V Domingo Del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Segunda Lectura: 1Cor 9, 16-19.22-23
“¡Ay de mi su no anuncio el Evangelio!”
El tema central que nos presenta hoy san Pablo en la segunda lectura es la de
anunciar el Evangelio. La misión de anunciar la Palabra de Dios es tarea de todos
los discípulos de Jesucristo como consecuencia de nuestro bautismo. Pero
también es consecuencia de ser padre y madre: el día del matrimonio católico o
el día en que se llevó a los hijos a bautizar se adquirió el compromiso de
educarlos en la fe; y desde luego también por el sacramento del orden: el
sacerdote existe para evangelizar a todos a tiempo completo.
Todos somos la Iglesia, somos discípulos de Jesús, somos sus miembros; por
tato, enunciar a Jesucristo vivo, para que todos tengan vida en Cristo es tarea de
todos. Por esto, Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia,
es nuestra identidad más profunda. Existimos para evangelizar, es decir, para
predicar y enseñar con la palabra y el testimonio la persona, la vida y la doctrina
de Jesús.
Tarea misionera de todos los bautizados
Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la
vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y
comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por
los dones del Espíritu Santo.
Por nuestro bautismo y confirmación los files cristianos somos partícipes “…
del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey, los laicos tienen su parte activa en la
vida y en la acción de la Iglesia (...). Alimentados por la activa participación en la
vida litúrgica de la propia comunidad, participan con diligencia en las obras
apostólicas de la misma; conducen a la Iglesia a los hombres que quizás viven
alejados de Ella; cooperan con empeño en comunicar la palabra de Dios,
especialmente mediante la enseñanza del catecismo; poniendo a disposición su
competencia, hacen más eficaz la cura de almas y también la administración de
los bienes de la Iglesia”.
Los fieles laicos -debido a su participación en el oficio profético de Cristo-
están plenamente implicados en esta tarea de la Iglesia. En concreto, les
corresponde testificar cómo la fe cristiana -más o menos conscientemente
percibida e invocada por todos- constituye la única respuesta plenamente válida
a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada
sociedad. Esto será posible si los fieles laicos saben superar en ellos mismos la
fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar
cotidiana, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida que en el Evangelio
encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud.
Dado que la Palabra de Dios se ha hecho carne para comunicarse a los
hombres, un modo privilegiado para conocerla es a través del encuentro con
testigos que la hacen presente y viva. Los Laicos participan en la Misión Profética
de Cristo cuando acogen cada vez mejor en la fe la Palabra de Cristo y la
anuncian al Mundo con su testimonio de vida y de la Palabra, mediante la
evangelización y la catequesis.
Tarea de educar en la fe de los padres de familia
El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso de
los padres de familia para anunciar a Jesucristo. Es un compromiso que sólo
puede llevarse a cabo adecuadamente teniendo la convicción del valor único e
insustituible de la familia para el desarrollo de la sociedad y de la misma Iglesia.
La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor
en la que el hombre „nace‟ y „crece‟. Por ello, los padres de familia, antes que
nadie, son los verdaderos protagonistas de la educación cristiana de sus hijos. La
educación en la fe es un deber impostergable, ya que de no hacerlo, sus hijos
corren el riesgo de caer en falsas ideologías que desvirtúen o debiliten una
autentica vivencia de la fe.
Educar en la fe consiste en enseñar al niño a rezar o leerle la Biblia. Es
acercar a su corazón y a su mente la figura amorosa del Padre, del Creador
Todopoderoso, del Hijo de María, Jesucristo, Hombre y Dios al mismo tiempo y
del Espíritu Santo, presente y actuante en medio del mundo. Educar en la fe es
enseñar a apreciar, valorar y agradecer la entrañable comunidad de la familia,
las maravillas de nuestro cuerpo, el tesoro que son nuestros amigos, las
oportunidades valiosas del trabajo y la recreación, los talentos propios y ajenos,
los encantos sorprendentes de la naturaleza, porque todo esto, en definitiva,
procede de Dios y son regalos suyos a la humanidad...
Es necesario que el fuego del Evangelio arda dentro de cada padre de familia,
que viva en ustedes la alegría del Señor, para ponerla en el corazón de sus hijos.
Bueno, les toca una gran tarea, la cual vale la pena, por el bien del único y
auténtico tesoro que Dios les ha encomendado: SUS HIJOS. “¡Ay de ustedes y de
sus hijos, si no les anuncian el Evangelio!”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)