al Padre y se ponían en manos de El, con una confianza absoluta en su
Voluntad.
Los momentos difíciles vendrán más tarde o más temprano, más frecuentes
o menos frecuentes, para cada familia o para cada uno en particular. Pero, viendo y
actuando desde la Sagrada Familia, confiando en la Voluntad Divina, todo se hace
posible y todo se hace más fácil, porque todo está en manos del que nos guía. Y
Ese que nos guía es el mismo que guió a la Sagrada Familia por el desierto hacia
Egipto, la acompañó durante el duro exilio allí y luego la guió de vuelta a Nazaret.
Ese es el Padre Dios que nos ama, que desea sólo nuestro bien. Y nuestro bien
personal y nuestro bien familiar están en el cumplimiento de su Divina Voluntad.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)