Domingo Décimo Noveno del Tiempo Ordinario, Ciclo B
1 Re 19, 04-08; Sal 33,2-3. 4-5. 6-7. 8-9;
Ef 4,30-5,2; Jn 6, 41-52
Elías, está cansado y desanimado. Ha hecho lo posible por convertir a su pueblo
de los dioses falsos a la alianza con Dios. Pero no sólo no le hacen gran caso, sino
que le persiguen a muerte y tiene que huir.
Esa huída nada gloriosa de Elías por el desierto es dramática. Llega a desearse
la muerte: "Basta, Señor, quítame la vida". Y se echa a dormir, y desesperado.
Sin que sea cada día igual de dramática, nuestra vida puede también verse
reflejada en esta crisis. Tal vez estamos cansados de hacer el bien, o no
encontramos sentido a la vida, o nos desanimamos ante la poca eficacia de
nuestros esfuerzos, o desconfiamos de que este mundo tenga remedio (y quien dice
mundo , dice la juventud de hoy, o nuestra comunidad, o nuestra familia, o nosotros
mismos). Tal vez no llegamos a desearnos la muerte, pero sí sentimos la tentación
de “dimitir”, de dejar de trabajar, porque nos parece insuperable nuestra debilidad.
A Elías le despertó un ángel y le mandó: “Levántate, come”. Se lo tuvo que
repetir, porque su crisis era demasiado fuerte. Y cambió la situación: “Con la fuerza
de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches”. Al final, se encontró
con Dios en el mismo monte donde Moisés selló la alianza entre Yahvé y el pueblo.
En aquel encuentro, Elías recibió la orden de volver a la ciudad y continuar sin
desanimarse su vocación de profeta.
Nosotros, en el evangelio de hoy, hemos escuchado la invitación a aceptar otro
Pan, el que Dios nos envía: Cristo Jesús, su Hijo, que además de ser nuestro
Maestro quiere ser también nuestro alimento para el camino. “Yo soy el pan bajado
del cielo... el que crea en mí vivirá”.
No un ángel, pero sí el evangelio proclamado hoy, nos ha dicho a nosotros:
“Levántate, toma y come”. Si andamos desorientados por algún desierto particular,
buscando sentido a la vida, si nos sentimos sacudidos por la ventolera de tantas
ideologías, si buscamos un maestro que dé respuesta a tantas dudas: ahí tenemos
la respuesta de Dios. Cristo Jesús es nuestro Maestro. Escucharle, creer en él,
aceptarle como nuestro Guía y Pastor, es el camino para la verdadera sabiduría.
Si creemos en él, tiene futuro nuestra vida. Si creemos en él, construimos sobre
tierra firme. Si nos dejamos iluminar por su luz, acertaremos con nuestro camino. Y
eso vale tanto para los que andan alejados de Dios como para los que ya gozamos
del don de la fe. Todos podemos mirar con más atención hacia Cristo y escuchar
más su voz, reorientar nuestras vidas, revisando y refrescando nuestras
convicciones.
En cada misa, lo primero que hacemos es escuchar la Palabra que Dios nos
dirige. Nos hace falta. Ahí está nuestra formación permanente. Todos somos
invitados a “comer”, a “comulgar” con Cristo como la Palabra viva de Dios. Si lo
hacemos así, él mismo nos habrá preparado para recibirle después con mayor fruto
en el alimento del Pan y del Vino.
A lo largo de la semana escuchamos muchas otras voces y palabras. Pero esta
es la más importante. Vale la pena hacer caso de la invitación: “Toma y come”,
reconciliémonos con Dios. Con su luz y su fuerza podremos recorrer el camino que
nos falta recorrer, por difícil que sea.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)