Domingo Vigésimo Séptimo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Is 5, 1-7; Salmo 79, 9 y 12. 13-14. 15-16. 19-20;
Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43
Si el evangelio insiste en un tema, por conflictivo que sea, no tenemos que evitarlo
nosotros. Las parábolas que san Mateo sitúa al final de la vida de Cristo apuntan
claramente a la incredulidad del pueblo de Israel: hace dos domingos, los llegados
a la viña a última hora (los paganos) eran equiparados a los primeros (los
israelitas); el domingo pasado, el hijo que no quiso ir al trabajo, pero que luego
recapacitó y fue, es alabado por encima del hijo “bueno” que al final no fue a
trabajar. Hoy es la parábola de los viñadores infieles.
Hemos escuchado, en la primera lectura, la imagen de la viña que no produce
frutos, a pesar de los mimos del viñador. Es una imagen a través de la cual el
poeta-profeta denuncia la realidad: hay asesinatos y lamentos de oprimidos, en vez
de justicia y lealtad...
La parábola de Jesús todavía es más clara; los destinatarios, sumos sacerdotes y
guías de Israel, la entendieron demasiado bien. Es una parábola que resume la
historia de Israel y a la vez es profecía del hecho dramático de la entrega del Hijo
de Dios a la muerte. La obstinación, la incredulidad... la exclusión del Reino. Y lo
mismo queda expresado en la otra metáfora: la piedra angular que no han sabido
apreciar.
Sería muy cómodo aplicar la lección a Israel y a su infidelidad. Pero ¿no nos
portamos nosotros, los cristianos de hoy, de la misma manera?, ¿no somos
viñadores descuidados, infieles, estériles, que frustran los planes de Dios?, ¿de
veras sabemos reconocer en la práctica a Cristo como la única piedra en la que
fundamentar nuestro edificio?, ¿creemos de veras en Él, en su Evangelio,
aceptando su criterio de vida como nuestro? Los “hombres de bien” de Israel eran
“cumplidores”, conservaban nominalmente la Alianza, iban al Templo y a la
sinagoga, recitaban sus oraciones... Pero no cumplían el espíritu de la ley. Y no
aceptaron a Cristo. ¿Y nosotros? La ejemplificación podría ir en estas dos
direcciones:
-a veces nos creemos con derecho al premio porque “cumplimos”: pero hoy se nos
habla de dar frutos verdaderos, y no sólo palabras; “uvas” y no “agraces”;
-nuestro cristianismo es a veces demasiado tranquilo, satisfecho de sí mismo: y de
repente nos viene la palabra de juicio: ¿se puede decir que nuestra viña está
rindiendo la cosecha que Dios esperaba?;
-la viña tanto es la comunidad eclesial, parroquial, religiosa..., como cada uno de
nosotros; Dios ha puesto a nuestra disposición todos los medios: ¿estamos
realizando su plan en nuestra vida?, ¿damos al mundo la imagen de Dios que
necesita?, ¿trabajamos por Cristo o por intereses nuestros?, ¿somos oportunistas,
acomodaticios?, incluso ¿pretendemos apropiarnos de la viña, que sólo es de Él?
-también es actual la actitud de Israel con relación a los profetas y al Profeta:
porque Dios sigue enviando al mundo sus profetas: voces carismáticas que suenan
fuertemente también en nuestro tiempo; hay mil modos de esquivar esas voces: se
las puede hacer callar…, se las puede difamar: “sí, es un hombre de carisma, pero
es involucionista, es un conservador, tira demasiadas piedras…”; se les puede
acusar: ese es demasiado presumido, ese no vive lo que predica, se mete donde no
le llaman”; o se les puede ignorar sencillamente: esa familia vecina que conocemos
tan íntegra y fiel a su fe cristiana: “seguramente son apocados, o no saben hacer
otra cosa...”; no hay peor sordo...
En la Eucaristía celebramos y recibimos a Cristo: el Profeta que a sí mismo se ha
llamado la “verdadera vid”: Él sí que supo dar frutos plenos a su Padre. Y además
se ha hecho vino para nosotros: para que bebiéndole aprendamos a dar frutos en
Él.
Respondamos con el salmo 79, que expresa muy bellamente la plegaria y lo que ha
de ser la vida de los nuevos viñadores, el nuevo pueblo de Dios que tiene por
misión hacer que la viña dé frutos en la fidelidad:
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)