Domingo Primero de Adviento, Ciclo B
Is 63,16b-17; 64,1. 3b-8; Sal 79,2ac y 3b. 15-16. 18-19;
1 Cor 1,3 9; Mc 13,33-37
El punto clásico que podemos destacar en el primer domingo de Adviento es,
ciertamente el de la vigilancia que, por otro lado, enlaza con un tema que es
propio de los últimos domingos del año litúrgico. El evangelio de este domingo
empieza con un toque de atención sobre la vigilancia como actitud fundamental
del cristiano: “Miren, vigilen”. Y, según las palabras que el evangelista san
Marcos pone en labios de Jesús, la razón de esta necesidad de estar atentos y de
vigilar es que “no saben cuándo es el momento”.
La expresin “es el momento” o “tiempo decisivo” es la traduccin castellana
de la palabra griega kairós , que, en lenguaje del NT significa:
- momentos importantes de la historia, que aluden a la plenitud de los
tiempos, anunciada por los profetas y realizada por la obra salvadora de Cristo, a
través, sobre todo, de su muerte y resurrección.
- significa la consumación total de la obra de Cristo, que se realizará al final
de los tiempos por medio de su segunda venida gloriosa, de la que el domingo
pasado escuchamos una descripción verdaderamente sobrecogedora.
Y, finalmente, significa “tiempo decisivo”: momento oportuno para cada
persona o cada comunidad de entrar en contacto con la salvación real aportada
por Cristo. Es este tercer sentido el que nos interesa de modo especial para
captar el verdadero alcance de la recomendación evangélica a la vigilancia. El
primer kairós , histórico, es ya un hecho consumado e irrepetible. El segundo
kairós , el del fin de los tiempos, no está sujeto a cálculos cronológicos. En
cambio, cada momento presente puede convertirse realmente para nosotros en
el momento decisivo, el instante oportuno de salvación que, si no se aprovecha
cuando se presenta, es posible que jamás vuelva a pasar nunca más.
Cada hora de nuestra vida puede ser aquel momento inesperado de que nos
habla también el evangelio de este domingo. Hay que procurar, por tanto, que no
nos encuentre dormidos, porque nadie nos asegura que exista siempre una
segunda oportunidad.
Una condición indispensable para saber aprovechar los instantes oportunos en
orden a la salvación, es estar convencidos de que necesitamos esta salvación.
Cuando alguien le parece que no le falta nada, que tiene todo cuanto necesita,
no acostumbra a ponerse en una actitud de vigilancia activa, sino que se duerme
plácidamente satisfecho de sus posesiones y riquezas. En todos los órdenes de la
vida, para saber sacar provecho de las oportunidades favorables, hay que tener
una clara conciencia de las propias necesidades y limitaciones.
En el campo de la salvación cristiana pasa exactamente lo mismo. Mal
sabremos estar atentos a las continuas “venidas” salvadoras del Seor, si no
tenemos un claro convencimiento de la necesidad de ser salvados. El Señor
pasará ofreciéndonos una vez más una oportunidad de salvación, y nosotros
seguiremos durmiendo, satisfechos y complacidos de nuestra aparente
autosuficiencia.
Es muy aleccionadora la actitud que el profeta Isaías inculca en el pueblo de
Israel, según la primera lectura de la misa de hoy: la condición indispensable
para que Israel considere a Dios como salvador y redentor es que reconozca su
situación presente, miserable y necesitada de un enderezamiento urgente:
“Todos éramos impuros, nuestra justicia era un pao manchado; todos nos
marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento”.
Sólo a partir de la constatación de la propia miseria, puede brotar la afirmación:
“Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla y tú el
alfarero: somos todos obra de tu mano”, y puede subir a los labios el grito:
“¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras, derritiendo los montes con tu presencia!”.
Es necesario que nos hagamos conscientes de nuestros defectos si queremos
acoger la salvación del Señor cuando pasa cerca de nosotros. Y es preciso que
despertemos en todos los hombres y mujeres esta misma conciencia, no para
fomentar un sentimiento morboso de las propias deficiencias, sino para crear las
condiciones de la acogida de la salvación redentora y liberadora.
Mirada con los ojos de la fe, cada celebración eucarística es uno de esos
“momentos” oportunos y tiempos decisivos, a través de los cuales el Seor se
hace presente con toda la fuerza de su salvación. Mantengamos bien abiertos
estos ojos de la fe, para que la Eucaristía de este primer domingo del año
litúrgico -como hemos pedido a Dios Padre en la colecta- avive en nosotros “el
deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañado por las buenas
obras”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)