XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Pautas para la homilias
“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino
del reino de Dios”
No hay evangelización sin la creación de comunidades comprometidas
Estamos acostumbrados a que durante el año desfilen por nuestras parroquias o
iglesias conventuales cientos de personas de todas las edades: bautizos,
comuniones, confirmaciones, matrimonios, defunciones, fiestas de santos…Todas
profesan su fe con los labios pero … ¿Cuántas de esas personas perseveran
haciendo comunidad en torno a nosotros”? ¿Cuántas de esas personas están
comprometidas en una lucha por la justicia y por la paz? Hace unos días nos decía
Gustavo Gutiérrez en Caleruega, comentando los versículos finales del Evangelio de
San Mateo, que no había verdadera evangelización si solo nos quedábamos en el
anuncio de unos valores y no fomentábamos el discipulado, o el seguimiento de
Jesús, haciendo comunidades comprometida con los valores de Jesús en la opción
por los mas pobres. Y eso es válido para nuestras parroquias, iglesias conventuales,
colegios y nuestras mismas comunidades de frailes y monjas. El sentido de la
parábola del evangelio es claro: lo importante no es hablar sino hacer. Y el hacer se
vive al interior de la comunidad cristiana y en el compromiso con mejorar el mundo
que nos rodea con acciones palpables.
Los publicanos y las prostitutas en la delantera del reino de Dios
La parábola de Jesús pone al descubierto la falta de compromiso de sus
interlocutores –escribas y fariseos- en la lucha por el reino, en la lucha por un
mundo mejor y mas justo. Nos muestra además cómo los que eran considerados
pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la llamada
del reino. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados
ejercicios piadosos, sino una llamada impostergable a la fraternidad porque todos
somos hijos e hijas queridos rodeados del cariño del Padre y poseedores de su
Espíritu. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de las autoridades
judías que se consideraban auténticos seguidores de Dios e inigualables hombres
de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran
consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos. Estas eran
profesiones terriblemente despreciadas, y quienes las ejercían eran considerados
personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas
esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra,
con los hechos que le rodean que la realidad es otra. La viejecita que echa una
monedita en el peto del templo está mucho más comprometida que el rico religioso
que echó una gran cantidad haciendo alarde de ello. La mujer que derrama sobre
Jesús un caro perfume en la cena ha entrado mucho más en el Reino que los
aristócratas que le invitaron a cenar. En los publicanos y las prostitutas tal vez veía
Jesús “su humillacin, un corazn más abierto a Dios y a su perdn, menos orgullo
y prepotencia que en escribas y sacerdotes y sobre todo una comprensión y
cercanía mayor a los últimos de la sociedad” (Pagola). Al final de la vida lo que
importa será “lo que hicisteis a uno de estos pequeos” (Mt. 25,40) ¿Quiénes son
hoy los “publicanos” y las “prostitutas” a quienes debemos de dar preferencia en
nuestra tarea pastoral? ¿Quiénes son esos pobres que como decía Romero “me
ensearon a leer el Evangelio”?
Eucaristia y compromiso social van íntimamente unidos
Podría recordarse hoy –como Gustavo Gutiérrez nos lo recordó en Caleruega- que
eucaristía (acción de gracias a Dios) y compromiso social van esencialmente unidos.
Así nos lo quiso presentar San Juan en su evangelio cuando omitió la acción de
gracias sobre el pan y el vino y colocó en su lugar el lavatorio de los pies como
señal de servicio. Precisamente en este domingo nos ofrece San Pablo un precioso
texto en su Carta a los Filipenses que nos recuerda esta actitud de servicio de Jesús
(“se despoj de su rango y tom la condicin de esclavo”) que debe impulsar “las
entraas compasivas” de todos los miembros de las comunidades cristianas. Ahora
que comienzan las actividades de nuestras parroquias este texto de Pablo establece
unos valores fundamentales que pueden sustentar el proyecto comunitario y
pastoral. Y lo mismo que vale para nuestras parroquias vale para nuestras
comunidades religiosas y para otros proyectos pastorales. “Reunirnos en el nombre
de Jesús” significa una actitud clara de dejarnos invadir por “los sentimientos
propios de Jesús” en toda nuestra vida.
Ni eucaristía sin compromiso ni compromiso sin eucaristía. Es precisamente en la
eucaristía donde renovamos los sentimientos de Jesús de los que habla San Pablo
en su carta. También hoy podemos recordar esto ante el vaciamiento de nuestras
iglesias por los muchas ofertas dominicales del entorno humano.
Fr. Manuel Sordo O.P.
Casa del Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)
Con permiso de dominicos.org