Solemnidad del Corpus Christi
Jueves o Domingo después de la Trinidad
En el evangelio JESUCRISTO nos han hablado repetidamente de “vida”. Vida que
es comunión con Dios y, por tanto, es para ahora y para siempre. Una vida que
significa vivir como hijos del Padre siguiendo el camino de JESUCRISTO, vivificados
por su Espíritu.
Recordemos que la Eucaristía, como alimento para nuestro camino, es una
comunión con JESUCRISTO. “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y
yo en él”, dice Jesús. La Eucaristía es el mismo JESUCRISTO quien quiere dársenos
y no porque nosotros lo merezcamos, sino porque nos ama. La Eucaristía es
comunión para vivir como hijos de Dios, como él vivió.
En el evangelio que acabamos de escuchar, Jesús, en la sinagoga de Cafarnaún,
hablaba a la gente y les anunciaba el alimento de su carne y su sangre como fuente
de vida para todos.
Todos estamos llamados a seguir a Jesús, todos somos llamados a la fe en él,
todos somos llamados a caminar por su camino. Todos nosotros, todos los
cristianos, sabemos que en Jesús tenemos el camino, y la verdad, y la vida. Pero la
llamada de Jesús no se acaba aquí, el ofrecimiento de Jesús no termina aquí.
Porque él nos dice, en el evangelio de hoy, que lo podemos encontrar de una
manera muy palpable, muy visible, en estos signos tan sencillos, tan humanos, del
pan y el vino. En el pan y el vino de la Eucaristía, Jesús se acerca a nosotros. Y,
alimentándonos con esta comida y esta bebida, nosotros nos unimos a él muy
profundamente, muy íntimamente: con esta comida y esta bebida, él penetra en
nuestro interior, y se une a nosotros, y nos hace empezar a vivir su vida eterna.
La solemnidad de hoy es una oportunidad para valorar la Eucaristía. Muy
importante es que la valoremos mucho, y que pongamos mucha atención en la
plegaria eucarística, y que nos unamos a ella con todo el corazón, y después nos
acerquemos a comulgar con un gran espíritu de fe.
Vale la pena que valoremos también otros momentos de acercamiento a la
Eucaristía de Jesús, por ejemplo, la participación en la misa diaria aquellos que les
sea posible: es un momento de vivir, de manera más tranquila, más sencilla como
sencilla es la vida cotidiana, este acercamiento al Señor que nos reúne y se nos da
como alimento.
Igualmente, es otra buena manera de acercarse a la Eucaristía el hallar de vez
en cuando momentos para acercarse a orar ante el sagrario. Después de la misa,
allí se conserva al Señor presente en el pan consagrado. Y ponernos ante él es una
especial manera de vivir su proximidad.
Finalmente, hoy es una ocasión para recordar la importancia que tiene el
facilitar a los enfermos poder participar de la Eucaristía. Llevar la comunión a los
enfermos e impedidos es uno de los buenos signos de atención cristiana a nuestros
hermanos que sufren o no pueden hacer la vida normal. Preocupémonos de que
puedan recibirla.
Ahora, pues, preparémonos para la Eucaristía. Con acción de gracias al Padre,
con actitud de plegaria al Espíritu Santo, haremos el memorial de Jesús muerto y
resucitado, para que sea para nosotros alimento de vida por siempre: “el que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)