Domingo segundo de Adviento, Ciclo C
Bar 5, 1-9; Sal 125,1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6;
Fil 1, 4-6. 8-11; Lc 3, 1-6
El domingo de Juan el bautista
En el tiempo de Adviento nos encontramos todos los años con la figura de Juan
el Bautista. Aparece y entra en nuestra asamblea, como en los tiempos de Jesús,
para predicamos un bautismo de conversión. Juan no tiene sólo la misión de
decimos que el Mesías está cerca, no es un periodista más que nos trae una
información. Es, como nos comentaría Jesús de él, un 'profeta y más que profeta'
(Mt 11,9). Un profeta que nos anuncia un mensaje importante y que quiere suscitar
en nosotros un radical cambio de vida, y cuyo mensaje es todavía válido.
Juan, el hijo nacido en la ancianidad del matrimonio de Zacarías, de la familia
sacerdotal judía, y de Isabel, había crecido en el desierto, fortalecido por el Espíritu,
a semejanza de las grandes figuras de Israel. Ahora Dios lo llama a su misión
profética, como precursor del Mesías. Con razón la Iglesia lo ha escogido como
figura del Adviento.
Preparen el camino del Señor
En este segundo domingo de Adviento, en medio de la celebración resuena la
voz del que va delante, del 'mensajero'. El 'heraldo' que grita en el desierto:
'Preparad el camino del Señor'. Su eco atraviesa la historia y se oye en medio de la
asamblea, como si ella se invitara a sí misma, como si actualizáramos la escena y el
personaje.
La figura de Juan el Bautista aparece en este domingo como la señal de la
llegada de la salvación de Dios. Preparar el camino del Señor significa entrar en
comunión con él. Es hacer que nuestra vida y que nuestro mundo se aproximen a lo
que Jesús espera y quiere de nosotros, "allanad sus senderos... que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale" (evangelio). Juan llamaba a la conversión, al
arrepentimiento de los pecados, con vistas a la llegada del Reino de Dios:
"Convertíos, que se acerca el Reino de los cielos" (Mt 3,1). Esto quiere ser el
adviento, un retorno a Dios.
El adviento: un tiempo de conversión gozosa
El fundamento del gozo del Adviento, que nos anuncia el profeta Baruc, es que
el Señor viene y convierte a su Iglesia, nos convierte a todos, en heraldos de su
gloria ante el mundo; desde nosotros resplandecerá el Señor sobre la tierra, y esto
ha de ser nuestra infinita alegría. Así lo hemos cantado en el salmo responsorial:
“El 'Señor ha estado grade con nosotros y estamos alegres”. Se trata de la alegría
por la promesa de una espera segura, por la felicidad producida por Aquel que está
presente y que al mismo tiempo viene. Ya a partir de este domingo vamos a ir
creciendo en la alegría al sentir la llamada del precursor, sino también al
convertimos nosotros también en heraldos del Evangelio. En la segunda lectura el
apóstol Pablo se siente alegre porque la comunidad de Filipos continúa creciendo
"en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores" de cara al día del Señor.
La Palabra de Dios de este domingo nos hace una doble invitación: 'convertíos y
sed anunciadores de conversión'. La misión profética de Juan el Bautista reclama
nuestro papel profético en el mundo. La Iglesia está llamada a anunciar la
salvación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)