Domingo Décimo Quinto del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Am 7, 12-15; Sal 84,9ab-10. 11-12. 13-14;
Ef 01, 03-14; Mc 06, 07-13
¿Que es ser cristiano?
Las lecturas de hoy, la primera lectura y el evangelio, nos pueden permitir hacer
algo así como un retrato de la identidad del cristiano, del ser y hacer del bautizado.
No se puede ser discípulo de Jesús sin ser un enviado de Jesús al mundo, es
convertirse por tanto en mensajero. Por eso decía san Pablo: "porque creemos,
hablamos"; "¡Ay de mí si no evangelizare!".
Que todos los cristianos participen de la misión de Cristo, de su ministerio
profético, y que la iglesia sea misionera y no sólo encomiende a unos pocos la
misión de predicar el evangelio, se desprende del Evangelio que acabamos de oír. Ir
a misa, sentarse en unas bancas y oír el evangelio, es sólo la mitad, y menos de la
mitad, si no cumplimos lo que nos falta. Porque la fe sin el testimonio y la misa sin
la misión no es ya lo que debe ser. La comunidad cristiana no es una asamblea de
oyentes sin más ni más, no es un auditorio solamente, porque es la comunidad que
toma la palabra de Dios y recibe el encargo de proclamarla. La eucaristía termina
siempre con la misión. Quiere decir que en la iglesia todo somos llamados antes de
ser enviados, todos somos fieles antes de ser misioneros: sacerdotes, obispo, files
consagrados y fieles laicos
El cristiano desde la fe en Jesucristo como Señor, toma un nuevo camino y se
pone en marcha como discípulo y apóstol para anunciar la Buena Noticia del Reino y
para irla haciendo realidad.
Este podría ser el decálogo para todos los fieles cristianos, cada uno desde
donde el señor lo ha plantado:
1. Se sabe elegido por Dios. Escogido como Israel. Tomado aparte como los
profetas, "el Señor me sacó de junto al rebaño" (Amós). Llamado desde Egipto para
la liberación. Jesús llamó a los Doce, llama a seguirle, invita a ponerse en camino
con El, como El. Escogido para ser enviado. Tomado por Dios como instrumento
suyo.
2. Para ser enviado. El amor de predilección que Dios siente por Israel, y por el
nuevo Israel, Jesús de Nazaret, y por los que creen en su Hijo, es un amor de
confianza. "Me dijo: Yo te envío. Ve y profetiza a mi pueblo". La autodefinición de
Jesús: "Yo soy el enviado del Padre", determina bien su personalidad a partir de
una tarea. "Jesús los fue enviando de dos en dos". Los que conocen a Jesucristo se
convierten en sus portavoces (profetas) y en sus testigos. Tienen que dar cuenta no
de sí mismos, sino del que les envía. Tienen que ser signo y transparencia de Jesús.
No pueden quedar quietos ni instalados allí donde están. No permanecer
cómodamente donde siempre, a la espera de que vengan. Jesús siempre va
de camino, rutas nuevas, culturas diferentes, gentes que salen al paso.
3. Resulta molesto. Con frecuencia el enviado lo es a pesar suyo. Y su mensaje
a primera vista despierta curiosidad, pero pronto sacude a la gente de su letargo y
acaba siendo incómodo. Interpela, porque denuncia, pide cambio y aporta novedad.
Y encuentra resistencias. Por eso a los auténticos profetas se les da la espalda.
4. Son rechazados. “Vete, profetiza en otras tierras”. Tal vez otro día te
escucharemos. Y no son bien recibidos, amenazados de muerte, de ser
encarcelados, apedreados o despeñados. Como Jesús: "Si a mí me han rechazado,
también a ustedes los rechazarán". El mensaje encuentra corazones cerrados,
planes hechos, adaptaciones de conveniencia, resistencias al cambio exigido. "Si en
un lugar no los reciben, váyanse a otro... Sacudan el polvo de su sandalia”. La
verdad molesta y, sin embargo, la verdad nos hace libres.
5. Sean insistentes. El apóstol de Jesucristo no se echa atrás fácilmente.
Persevera en la misión recibida, a pesar de la dificultad. La Buena Noticia ha de
llegar a todas las gentes, y sus efectos se han de notar. Pide temple de hombres
fuertes, convencidos, que no saben ir hacia atrás. Siempre hacia adelante, con la
verdad por delante, aun a riesgo de la propia vida. El Reino de Dios no quiere
hacerse lugar a la fuerza, pero se impone por su propia fuerza. Dios llama
insistente, pero pacientemente.
6. Autoridad delegada. En verdad no se trata de un poder o de una autoridad al
modo de este mundo. Poder que avasalla o tiraniza. Es una capacidad nueva, una
fuerza de servicio y para el servicio de otros. Nunca para la propia gloria. Siempre
como algo recibido para darlo. Autoridad, poder... al servicio del Reino de Dios y de
sus primeros invitados: los bienaventurados. Constante tentación será este punto
en el afán de ser “más importantes”, tener más privilegios, engendrando
desigualdades y servidumbres en la Iglesia. “Que no ocurra así entre ustedes”.
Acabaría el testigo convirtiéndose en un antitestimonio.
7. Para expulsar demonios, es decir, para actuar contra las fuerzas del mal,
acción liberadora de lo “incurable”. Y cada generación y cada tiempo tiene sus
propios demonios, males y esclavitudes que parecen insalvables. El enfermo, el
endemoniado, es el que está condenado a la postración, a verse marginado y
sentirse improductivo, inútil, sin sentido. Acogerle, cuidar de él, “perder” su tiempo
con la gente para quien nadie tiene tiempo y aun rehuye. Recibir a cada cual como
viene, y hacer algo para humanizar. No sólo buenas palabras, “ungían con aceite a
los enfermos”. Algo que parece inútil pero es todo un detalle de calor, de atención,
de esperanza. Palabra y manos suaves, como un padre y como una madre. Desde
la fe en Jesucristo vencedor, una palabra y un gesto de liberación que levante y
resucite al vencido que vive como muerto.
8. Predicar la conversión. Anunciar el Evangelio, buena noticia de resurrección,
pidiendo una serie de cambios y de condiciones. “Arrepiéntanse, que el Reino de
Dios está cerca”. Acomódense a la nueva mentalidad que pide el Camino de
Jesucristo. No sólo nuevas prescripciones, sino hombre nuevos con criterios y
valores nuevos.
9. En pobreza. Misión en la austeridad y desde la sencillez del caminante que
lleva lo justo, y que no busca instalarse. Confíen en la Providencia del Padre que
envía, pero también en el amor fraterno que acoge y comparte. Comparte lo que
tiene cuando recibe a aquél que viene de parte de Dios con un mensaje de paz. No
tiene ni busca tener, pero precisa sustento para sus fuerzas, y sabe lo encontrará.
Sino aquí, será allá.
10. Déjense hospedar. La hospitalidad es concreta expresión del mandato de
amor mutuo entre los hermanos, “para que nadie pase necesidad”. Y facilita una
sana despreocupación por el tener y por el sustento necesario. El cristiano apóstol,
los distintos trabajos y funciones eclesiales, no son ángeles quienes los ejercen. Si
le pedimos dedicación, hemos de cuidar que tengan techo y sustento y descanso
dignos. Vivir de su trabajo no es andar mendigando lo justo.
Y así se nos presenta todo un programa de vida. No hay por qué restringirlo a
unos pocos. Todos y cada uno estamos invitados a salir y ponernos en camino.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)