Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Nadie nos ha contratado
Conocí, en México, a don Félix Ayala, el dueño de la fábrica de chiles “La morena”, (en
honor a la Virgen de Guadalupe) que tiene una filosofía peculiar. De joven comenzó a
trabajar como chofer de un camión de verdura, pero luego se hizo de una máquina
procesadora de alimentos abandonada, que puso a funcionar, con la ilusión de ofrecer
trabajo a la gente del pueblo. Actualmente su empresa tiene 1950 mujeres empleadas. Me
explicaba que todas son mujeres porque los hombres se gastan la quincena en bebidas y no
llega el dinero a la casa, además de que ellas son más hábiles con las manos y pasan menos
veces al baño.
“Nadie nos ha contratado” (Mt 20,7) son las lastimeras palabras de los que sufren el
problema del paro. El evangelio de este domingo nos interpela a todos, gobierno y
privados, para tomar conciencia de que el mejor modo de contribuir al progreso, a la paz y
a la unión familiar está en ofrecer posibilidades de empleo.
El trabajo es un derecho fundamental de la persona. Los universitarios esperan ansiosos sus
primeras ofertas conforme avanzan los semestres de la carrera; los adultos se esmeran por
forjar su patrimonio y los ancianos esperan la jubilación para organizar el resto de su vida
de modo decoroso y útil, pues aunque el trabajo fatiga, te mantiene en forma.
El trabajo es un medio a través del cual la persona se humaniza y se perfecciona. En él se
cumple el plan de Dios que le confió al hombre la tierra para gobernarla (Gn 3,19). El
mismo Hijo de Dios se sometió al duro yugo del trabajo y aprendió a ganarse el pan con el
sudor de su frente en la carpintería, junto a san José.
El trabajo es tan sano y necesario, que la madre Elvira Petrozzi lo ha utilizado como terapia
para sacar a los jóvenes de la droga y a la gente que desesperada que no encuentra un
sentido en la vida. “ Il cenacolo” es una obra que ofrece el trabajo, la oración y la verdadera
amistad para rescatar a personas con problemas graves.
En el mundo del trabajo hay dos partes: por un lado está la responsabilidad del gobierno,
empresarios y comerciantes de ofrecer trabajo evitando los abusos de la explotación, los
salarios injustos y el tratar a los obreros como mercancías. Por otra parte están los
empleados que deben cooperar con la empresa siendo responsables, pues forman parte de
ella y eso se debe ver reflejado en el reparto de utilidades. La fábrica de chiles o las
comunidades de sor Elvira nos demuestran que sí se puede, si se quiere.
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