CIUDADANOS Y CREYENTES A LA VEZ
(Domingo XXIX. T.O. Ciclo A)
20 octubre 2002
El ser humano es ciudadano y creyente. Parecen dos esferas opuestas y excluyentes. La
Liturgia de este domingo viene a decirnos que no sólo es posible, sino necesario integrarlas
mutuamente. Es lo que expresa la tan conocida frase del Evangelio de este domingo: "Dad al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". El César y Dios, lo civil y lo religioso, el
espacio profano y el espacio sagrado. La vida entera tiene que estar coordinada e integrada en
una misma dirección. No se puede ser una cosa o de una manera en un sitio, y de otra en otro.
No se puede ser muy religioso y muy cristiano... en el momento de estar en la iglesia, y, a la
vez, fuera, cuando se actúa en la vida, ser alguien que no se siente y actúa motivado por lo
religioso.
Lo vemos también en la primera lectura: Ciro, pagano, es instrumento de Dios a favor de su
pueblo. Desde lo temporal hay que respetar y propiciar también lo religioso. Esto se consigue
actuando con coherencia. Con lo que descubrimos otro aspecto, también sumamente
importante y actual: no hay que relegar la fe al ámbito de lo privado. Por la misma razón que
estamos manejando: porque nuestra vida no está hecha de momentos o actuaciones
independientes entre sí y sin que tengan nada que ver unas con otras. No. Lo que uno vive y
experimenta en el interior, tiene que manifestarse al exterior.
En la segunda lectura, San Pablo elogia el dinamismo de la fe, el esfuerzo de la caridad y el
aguante de la esperanza de los Tesalonicenses. Es decir, la vivencia que, desde la fe, se
concreta en lo temporal. Porque no es sólo que debamos manifestarnos como creyentes
públicamente. Es que, como tales, no podemos aislarnos e inhibirnos del mundo que nos rodea
en cuanto social, económico, político... Ese compromiso es consecuencia de nuestra condición
de creyentes.
"Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Vivid como creyentes. Actuad
como creyentes. Comprometeos como creyentes. Esa es la coherencia de la fe. Esa es la
eficacia de la fe.
Miguel Esparza Fernández