Viernes Santo
Is 52,13-53,12; Sal 30,2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25;
Hebr 4,14-16; 5,7-9; Jn 18,1-19,42
Se dice que en el Campo de concentración de Auschwis los alemanes colgaron a
dos judíos y a un adolescente ante los hombres del campo de concentración, allí
reunidos. Los adultos murieron rápidamente. ¡La agonía del adolescente se
prolongó alrededor de una media hora! “¿Dónde está Dios, dónde?”, preguntó
alguien a mis espaldas. Como el adolescente seguía debatiéndose aún en la
extremidad de la cuerda, oí al hombre reclamar de nuevo: “¿Dónde está...?” -
Aquí... colgado de la horca está.
El relato de la Pasión nos adentra en la respuesta al gran interrogante ¿por qué
el Mesías hubo de padecer? No se trata de un fracaso o de un engaño. Es un
camino querido por Dios. Por eso no todo termina en la muerte. Dios no puede
dejarle en el sepulcro. El amor no muere. De ahí la Pascua. Y de ahí el valor
redentor de la Cruz.
En la pasión del Señor se detallan los pasos de sus despojos y anonadamientos.
Pero leyendo entre líneas, se narra también una maravillosa historia de amor.
Porque amor es:
-desde querer ardientemente comer la Pascua con los suyos, hasta poner su
espíritu en manos del Padre;
-desde el curar la oreja del criado hasta pedir perdón por los verdugos;
-desde mirar a Pedro cobarde, hasta regalar al ladrón el Paraíso;
-desde su oración de agonía en el Huerto, hasta las palabras de consuelo a las
piadosas mujeres. Se olvida de sí para curar y consolar al que lo necesita: amor y
misericordia.
Hoy es una tarde para adorar y dar gracias porque alguien se ha decidido a
amar totalmente. A adorar y dar gracias porque Dios ha querido asumir la historia
humana totalmente para convertirla en historia divina, en historia de salvación.
Al adorar la Cruz y proclamarla como signo de victoria, la comunidad cristiana
comienza a vislumbrar, en la Cruz, la gloria de la Pascua. La Cruz que adoraremos
en unos momentos más no es expresión de un desenlace fatal y trágico, sino el
símbolo de la salvación conquistada para siempre y del triunfo de la vida sobre la
muerte. Esta tarde debe resonar en nuestras iglesias con más fuerza que nunca
este himno: “Victoria, tú reinarás; oh Cruz, tú nos salvarás”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)