Comentario al evangelio del Miércoles 21 de Septiembre del 2011
Es muy importante el evangelio de hoy. Dice Jesús que “no ha venido a llamar a los justos sino a
los pecadores.” Toda una forma de entender la Iglesia, la comunidad de los seguidores de Jesús. Nada
que ver con la idea de que somos el resto puro de la humanidad, la parte no contaminada y cosas por el
estilo. Somos una comunidad de pecadores que hemos encontrado en Jesús el perdón, la reconciliación,
el cariño que a todos nos hace falta para levantarnos de nuestras cenizas, de nuestros lodos y miserias,
y volver a empezar de nuevo.
No es que caímos, nos levantó la presencia de Jesús y ahora ya estamos arriba. Lo más probable es
que sigamos abajo. Si estuviésemos en aquel grupo de judíos a los que Jesús dijo aquello de “el que
esté libre de pecado que tire la primera piedra” seguro que no podríamos ni levantar las manos. No
estamos libres de pecado. El egoísmo, los miedos, la violencia, las miserias se nos mezclan con tantas
cosas buenas como hay en nuestra vida.
Así somos, como personas y como comunidades, como Iglesia. Una comunidad de pecadores. Pero
lo más importante no es nuestro pecado. Lo más importante es que hemos experimentado en nuestros
corazones el amor de Dios, su perdón, su capacidad enorme para curarnos, para sanar nuestras heridas.
Somos una comunidad agradecida. Los fariseos que acusan a Jesús de comer con los pecadores no han
experimentado nunca ese perdón y la alegría que se siente. No pueden mirar a sus hermanos de frente
porque no se han mirado a sí mismos de frente nunca. Tienen una imagen falsa de sí mismos. Se
sienten puros, incontaminados. Se siente por eso jueces de sus hermanos.
Los pecadores con los que se sienta Jesús se conocen a sí mismos perfectamente. Saben que su vida
es un desastre. Pero sienten también la mirada de Jesús y en ella, reflejado, el amor de Dios. Se sienten
perdonados y capaces de perdonar. Se sienten capaces de anunciar la buena nueva a otros porque ellos
mismos la han experimentado y la experimentan día a día.
Ser apóstol es pertenecer a esa comunidad de pecadores reconciliados. Y hacerlo con alegría y
gozo. Y ser portadores de perdón y amor y alegría por todas partes. Como Mateo, el publicado.
Fernando Torres Pérez cmf