Domingo primero de Adviento, Ciclo C
Jer 33,14-16; Sal 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14;
1Tes 3,12-4,2; Lc 21,25-28. 34-36
Adviento, tiempo de esperanza
Introducción
La liturgia del Adviento desarrolla una auténtica espiritualidad, centrada en la
venida del Señor y en su espera. El leccionario del Adviento presenta a Cristo como
el que ha prometido volver entre los suyos, para que éstos se mantengan en
tensión de espera y en vigilancia. En este domingo el tema específico propio es la
vigilancia en la espera del Señor; la espera vigilante de la Iglesia. San Lucas, hilo
conductor de este año, exhorta, sobre todo, a la esperanza, “porque se acerca su
liberación”.
En la primera oración solemne del año litúrgico hemos pedido a Dios que avive
en nosotros, "al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que
viene, acompañados por las buenas obras" (or. colecta).
Un Adviento diferente
El Adviento es una bendición y un don, y nadie dice de un regalo o de una
mencin… ¡Otra vez, cada ao lo mismo! Entremos en la bendicin de Dios, no
entremos en el camino de la rutina y de inercia. Además, la Palabra de Dios es viva
y eficaz, siempre antigua y siempre nueva. La Palabra de Dios, Jesús en nosotros e
la novedad, como es novedad cada encuentro en la vida…
La gran esperanza
En el fragmento evangélico que se acaba de proclamar aparecen dos aspectos
de la esperanza:
- La seguridad que nos comunica la fe en que la historia de la humanidad,
nuestra propia historia, nuestra vida está en manos de Dios, que ha enviado a su
Hijo no para condenar, sino para salvar, para liberar. Como hemos escuchado en la
primera lectura, "el Señor es nuestra justicia" y vendrá a coronar el curso de
nuestra historia humana, en la que se introdujo él mismo hace dos mil años, en la
primera Navidad. Es la esperanza fundada en la fe en el Resucitado, vencedor del
mal y de la muerte. Esa seguridad arraigada en nuestra fe ilumina el horizonte de
nuestra existencia y nos hace vivir con una esperanza que no engaña. Una
esperanza que año tras año debemos ir consolidando con una fe viva, con una
oración confiada, con una fidelidad que nos prepara para el encuentro con el Señor
que un día realizará del todo aquello que ahora es sólo un anhelo profundo de
nuestros corazones, cuando nos presentaremos "en pie ante el Hijo del hombre".
- Pero hay otro aspecto de la esperanza, la pequeña, la de aquí, la de cada día,
la de nuestro mundo: un mundo de hambre y de guerra, de globalización
desequilibradora, de riqueza creciente de algunos y de pobreza galopante de
muchos, de desencanto y de exclusión social... La primera generación de cristianos
contempló cómo el mundo caduco que ellos rechazaban caía y se hundía. Todo,
hasta “los astros”, se tambaleó y los cristianos comprendieron que el Hijo del
hombre se imponía “con gran poder y majestad”. A través de las realidades que
ellos mismos vivían comprobaron que su esperanza no era engañosa, que creyendo
en Jesucristo habían edificado sobre roca firme, que la Buena Noticia era el camino
seguro hacia el triunfo del bien, del amor, de la justicia.
En definitiva, progresaremos en el camino de la esperanza en la medida en que
hagamos vida nuestra fe, que es Jesús, a medida que dejemos que Dios “nos colme
y nos haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos”. De este modo nos
prepararemos para “cuando Jesús, nuestro Seor, vuelva”. Y, ya ahora, al ver cmo
en nuestra sociedad germinan semillas de verdadera esperanza, podremos acoger
con fe la llamada: “Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberacin”.
“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurreccin. ¡Ven, Seor Jesús!”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)