25 de diciembre
Misa del día
Is 52,7-10; Sal 97,1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6;
Hebr 1,1-6; Juan 1,1-18
“Un nio nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9, 5). Hoy resuena en la
Iglesia y en el mundo la «buena noticia» de la Navidad, con estas palabras del
profeta Isaías.
“Un nio nos ha nacido”. Estas palabras se ven realizadas en la narracin del
evangelista san Lucas, que describe el “acontecimiento”. En la noche de Belén
María dio a luz un Niño, al que puso por nombre Jesús. No había lugar para ellos
en el mesón; por esto la Madre alumbró al Hijo en una cueva y lo puso en un
pesebre. El evangelista san Juan, en el prólogo de su evangelio, penetra en el
“misterio” de este acontecimiento. Aquel que nace en la cueva es el Hijo eterno
de Dios. Es la Palabra que existía en el principio, la Palabra que estaba junto a
Dios, la Palabra que era Dios. Todo lo que ha sido hecho, se hizo por medio de
ella (cf. Jn 1, 1-3). La Palabra eterna, el Hijo de Dios, tomó la naturaleza
humana.
Dios Padre “tanto am al mundo que le dio su Hijo único” (Jn 3,16). El
profeta Isaías al decir: “Un Hijo se nos ha dado”, ya anuncia el misterio de la
Navidad en toda su plenitud: la generación eterna de la Palabra en el Padre, su
nacimiento en el tiempo por obra del Espíritu Santo.
Se ensancha el círculo del misterio: el evangelista san Juan afirma: “La
Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (Jn 1, 14), y aade: “a
todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen
en su nombre” (Jn 1, 12). Se ensancha el círculo del misterio: el nacimiento del
Hijo de Dios es el don sublime, la mayor gracia en favor del hombre, que la
mente humana nunca hubiera podido imaginar.
Recordando, en este día santo, el nacimiento de Cristo, vivimos, junto con
este acontecimiento, el “misterio de la divina adopcin del hombre”, por obra de
Cristo que viene al mundo. Por eso, la noche y el día de Navidad son
considerados “sagrados” por los hombres que buscan la verdad. Para nosotros,
los cristianos, son “santos”, pues reconocemos en ellos la huella inconfundible de
Aquel que es Santo, lleno de misericordia y de bondad.
Dirigimos la mirada hacia ti, Cristo, Puerta de nuestra salvación, y te damos
gracias por el bien realizado en los años, siglos y milenios pasados. Debemos
confesar, sin embargo, que a veces la humanidad ha buscado fuera de ti la
Verdad, que se ha fabricado falsas certezas, ha corrido tras ideologías falaces.
A veces el hombre ha excluido de su respeto y amor a hermanos de otras
razas o credos, ha negado los derechos fundamentales a las personas y a las
naciones. Pero tú sigues ofreciendo a todos el esplendor de la Verdad que salva.
Te miramos a ti, Cristo, Puerta de la Vida, y te damos gracias por los prodigios
con que has enriquecido a cada generación. Este mundo a veces no respeta y no
ama la vida. Tú, en cambio, no te cansas de amarla, más aún, en el misterio de
la Navidad vienes a iluminar las mentes para que los legisladores y los
gobernantes, hombres y mujeres de buena voluntad, se comprometan a acoger,
como don precioso, la vida del hombre.
Tú vienes a darnos el evangelio de la vida. Fijamos los ojos en ti, Cristo,
Puerta de la paz, mientras, peregrinos en el tiempo, visitamos los numerosos
lugares del dolor y de la guerra, donde reposan las víctimas de violentos
conflictos y de crueles exterminios. Tú, Príncipe de la paz, nos invitas a
abandonar el insensato uso de las armas el recurso a la violencia y al odio que
han marcado con la muerte a personas, pueblos y continentes.
“Un hijo se nos ha dado”. Tú, Padre, nos has dado a tu Hijo. Nos lo das
también hoy. Él es para nosotros la Puerta. A través de él entramos en una
nueva dimensión y alcanzamos la plenitud del destino de la salvación pensado
por ti para todos. Precisamente por esto, Padre, nos has dado a tu Hijo, para
que el hombre experimente lo que tú le quieres dar en la eternidad, para que el
hombre tenga la fuerza de realizar tu arcano proyecto de amor. Cristo, Hijo de la
Madre siempre virgen, luz y esperanza de quienes te buscan, aun sin conocerte,
y de quienes, conociéndote, te buscan cada vez más.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)