Domingo Sexto de Pascua, Ciclo B
Hech 10,25-26. 34-35. 44-48; Sal 97,1. 2-3ab. 3cd-4;
1Jn 4,7-16; Jn 15,9-17
Como el amor es una necesidad fundamental de todo ser humano, y como no
hay abundancia de amor genuino, han surgido en nuestro mundo (¡cómo no!) una
amplia gama de sucedáneos del amor: amor de consumo, amor profesional, amor
por ordenador, píldoras del amor, amor de eslogan, amor de usar y tirar, amor
“pret-a-porter”, amor de equipo, amor de camaradas, amor a la naturaleza, amor a
los animales, amor al hobbie, amor de fanatismo, amor telefónico...
El que quiera, puede dejarse engañar en un momento dado, en una situación
desesperada. Pero, a la hora de la verdad, son perfectamente inútiles, no llenan, no
satisfacen... Y entonces empieza un nuevo camino: pérdida del sentido de la vida,
amargura, desesperación, incapacidad para buscar un nuevo horizonte..., quizá la
droga, la delincuencia, el suicidio.
Uno de los últimos sustitutos del amor es el amor “light”; para hablar
correctamente, el "amor suave" o "liviano, de poca monta, vacío", que son otras
traducciones también válidas del término inglés.
Es increíble comprobar la cantidad de cosas "light" que hay hoy día en nuestro
mundo: casi todos los productos comestibles tienen su versión de "poca monta" (las
hamburguesas “light”).
Nadie ha comercializado (de momento) un amor “liviano”, pero es de uso
frecuente: un amor que no cree problemas, que no implique compromisos serios o
duraderos, que reporte beneficios o comodidades (a la hora de realizar
determinadas tareas domésticas, por ejemplo), que posibilite buenas ganancias,
que se pueda eliminar al primer conflicto, a la primera dificultad. Un amor, en
definitiva, que exija poco y rinda lo más posible. Puede que esta nueva modalidad
de confundir el verdadero amor dure más que otras, pero tampoco satisface las
necesidades del hombre. Y así, vuelve a surgir la oportunidad para buscar (y
encontrar) un amor verdadero.
Erich Fromm, en su ya clásico libro “El arte de amar”, señala estas cuatro
características del amor que recordamos ahora una vez más:
- Cuidado del otro , preocupación activa por la vida y el crecimiento del otro; la
esencia del amor es trabajar por alguien y hacerle crecer.
-Responsabilidad: no como un “cargar con el otro”, sino estar dispuesto a
responder a las necesidades, expresadas o no, del otro; la vida de las personas a
las que se ama no es sólo cosa suya, sino también propia.
- Respeto: que no es temor, ni reverencia sumisa, sino ver a la otra persona tal y
como es, no como yo quisiera que fuese; eso sí, ayudándola a superar sus fallos y a
desarrollar sus cualidades.
- Conocimiento: para que exista ese respeto, tiene que haber conocimiento:
profundo, real, total; no por la fuerza, sino por el diálogo.
No es fácil un amor así, pero la dificultad no nos debe echar atrás; no es
frecuente, pero la infrecuencia no nos debe volver conformistas con la situación.
Hoy Jesús nos propone el verdadero amor, el amor perfecto y gratificante
plenamente, exigente, pero no imposible: “ámense unos a otros como yo los he
amado”; ahí está la novedad, una novedad que no nos pone en la pista de una
clase de amor diferente, sofisticado, sino en la pista del único amor que merece el
nombre de tal, que no es ni un sustituto ni light, que es cien por cien puro,
auténtico.
Por otra parte, amar así es el único aval, la única garantía que los discípulos
tienen para saber que se encuentran dentro de la línea marcada por Jesús, para
saber que realmente están trabajando por el Reino, para saber que realmente
viven, aunque pueda ser con deficiencias, como discípulos del Señor.
La última voluntad de Jesús, el único mandato que nos deja en la cena de
despedida, es que nos amemos, y que lo hagamos así: como Él. No nos pide otra
cosa, no nos da otra consigna ni otra seña de identificación que ésa: amarnos como
Él.
Amar así es asomarse al misterio de amor de Dios, ser testigos de que Dios es
misterio, pero misterio de amor, misterio ante el que no hay que temer, sino
confiar; misterio, que no nos va a destruir, sino a revitalizar, a resucitar.
Hoy, la última voluntad de Jesús está de plena actualidad; hoy se necesitan más
que nunca hombres y mujeres dispuestos a pasar amar con el amor con que nos
ama Jesús.
Hoy, nuestro mundo está urgentemente necesitado de más y más testigos
veraces del amor, testigos que sean, en última instancia, reflejo del amor de Dios,
mensajeros y reveladores de ese amor. A nosotros, a la Comunidad de seguidores
de Jesús, a la Iglesia, se nos ha encomendado especialmente esta tarea. Esta es
nuestra misión, no podemos esquivar nuestra misión, amemos nuestra misión,
amemos y demos el amor: el Amor de los amores.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)