LA VIGILIA PASCUAL
Rom 6. 3-11; Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23; Mt 28,1-10
El domingo, día del Señor
En esta noche el Señor resucitó e inauguró para nosotros en su carne, la
vida en que no hay muerte. Cuando aquellas mujeres que lo amaban vinieron a su
sepulcro, en su busca, supieron por los ángeles que había ya resucitado durante la
noche. El Mesías, prenda de nuestra resurrección, ¡Ha Resucitado! Esta será para
nosotros una ley eterna hasta el fin del mundo. Por tanto, es paso de Cristo de
este mundo al Padre; de la muerte a la vida; de la derrota y el fracaso a la
victoria definitiva. Es el paso del cristiano de la muerte del pecado a la vida de
Dios; de las tinieblas a la luz; de la esclavitud a la libertad; de la condición de
siervo a la del Hijo. Por esto llamamos a Cristo, «nuestra Pascua»: «Cristo,
nuestra Pascua, se inmoló (1 Co 5,7). Él fue para nosotros el paso único y el
puente definitivo para pasar nosotros al Padre.
¡Ha Resucitado! Es lo que celebramos esta noche. Y la liturgia se vuelca en
ello con toda la exuberancia de signos: fuego, luz, agua, Palabras, cantos, flores.
Todo es vida. Todo proclama la resurrección de Jesús. Todo, esta noche es un
grito de fiesta. Todo se puede resumir en una palabra significativa, que se canta
con toda el alma.- ¡ALELUYA! Del hebreo Hallelú-Yah, significa: alaben, con
sentido de júbilo, y Yah, que es abreviación de Yahvé (el Señor). Significa:
¡Alaben al Señor! La Iglesia en su culto la ha usado desde el principio, como
aparece en el Apocalipsis (19,4). En la liturgia el Aleluya es manifestación del
culto cristiano que prorrumpe en la solemnidad de la Pascua y se repite en la
cincuentena pascual.
La palabra «vigilia», aquí tiene un sentido propio: «una noche en vela». La
Vigilia Pascual supone que «pasamos en vela la noche en que el Señor resucitó»:
es la madre de todas las vigilias. Es la Solemnidad de las Solemnidades, la noche
primordial de todo el año. Más importante que la Navidad, que también tiene su
celebración nocturna. La Pascua de Resurrección es la primera de todas las
solemnidades cristianas, y la raíz y el fundamento de todas ellas. Estamos en la
cumbre de la Historia de la Salvación y en el centro y corazón de toda la liturgia
cristiana. Cristo ha resucitado, según las Escrituras (1 Co 15,4). Este es el núcleo
central de la predicación apostólica, del kerigma primitivo (Hch 2, 24-32; 3, 5; 4,
10, 33, 34; Lc 24,46). Y el fundamento de la fe cristiana (1 Co 15,1 7). La
Resurrección de Jesús, tal como Pedro la proclama ante los primeros gentiles
convertidos (Hch 10,36-43), es el «acontecimiento-síntesis», que abarca e ilumina
la totalidad del Misterio de Cristo. La resurrección de Cristo inaugura el tiempo de
la «nueva-creación» en el mundo (Rm 1,4; 2 Co 13,4; Flp 2,9-10), y en nosotros
(Rm 6,4; Co 5,1 7; 1 P 1,3-4).
Pascua es la fiesta de la alegría, del triunfo, de la vida: en contraste con las
tristezas de los días pasados, el recordar y revivir la tragedia del Calvario y el
escándalo de la Cruz, hoy nos llena de alegría de la primavera cristiana en la que
nacemos a una nueva existencia, a una nueva vida (Rm 6,4). Pascua es la fiesta
de la luz. Este cirio cuya luz nos ilumina, es el símbolo de Cristo, luz de los
hombres y del mundo (Jn 1,4.9; 8,12). Ese lucero encendido en la noche de
Pascua «no volverá a conocer ocaso» (Pregón pascual). Pascua es la fiesta de la
libertad: La humanidad estaba encadenada a los pies del peor de los amos, era
esclava del pecado (Rm 6,17-18), pero ahora por la Resurrección de Cristo,
«libres del pecado y siervos de Dios, tienen por fruto la santificación y por fin, la
vida eterna» (Rm 6,22).
El día del Señor. «La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su
origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual
cada ocho días, en el día que se llama con razn „día del Seor‟ o domingo»1.
Aquí es donde toda la comunidad de los fieles encuentra al Señor resucitado que
los invita a su banquete (Cfr. Jn 21,12; Lc 24,30): El día del Señor, el día de la
resurrección, el día de los cristianos, es nuestro día. Por eso es llamado día del
Señor: porque es en este día cuando el Señor subió victorioso junto al Padre.
El domingo es el día por excelencia de la asamblea litúrgica, en que los
fieles “deben reunirse para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la
eucaristía, recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar
gracias a Dios, que los „hizo renacer a la esperanza viva por la resurreccin de
Jesucristo de entre los muertos”2. Cuando meditamos, oh Cristo, las maravillas
que fueron realizadas en este día del domingo de tu santa resurrección, decimos:
Bendito es el día del domingo, porque en él tuvo comienzo la Creación... la
salvación del mundo... la renovación del género humano... en él el Cielo y la
Tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno de Luz. Bendito es el día del
domingo, porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y
todos los desterrados entraran en él sin temor”
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)
1 SC 106
2 SC 106