Domingo Cuarto de Cuaresma, Ciclo A
1Sam 16,1b. 6-7. 10-13ª; Sal 22,1-3a. 3b-4. 5. 6;
Ef 5,8-14; Jn 9,1-41
Cristo, luz para nuestro mundo
El domingo IV de Cuaresma, domingo “Laetare”, anuncia la proximidad de
la Pascua, pasada ya la mitad de la Cuarentena: segunda etapa de gran
experiencia, de examen interior y renovador que todos estamos llamados a
realizar.
Si el diálogo con la samaritana conducía a "escrutar" las disposiciones
interiores para acoger la oferta del Don del Espíritu hecha por Cristo, la narración
del ciego de nacimiento conduce a “escrutar” las zonas de nuestra vida que
permanecen más o menos tenebrosas. Hoy es la invitación a dejar nuestras
cegueras espirituales; si nos dejarnos iluminar, más y más por el Señor,
conseguiremos llevar una vida luminosa.
Cada ao, renovadamente, se dirige a nosotros esta exigencia: “Ve y lávate
en la piscina de Siloé”. Allí, en la oracin y en el amor fraterno, en la conversin y
en la reconciliación... Los sacramentos son los medios que nos ofrece el señor
para ver; para que nuestro corazón se abra siempre de manera nueva a la luz.
San Pablo se dirige hoy a nosotros: “despierta, tú que duermes, levántate de
entre los muertos; que Cristo será tu luz”.
Cristo está aquí. En su mano tiene el lodo que proporciona la salud; su
santa carne, su cuerpo humano y terreno. Y la misteriosa piscina de Siloé está
representada por el cáliz con el agua y sangre preciosísimas que brotaron del
costado del Crucificado. Todo está dispuesto para la salvación, para la
iluminación. Y he aquí que también nosotros, los ciegos de nacimiento, estamos
presentes. Pero ¡con qué facilidad el pecado vuelve de nuevo a enturbiar nuestra
vista!
No tenemos derecho a llegar a la fiesta pascual llevando nuestra ceguera
espiritual, encerrados en nuestra realidad pecadora; acerquémonos al altar del
sacrificio, a las manos del Salvador, a la piscina de Siloé. Y que ocurra en nosotros
el Lavi et vidi et credidi Deo: “Me lavé, vi y creo en Dios”.
Cada año la Pascua nos recuerda a los cristianos la gracia de nuestro
Bautismo. Aquel día, cada bautizado, por los padres y padrinos, encendieron del
Cirio grande los cirios personales, como compromiso de fidelidad a la Luz, como
propósito de lucha contra las tinieblas, que son la falsedad, el odio, la injusticia...
El bautismo ha otorgado un nuevo nacimiento al creyente: la vida en
el Señor. San Pablo exhorta al bautizado a despertar, a resucitar con Cristo (5, 8-
14), para vivir unido a Cristo resucitado; para de caminar como hijo de la luz: en
la bondad, santidad y verdad (5, 9).
Cristianos, vivamos como hijos de la luz, seamos iluminadores de los
demás: con nuestro ejemplo de vida pascual, podemos y debemos ayudar a otros,
empezando por los más cercanos, a descubrir la fuente de la Luz verdadera y el
sentido de la vida.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)