Jueves Santo
Ex 12,1-8.11-14; Sal 115,12-13. 15-16bc. 17-18;
1 Cor 11,23-26; Jn 13,1-15
Con la celebración de esta tarde iniciamos el Triduo Pascual, el centro y
culminación de todo el año litúrgico y de toda la fe cristiana: el misterio pascual, la
celebración de la muerte y resurrección del Señor.
El apóstol Pablo nos ha recordado que esta tradición de reunirnos alrededor de
la mesa para celebrar la Eucaristía viene del primer jueves santo, viene del mismo
Jesús. Nos mantenemos fieles a su invitacin: “Haced esto en memoria mía”, y Él
se mantiene fiel a su palabra: este pan “es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”.
Aquí tenemos nuestra Pascua: el Señor pasa por nosotros con el pan y con el
vino de la Eucaristía y nos libera. La pascua de los israelitas era la fiesta de la
liberación de la esclavitud de Egipto. La Eucaristía es la fiesta de nuestra libertad
radical: Jesús nos salva del pecado y de la muerte.
EL TESTAMENTO DE JESÚS
Nosotros, esta tarde, queremos ser aquellos amigos de Jesús que estamos con
él en ese momento importante, porque le amamos y queremos cumplir su voluntad,
y ese testamento que Jesús deja a sus discípulos, que nos ha dejado por tanto a
nosotros, se puede resumir en cuatro palabras: la eucaristía, sacerdote, amor y
servicio.
LA EUCARISTÍA Y SACERDOCIO
Con la eucaristía, Jesús instituye un signo, el pan y el vino, que simbolizan su
cuerpo y su sangre entregados por nosotros. San Pablo nos recuerda esta tradición
de celebrar la eucaristía, una tradición que comienza el jueves santo y que se ha
ido transmitiendo de generación en generación. Porque la eucaristía es el centro de
la Iglesia, la eucaristía expresa el núcleo de nuestra fe: el misterio pascual de
Jesús. Celebrar la eucaristía es querer ser fieles a la voluntad de Jesús aquel día en
la última cena: “Haced esto en conmemoracin mía”. Con estas palabras Jesús
daba el poder a sus apóstoles, a los obispos y a los sacerdotes, para que celebraran
la eucaristía…Así como apreciamos el don de la eucaristía, podemos hacerlo con el
don del sacerdocio…
EL MANDAMIENTO DEL AMOR Y DEL SERVICIO
Otro punto central del testamento de Jesús es el mandamiento del amor. En el
evangelio se nos relata ese gesto que Jesús hizo con sus discípulos: les lava los
pies. Es un gesto que expresa de forma muy significativa aquel mandamiento suyo:
“Que se amen unos a otros como yo los he amado”. Y así como después de instituir
la eucaristía les dijo “Haced esto en memoria mía”, también después de lavarles los
pies les dijo: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes?..También ustedes deben
lavarse los pies unos a otros; les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con
ustedes, ustedes también lo hagan”. La caridad debe ser, pues, el distintivo
práctico del seguidor de Jesús.
El evangelista, queriendo describirnos este momento por dentro, desde el
corazn de Jesús, dice esto: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los am hasta el extremo”.
Fijémonos en este amor. Nos llega también a nosotros. Es lo más grande que ha
pasado nunca. Dejemos que nos toque, que nos afecte. En esos momentos
decisivos, cuando nadie a su alrededor sabe a ciencia cierta qué pasará, el Maestro
quiere que, por encima de todo -fe, dudas, miedo-, los discípulos sientan que les
ama.
Hermanos y hermanas: Que nuestro jueves santo sea también una experiencia
de amor. El mandamiento nuevo del Señor tiene dos movimientos que se aceleran
mutuamente: “Como yo los he amado...” y “que se amen unos a otros”. Cuanto
más sintamos que somos amados, más amaremos.
Jesús “se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la
ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos,
secándoselos con la toalla que se había ceido”.
Con este gesto, Jesús nos revela, casi sin palabras, de qué amor nos está
hablando. Cuando le vemos quitarse el manto, pensamos en el despojo esencial de
su encarnacin: “Él, a pesar de su condicin divina, no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario, se despoj de su rango y tom la condicin de esclavo” (Fil.
2: 6-7).
Es este mismo amor de humildad y de servicio el que nos pide el mandamiento
nuevo que nos da: “Como yo los he amado”, dice, y también: “También ustedes
deben lavarse los pies unos a otros”. El que quiera ser grande que sea el servidor
de todos…
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)