Domingo primero de Pascua
Hech 10,34a.37-43; Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23;
Col 3,1-4; Jn 20,1-9
Hoy celebramos la Pascua, "la fiesta de las fiestas", porque es el día de la
resurrección del Señor. Por esto, hoy, cielos y tierra cantan el aleluya, expresión de
alegría que significa "alabad al Señor", antiguo grito de alabanza litúrgica heredado
del culto israelítico.
Celebramos hoy -después de escuchar esta pasada noche el anuncio pascual- el
hecho central de nuestra fe: que Cristo, tal como decimos en el Símbolo de la fe,
después de su crucifixión, muerte y sepultura, "resucitó al tercer día".
-Pascua es un acto de fe: Cristo es el Viviente
Con una conciencia clara de que no podemos agotar el contenido de esta fiesta
de hoy, que continuamos -como en una sola y única fiesta- durante toda la
cincuentena pascual, hasta Pentecostés, repasemos las tres lecturas bíblicas de
esta celebración.
Y, en primer lugar, el evangelio, que nos invita a dejarnos penetrar por la luz de
la fe ante el hecho del sepulcro vacío de Jesús.
Este hecho desconcertó primeramente a las mujeres y a los mismos Apóstoles,
pero después entendieron su sentido: aceptaron un hecho histórico y
comprendieron su sentido de salvación a la luz de las Escrituras. El cuerpo de
Jesús, muerto en la cruz, ya no estaba allí. Pero no porque hubiera sido robado,
sino porque HABÍA RESUCITADO. Aquel Cristo a quien habían seguido era el
VIVIENTE; en El triunfaba la vida; en El se anticipaba el "Día del Señor", en el que
los mejores israelitas esperaban la resurrección de los muertos. Cristo era el
vencedor de la muerte: “Victor mortis”.
Sí, la Pascua nos pide sobre todo un gran ACTO DE FE. Creemos que Cristo vive;
creemos que es nuestro Redentor, el Redentor del hombre y de todo hombre que
no lo rechaza; creemos que en Cristo tenemos la Vida verdadera...
-Pascua es una transfiguración de nuestra vida
Cristo resucitó por todos nosotros. El es la primicia y la plenitud de una
humanidad renovada. Su vida gloriosa es como un inagotable tesoro, que todos
estamos llamados a compartir desde ahora.
Mediante el bautismo, su presencia se ha compenetrado con nuestro ser y nos
da ya ahora, germinalmente, la gracia de nuestra futura resurrección. El pasaje de
la Carta a los Colosenses que leemos en la misa de hoy es una reminiscencia de
una homilía bautismal y nos sitúa muy bien en el sentido de esta fiesta para
nosotros: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba,
donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios...”
En Cristo todo adquiere un sentido nuevo. Por esto en la Pascua, como nos
recuerdan a menudo las homilías de aquellos grandes obispos de los primeros siglos
llamados "Padres de la Iglesia", se alegran a la vez el cielo y la tierra; los ángeles,
los hombres y la creación entera: porque todo está llamado a ser transfigurado, a
ser liberado de la esclavitud del pecado y a compartir la gloria del Señor
Resucitado. Si nuestra fe es sincera, nuestra alegría pascual tiene que ser profunda
y contagiosa. Pascua nos pide amar la vida más que a nadie.
-Pascua es un compromiso de testimonio
Sin la resurrección de Cristo no se habrían escrito los Evangelios ni existiría la
Iglesia. Los Apóstoles fueron, antes que nada, testigos de la resurrección de Jesús,
como vemos hoy escuchando la predicación de Pedro, leída en la primera lectura de
esta misa del día de Pascua.
Aquel mismo testimonio, que ha sido como un fuego que ha ido dando calor a
las almas de los creyentes hasta hoy, llega en este año de gracia hasta nosotros.
No nos reúne nada más. Seamos conscientes de que no tenemos otro objetivo, en
nuestra convocatoria de hoy y de cada domingo -¡todo el año es como una
celebración pascual!- que acoger el don de Dios Padre en el Cristo Viviente y
transmitir este mensaje a las nuevas generaciones. Sean cuales sean las
dificultades, éste es nuestro deber más sagrado: transmitir la BUENA NOTICIA DE
QUE, EN CRISTO, LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE, como glosa poéticamente la
secuencia de la misa. Digamos al mundo hoy, día santo de Pascua, y todo el año
que:
“lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)