Domingo Décimo Quinto del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Is 55,10-11; Sal 64,10abcd. 10e-11. 12-13. 14;
Rom 8,18-23; Mt 13,1-23
Durante tres domingos leeremos el capítulo 13 de san Mateo, dedicado a las
parábolas del Reino. Jesús nos habla del reinado salvador de Dios. Todo lo dirá en
parábolas, muy propias para revelar su mensaje a la gente sencilla.
Jesús, con la parábola del sembrador, explica el significado auténtico de su misión:
no he venido a juzgar, sino a salvar. Ha venido a inaugurar no el tiempo del juicio,
sino el de la paciencia. Hace resaltar, ante todo, la figura del sembrador: Jesús
mismo, que siembra buena semilla en todos los terrenos, en los buenos y en los
malos; éstos responden de forma diferente ante la semilla sembrada en ellos; son
las diferentes posturas del corazón de cada uno de nosotros ante el sembrador y la
semilla que va sembrando, ¡qué diferente respuesta!
Vamos al punto central de la parábola. Un punto que no ha de buscarse en el final,
en la cosecha, sino en el principio, en la siembra. La parábola nos proyecta a ver el
presente. El Reino de Dios está aquí -si bien escondido- en acción.
Cristo nos dice que el Reino es una siembra y él es el sembrador. Su tarea
específica es la de sembrar. Ni siquiera es importante saber lo que siembra. Lo
significativo es el acto de sembrar. Y aquí podemos hacer una aplicación práctica:
¿por qué se obtienen unos resultados tan modestos?, ¿vale la pena insistir?, ¿qué
se consigue?, ¿para qué tantos esfuerzos, tantos sacrificios, tantas esperanzas? Se
da en la parábola un fuerte contraste entre lo sembrado y el resultado; entre la
aparente derrota y el éxito. En efecto, es una invitación a despertar, a revisar
nuestra realidad, a redescubrir qué clase de terreno hay en cada uno, en mi
corazón; ¿qué cosecha se espera de mí, según como estoy creciendo y
desarrollando mi fe, mi vida en Jesús, mi respuesta a su mensaje?
El sembrador no elige el terreno. No decide cuál es el terreno bueno y cuál es el
desfavorable, cuál apto y cuál menos apto, cuál del que se puede esperar algo, y
cuál por el que no vale la pena esforzarse. El sembrador no hace distinciones, tiene
esperanza en que todos los terrenos, nosotros, demos una cosecha abundante.
Así como Jesús, espera una respuesta positiva de cada uno de nosotros, seamos
como seamos, vivamos como vivamos, también nosotros podemos hacer nuestra su
actitud hacia nuestros semejantes: sembrar el amor, el mensaje de Jesús, a Jesús
mismo en los corazones: unos buenos y otros no tan buenos, pero ¡vale la pena
esperar mañana una respuesta mejor de todos!
El terreno se revela en lo que es, después de la siembra, no antes. Si todos los
cristianos, que debemos ser anunciadores de la palabra, recordáramos esto...
Nuestro quehacer no consiste en clasificar los varios tipos de terreno, en trazar el
mapa de las posibilidades. Nosotros debemos poner a prueba todos los terrenos.
Tenemos que arriesgar la palabra por todas partes. Quiero decir que debemos
aprender a “malgastar” la simiente. Aprender a hacer numerosos gestos “inútiles”;
pues, la semilla, que es la palabra, tiene también el poder de transformar el
terreno, puede romper las rocas, abrirse un paso en el camino trillado hacia las
profundidades del ser...
No se dice que la semilla se resigne a las condiciones que encuentra. La palabra es
creadora. También del terreno. Basta dejarla obrar. Es la palabra que puede
transformar el “corazón de piedra” en “corazón de carne”. La semilla se pierde, de
verdad, sólo cuando se queda en las manos cerradas de un sembrador “razonable”.
Que no “sale” para no poner en peligro la palabra. Y no cae en la cuenta de que es
necesario, en lugar de esto, poner en peligro el terreno...
Subrayamos, finalmente, la frase: “El que tenga oídos que oiga”: tiene oídos
solamente el que entiende. Para oír, es necesario antes comprender; pues, si uno
no entiende, se hace sordo.
Es necesario antes en-tender, o sea, tomar postura ante el mensaje: aceptarlo con
todo el ser. Sólo entonces se está en disposición de oír al que habla y vivir lo que
enseña.
Queramos ser, hoy nosotros, terreno bueno, oyendo, comprendiendo, aceptando y
viviendo el mensaje de Jesús, produciendo en la semana un alto porcentaje…
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)