TIEMPO ORDINARIO
La Iglesia, por tradición apostólica, celebra el misterio pascual en el día
llamado domingo o “día del Seor”. El domingo es el fundamento de todo el año
litúrgico. Es la fiesta primordial que debe inculcarse a la piedad de los fieles 1 .
La Iglesia celebra el misterio de Cristo también en los domingos del año, que
no pertenecen a los “tiempos fuertes” del año litúrgico. Estos domingos forman una
serie de treinta y cuatro bajo la denominacin de “domingos durante el ao”. Son
los domingos que van de Epifanía a Cuaresma y de Pentecostés al final del año
litúrgico.
En nuestro peregrinar hacia Cristo, necesitamos hacer presente, con
periódica frecuencia, el misterio pascual como fuente de vida y apoyo de nuestra
esperanza. De celebración en celebracin del “día del Seor” nos acercamos al
definitivo “día del Seor”.
Las segundas lecturas están tomadas de siete libros del NT: de los Hechos de
los Apóstoles, una vez; de la 1Cor, cinco veces; de la 2Cor, ocho veces; de la carta
a los Efesios, siete veces; de la epístola e Santiago, cinco veces; de la carta a los
Hebreos, siete veces; del Ap, una vez.
En los Evangelios de los Domingos “durante el ao B” predomina claramente
el Evangelio de Marcos (27 veces). También es usado el Evangelio de Juan (siete
veces). La teología que caracteriza los Domingos “durante el ao B” es la de San
Marcos. Únicamente el Domingo II, los Domingos 17-21, y la Fiesta de Cristo Rey
se emplean textos de San Juan.
Por lo que ve al significado teolgico de estos domingos “durante el ao
litúrgico b”, podemos decir que la teología de San Marcos es la que caracteriza este
tiempo litúrgico. La primera y tercera lecturas, en mutua relación entre sí, son las
que nos hacen descubrir normalmente el tema propio de cada domingo.
El Evangelio de Mc tiene mucha importancia no sólo por el material antiguo
que contiene, sino también por la profundidad teológica que manifiesta. Una
característica teológica de Mc es la división cristológica constituida por la confesión
de fe de Pedro: Jesús es el Mesías (Mc 8, 29). Esta divide claramente el Evangelio
de Mc en dos partes. La primera está caracterizada por la incapacidad de los
discípulos de reconocer quién es Jesús (4, 10-13. 38-41; 6, 52; 7, 17; 8, 4. 14-21),
1 Cfr. SC, 106.
y está dominada por el “secreto mesiánico”. En la segunda parte, desde Mc 8, 27
hasta el final, se habla de Jesús como el Siervo sufriente de Is 53, que se sacrifica
por su pueblo. Es esta la línea que Mc sigue en su Evangelio. Por eso, es llamada
“teología de la cruz”. La Pasión tiene en Mc un peso preponderante.
La cristología de Mc parece tener características contradictorias. Por un lado,
presenta a Jesús como Hijo de Dios (Mc 1, 1); por el otro, el “secreto mesiánico”
trata de atenuar esta impresión. La epifanía del Hijo de Dios queda envuelta en el
misterio.
La comunidad cristiana primitiva identific Jesús con el “Hijo del hombre”. El
Hijo del hombre sufriente y expiador, que llega a través de la muerte a la
Resurrección, se impone fuerte-mente en Mc, adaptándose bien al “secreto
mesiánico”.
En Mc tienen importancia dos títulos cristológicos: “Hijo de Dios” e “Hijo del
hombre”. El Evangelio de Mc es el Evangelio del Hijo de Dios. Mc usa este título en
los momentos culminantes de su Evangelio: Al principio (Mc 1, 1), en el Bautismo
(1, 11), en la Transfiguración (9, 7) y en el Calvario (15, 39). El “Hijo de Dios”
obediente, en el desarrollo de los acontecimientos, se convierte en el “Siervo de
Dios sufriente”, que entrega su vida en expiacin por “muchos”, y así llega a ser
Salvador. El Hijo, en la visual teocéntrica e histórico-salvífica, está en todo
subordinado al Padre (14, 36); y en su condición terreno-humana (en la Kénosis)
está limitada en el conocimiento (13, 32).
La cristología de Mc nos ofrece un buen ejemplo de cómo un teólogo
primitivo asume las antiguas tradiciones desarrollándolas según sus propias ideas
teológicas.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)