31 de diciembre
Fin de año
Nm 6,22-27; Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8;
Gál 4,4-7; Lc 2,16-21
“Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la
eternidad. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”
Hoy proclamar esta verdad tiene un sabor especial: centra nuestra mirada en
Jesús, Verbo encarnado, principio y fin y centro de la historia; miramos hacia
nuestra historia, nuestra limitación; pero al mismo tiempo nuestra vocación a vivir
en el siempre de Jesús. En efecto, el último día del año proclamamos esta verdad,
en el paso del “ayer” al “hoy”: “ayer”, al dar gracias a Dios por la conclusión del
año viejo; “hoy”, al acoger el año que empieza; y el siempre, nuestro destino
eterno . Cristo, pues, es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13, 8). Él es el Señor
de la historia; suyos son los siglos y los milenios.
Con el Año de la eucaristía 2005, celebrado en México, su santidad Juan
Pablo II quiso que se pusieran los medios para tener una celebración más sentida,
una adoración prolongada y fervorosa ante Jesús Eucaristía, que nos llevara a un
mayor compromiso de fraternidad y de servicio a los más necesitados; Este año fue
una importante ocasión pastoral para que toda la comunidad cristiana nos
sensibilizáramos a hacer de este admirable Sacrificio y Sacramento, el corazón de
nuestra vida; siguiendo el ejemplo de María, “mujer eucarística”.
El primer día del nuevo año concluye la Octava de la Navidad del Señor y
está dedicado a la santísima Virgen venerada como Madre de Dios, esta es la razón
del porque obliga la santa Misa y no se debe trabajar... El evangelio nos dice que
María «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19). Y lo
mismo sucede también hoy. La Madre de Dios y de los hombres guarda y medita
en su corazón todos tus problemas, los de tu familia, de nuestra comunidad de de
toda de la humanidad, grandes y difíciles. La Madre del Redentor camina con
nosotros y nos guía, con ternura materna hacia el futuro. Así, ayuda Ella a cada
uno a cruzar todos los «umbrales» los meses y los años de nuestra vida, y de los
siglos y de los milenios, sosteniendo nuestra esperanza en aquel que es el Señor de
la historia.
Ayer y hoy. El Hoy, último día del año, queremos considerar los días, las
semanas, los meses transcurridos, como un fragmento de la historia de la
salvación, que a todos nos atañe: otro año solar que dentro de poco será ya
pasado: nos vamos acercando al día que no tienen fin; cabe preguntarnos ¿He
vivido como hijo de Dios, como hijo de María, como redimido por Jesús…? Brota
naturalmente el deseo de pedir perdón y de dar gracias a Dios: pedir perdón por las
culpas cometidas y las faltas y carencias registradas, confiando en la misericordia
divina; y dar gracias por lo que Dios nos ha dado cada día.
En buen propósito para este año de la eucaristía sería no permitir ser
esclavizados por el mal y el malo, porque ya hemos sido liberado de la esclavitud
del pecado por el Niño de Belén, por Cristo crucificado y resucitado, «para que nos
transformemos, según el designio de Dios, y lleguemos a nuestro meta: ver a dios
cara a cara, gozando de Él para siempre 1 . Es así como los creyentes hemos de
mirar nuestro mundo, nuestra historia que avanzan gradualmente hacia el umbral
de una eternidad dichosa.
El Verbo eterno, al hacerse hombre, entró en el mundo y lo acogió para
redimirlo. Por tanto, el mundo no sólo está marcado por la terrible herencia del
pecado; es, ante todo, un mundo salvado por Cristo, el Hijo de Dios, crucificado y
resucitado. Jesús es el Redentor del mundo, el Señor de la historia: suyos son los
años y los siglos.
Hermanos, hermanas, impulsados por la gracia, levantémonos
continuamente, y caminemos hacia el bien y la verdad: que anidan en lo más
íntimo de nuestro ser, de nuestra dignidad de hombres y mujeres: dotados de una
inteligencia que busca la verdad y de una libertad que está hecha para el bien;
guiados, pues, por la fuerza de la redención, camina hacia Cristo, caminemos
alimentados, y en el amor de Jesús, oculto en la Eucaristía, pero realmente
presente; caminemos con nuestra Madre según el proyecto de Dios Padre,
animados por el Espíritu Santo.
“Jesucristo es el principio y el fin, el alfa y la omega. Suyo es el tiempo y la
eternidad” Empecemos este año nuevo en su nombre. Que María nos obtenga la
gracia de ser fieles discípulos suyos, para que con palabras y obras lo glorifiquemos
y honremos por los siglos de los siglos. Amén.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)
1 Cfr. GS 2