Domingo Noveno del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Deut 5,12-15; Sal 80; Cor 4,6-11; Mc 2,23-3,6
El evangelio de Mateo refiere un enfrentamiento entre Jesús y los fariseos
motivado por el hecho de que los discípulos arrancaban espigas en día de sábado
(12,1-8) y, luego, porque él mismo curó, también en sábado, a un enfermo que no
se encontraba en grave peligro de muerte (12,9-14).
El sábado era uno de los preceptos divinos más claros, más indiscutibles;
como una especie de documento de identidad del creyente. Su observancia estaba
rígidamente regulada. En cambio, Jesús, afirma que el bien del hombre está por
encima de la observancia del sábado, y ello no solamente en caso de peligro de
muerte: “Por tanto, es lícito hacer bien también en sábado” (12, 12 b).
Jesús proclama el valor absoluto del amor. Lo esencial de su razonamiento y
de su pensamiento se contiene en tres afirmaciones: “Pues yo les digo que aquí hay
algo más grande que el templo” (12,6); “El hijo del hombre es seor del sábado”
(12,8): “¡Cuánto más no vale un hombre que una oveja!” (12,12). La segunda
afirmación es cristológica e indica la razón última que autoriza a los cristianos a
romper la estrechez de la concepción farisaica del sábado: ahora ha llegado el Hijo
del hombre y es preciso escuchar su voz, y no las tradiciones de los antiguos
maestros y las opiniones de las diversas escuelas teológicas; él es el profeta
autorizado para decirnos lo que Dios quiere y lo que no quiere, lo que considera
más importante y lo que estima de menor importancia.
En cambio, la primera y la tercera afirmación recuerdan que para Dios lo más
importante es el hombre, el bien del hombre. Y éste es verdaderamente el punto
más nuevo del razonamiento de Jesús.
Si los sacerdotes pueden quebrantar las reglas del sábado para desempeñar
su oficio en el templo, mucho más se pueden violar para hacer bien al hombre; el
hombre es más grande que el templo.
Y si es lícito salvar en sábado la vida de una oveja, ciertamente está
permitido -si queremos guardar las proporciones- no solamente salvar la vida de un
hombre, sino más sencillamente hacerle bien. Se diría que el razonamiento es
obvio. Pero no es así. Tan es así, que los fariseos (y muchos como ellos) no lo
comprendían. Partiendo del principio obvio de que Dios es superior al hombre,
concluían que el honor de Dios debía preferirse (por supuesto, con las excepciones
graves debidas) al bien del hombre: primero, el honor de Dios; luego, el bien del
hombre. También éste parece un razonamiento indiscutible. No obstante, encubre
una distorsión fundamental, un error teológico básico. Se supone, en efecto, que el
honor de Dios (¡de un Dios que es amor!) puede realizarse al margen del bien del
hombre.
Pues bien, la gloria de Dios está siempre y únicamente en el bien del
hombre. No se trata de exaltar al hombre constituyéndole centro de las cosas. Se
trata de conocer más a fondo el “corazn de Dios”. Su dominio permanece
indiscutible y el deber del hombre sigue siendo siempre la obediencia; pero el
dominio de Dios se manifiesta en el amor; en eso está su honor.
La postura de Jesús, pues, ante el descanso del sábado es, sin duda, una
cuestión de libertad ante el legalismo judío: Jesús replantea lo que significa honrar
al Señor y dedicarse a él. Porque, en realidad, no era cuestión de vida o muerte
curar al hombre aquel de la parálisis: podía esperar perfectamente al día siguiente.
Pero Jesús lo cura, y así muestra que “dedicar el sábado a Dios” no es slo la
privación de actividades para mostrar sometimiento, sino que es hacer lo que a
Dios le agrada: y a Dios le agrada que los que sufren dejen de sufrir.
Según Jesús, servir a Dios, tanto en el sábado como en toda la vida, es
dedicarle tiempo a él, un tiempo en el que el creyente no hace nada “utilitario”;
pero es también dedicar tiempo a crear felicidad humana, tanto para los demás
como también para uno mismo. Ese doble sentido inseparable es lo que Jesús
vendrá a revelar: Jesús “es seor también del sábado” porque se sabe con
autoridad para mostrar una nueva manera de entender todas las realidades del
judaísmo, incluso las que parecían más intocables. Una nueva manera... más
auténtica, más verdadera, más acorde, en el fondo, con la voluntad originaria de la
revelación de Dios.
Durante esta Cuaresma, tiempo dedicado especialmente al Señor, convendrá
tener presente esta enseñanza de Jesús sobre el sábado, para que nos ilumine en
nuestras programaciones cuaresmales, tanto personales como colectivas.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)