Domingo Décimo Octavo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Ex 16, 2-4. 12-15; Sal 77,3 y 4bc. 23-24. 25 y 54;
Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35
La lectura del evangelio es la introducción al discurso sobre el pan de vida que
Jesús pronuncia en la sinagoga de Cafarnaún, allí lo busca la gente después de la
multiplicación de los panes.
Jesús con el milagro de la multiplicación de los panes comienza un largo
discurso sobre el pan de vida. A partir del hambre vulgar de la gente que acude a
escuchar a Jesús, y a partir del pan que ha multiplicado, vamos a progresar hacia
otra hambre y otro pan. Jesús pregunta: “¿Para qué alimento trabajan?”.
Dejémonos interrogar profundamente; nuestras hambres revelan lo que somos.
Queremos comer, desde luego, pero queremos mucho más: conocer, contemplar
cosas hermosas, amar, tener un trabajo interesante. Esas son nuestras hambres y
los alimentos por los que trabajamos.
Hoy Jesús nos orienta hacia las hambres profundas, hacia el hambre de vivir
intensamente y de vivir eternamente: “No se preocupen únicamente de las
hambres pasajeras, sintamos en lo más íntimo de nuestro ser el hambre de una
vida que no pasa”.
Jesús sabe que lo siguen porque ha saciado el hambre de pan material y
aprovecha la ocasión para poner al descubierto las intenciones de sus seguidores,
dando el verdadero sentido a lo que ha realizado, orientándolos para que
comprendan que él es el verdadero pan del cielo, y que es necesario trabajar para
conseguirlo.
En nuestra vida cristiana puede suceder algo semejante, no siempre
trabajamos, en ella, por ir al fondo, por tratar de penetrar el mensaje de Jesús para
identificarnos con él; hay que dirigirnos a lo que realmente puede darnos la vida
auténtica, para ello debemos abrirnos a la gran noticia: Dios quiere que
compartamos su vida y trabajando por el alimento que perdura nos dejemos
transformar abriéndonos a la realidad de un amor que comparte con los hermanos.
Toda esta propuesta nos exige poner la mirada en Jesús, necesitamos creer en
él, orar y hablar con Dios, para vivir y transmitir esperanza, amor y vida, libertad y
dignidad humanas. De otra forma, sólo el pan material, el tener y el gastar,
nuestras vanas ambiciones, nos dejarán interiormente vacíos.
Nuestra hambre de Dios nos debe llevar a buscarle para evitar convertirnos en
sujetos egoístas, insatisfechos e inmaduros. La proclama de Jesús: “Yo soy el pan
de vida”, debe abrir nuestros corazones para recibir el amor de Dios y compartirlo
con los hermanos de manera afectiva.
Jesús les contestó y les dijo: en verdad, en verdad les digo que ustedes me
buscan, no por los signos que han presenciado, sino porque han comido del pan
que les di (Jn 6,26). Me buscan por la carne, no por el espíritu. ¡Cuántos hay que
no buscan a Jesús más que por los beneficios temporales! ¿Quién sabe si nosotros,
en secreto, no estaremos esperando signos mayores? Demuestra, Señor, que
existes, que eres omnipotente, que la oración es escuchada, que los sacramentos
producen su efecto. ¡Demuéstralo! ¡Haz signos! Quizás sea ésa nuestra hambre.
Hambre de ventajas de la religión, hambre de lo maravilloso.
El pan es el símbolo de la vida. Jesús nuestro pan, Él es nuestra vida. Dios
quiere que tengamos un hambre terrible de lo que él soñó para nosotros y para esa
hambre nos da a Jesús. Este es el proyecto de Dios en el que hemos de entrar.
Pero ¿cómo? Entramos en el proyecto de Dios cuando creemos en aquel que él ha
enviado, cuando tenemos no ya unas pequeñas hambres, sino un inmenso deseo, y
cuando creemos que Jesús es el pan de esta hambre.
Pero muchas veces, apenas se busca a Jesús por Jesús. Me buscan, no por los
signos que han presenciado, sino porque han comido del pan que les di. Trabajen
por el pan que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna. Me buscan por
algo distinto a mí, búsquenme por mí mismo.
Señor, haz que caigamos en la cuenta de que nuestro alimento de cada día,
aunque sea abundante, resulta insuficiente.
Haz que redescubramos el sentido del "alimento para vivir".
Danos de nuevo el gusto del pan que es vida. Pan que es gratuidad, dignidad,
libertad, valores del espíritu. Palabra, conciencia. Haznos reconocer que sólo gracias
al pan que tú nos das, que eres tu mismo, nuestra vida se puede llamar vida.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)