Domingo Primero de Cuaresma, Ciclo A
Las tentaciones del cristiano
Gén 2,7-9; 3,1-7; Sal 50,3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17; Rom 5,12-19; Mt 4,1-
11
Los Evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto
inmediatamente después de su bautismo por Juan. Jesús permanece allí sin comer
durante cuarenta días. Al final de este tiempo, Satanás lo tienta tres veces tratando
de poner a prueba su actitud filial hacia Dios 1 .
El sentido salvífico de este acontecimiento : Jesús es el nuevo Adán que
permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió
perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente
provocaron a Dios durante cuarenta Años por el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se
revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. La victoria
de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la pasión,
suprema obediencia de su amor filial al Padre 2 .
La tentación es experiencia permanente y universal . Todos los
humanos fueron, son y serán tentados: el primer Adán, tentado en el paraíso; el
segundo, en el desierto. El primer Adán, tentado con la manzana de la ciencia y del
poder; el segundo, con la manzana del consumo y de la gloria. El primer Adán,
tentado para que sea Dios; el segundo, tentado para que no sea siervo.
Son las mismas tentaciones de todos los hombres y pueblos . La
tentación de Israel en el desierto, la de la Iglesia en la historia. En el fondo es la
desconfianza, la no dependencia, la autosuficiencia. En definitiva, la tentación de
todos es negarse a servir, negarse a morir, negarse a amar.
Por consiguiente, las tentaciones de Jesús en el desierto, nos permiten
pensar en las tentaciones de todo cristiano . Analicemos estas tentaciones que
se le presentaron a Jesús y que de algún modo se nos presentan también a
nosotros.
La primera tentación quiere resolver el hambre : “Si tú eres el Hijo de
Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”: es la tentación de construir
la nueva sociedad mediante medios económicos, convirtiendo las piedras en panes.
Ayer como hoy, Hay ciertamente abundancia de personas hambrientas en el mundo
1 CIgC 538
2 CIgC 539
que habrían aceptado gustosas ese pan, viniera de donde viniera. Pero Jesús
responde al tentador: "no sólo de pan vive el hombre". No es que Jesús dejara de
reconocer que el pueblo tenía necesidades económicas; más bien reconoció, por
una parte, que no era ésta su más profunda necesidad y, por otra, que no era esto
lo que Dios quería que fuera el objetivo principal de su obra. Jesús dice que lo que
da vida es el plan de Dios. ¿Cuántas veces no caemos en la tentación de encerrarnos en
nosotros mismos y querer que Dios resuelva nuestros problemas de manera inmediata
olvidándonos de su plan?
La segunda tentación tiene que ver con la misión y los medios
para llevarla a cabo . El tentador lleva a Jesús al alero del templo y le dice: “Si
eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus
ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu
pie en piedra alguna". Una idea muy seductora. Pero la respuesta de Jesús fue
crucial: “no pondrás a prueba al Señor tu Dios”. Para Jesús hacer la voluntad de
Dios significaba servicio y sufrimiento, y no el uso arbitrario de las promesas de
Dios para sus propios fines personales y egoístas. Por eso rechazó la tentación de
ser reconocido como el salvador prometido por Dios mediante un despliegue del
poder de hacer milagros. Naturalmente que los obró, pero también dio a entender
claramente que los milagros eran signos vivos de su mensaje: no eran el mensaje
mismo. ¿Cuántas veces no caemos en la tentación de pedir pruebas o evidencias
deslumbrantes para poder decirle a Dios que creemos en él? Y todavía, más
fatal, cuando le decimos que para creer en él, debe hacer nuestra voluntad, lo
que le pedimos…
La tercera tentación tiene que ver con el poder-Mesías político : “Te
daré todo esto, si te postras y me adoras”. No es que Jesús no sintiera simpatía por
el profundo deseo de libertad que experimentaba su pueblo. Después de todo, Él
mismo vivía bajo la tiranía de Roma. Conocía muy bien la miserable condición de
sus compatriotas, pero rechazó el mesianismo político por dos razones:
primeramente rechazó las condiciones en que el demonio se lo ofrecía: compartir
soberanía con él. Esto era algo que Jesús no podía aceptar. Y por otra parte,
reconocer el poder del demonio en cualquier área de la vida habría sido negar la
suprema autoridad de Dios. Jesús veía que lo que los hombres necesitaban era
entregar su voluntad y libre obediencia a Dios, y de este modo recibir la libertad
moral para crear la clase de sociedad nueva que Dios quería que tuvieran. Por esto
Jesús le dice al tentador: “¡Apártate, Satanás!” Jesús no trataba de imponer un
nuevo autoritarismo para reemplazar al viejo autoritarismo de Roma. ¿Cuántas
veces no hemos caído en la tentación de querer subir muy alto a cambio de doblar la
rodilla ante personas o cosas que no son Dios?
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)