La Epifanía del Señor
Is 60,1-6; Sal 71,2. 7-8. 10-11. 12-13;
Ef 3,2-3a. 5-6; Mt 2,1-12
La búsqueda de Dios
La fiesta de hoy nos recuerda que la salvación de Dios que en Navidad
celebramos es para todos los pueblos, para la humanidad entera. Y celebrar esta
fiesta nos ayudar a cada uno, a cada una, a desear más y más esta salvación. La
oración colecta lo expresa bien: "diste a conocer en este día a todos los pueblos el
nacimiento de tu Hijo, concede a los que ya te conocemos por la fe, llegar a
contemplar, cara a cara, la hermosura de tu inmensa gloria".
El evangelio es el de los Magos, ¿qué podemos aprender de ellos hoy? Los
pueblos paganos buscan la luz y le rinden homenaje…No puede ser otro el objetivo
de nuestra fiesta, que dejar que el recién nacido ilumine nuestra vida…y rendirle
homenaje a Aquel que se siendo Dios-El Verbo- se hizo hombre. Jesucristo quiere
acercarse a todos los hombres y mujeres del mundo, sobre todo a los más pobres,
para que, libremente, puedan vivir iluminados por su luz.
Todos estos preparativos que han tenido con el novenario y la música, y los
cohetes…son un intento por reavivar su fe, por salir al encuentro de nuestro
Creador y Padre en su Hijo Nacido de la Madre de Dios.
La búsqueda de Dios se da en medio de luces y sombras… Dios se manifiesta,
actúa en la historia… (Eso significa epifanía); pero volvamos al ejemplo de los
Sabios, los Reyes: hay que levantarse, ponerse en camino, atender a los signos de
los tiempos, para descubrirlo ahí donde Él se nos quiere manifestar. "¿Dónde está
el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos
venido a adorarlo", preguntan los magos de Oriente cuando llegan a Jerusalén. No
sabemos de qué ciudad salieron estos hombres (que representan al mundo
pagano), cuándo vieron por primera vez la estrella, cuánto tiempo han caminado,
con qué obstáculos u oscuridad…
En los magos hay una fe que contrasta con la fe del pueblo elegido y sus jefes,
que conociendo la palabra, no supieron o no quisieron darse cuenta de la presencia
del Salvador…a pesar de que conocían las Escrituras: "Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti
saldrá un jefe, que será pastor de mi pueblo, Israel"; mientras la noticia da gozo,
como a los magos y pastores, otros se llenan de miedo, se paralizan y no son
capaces de interpretar la Escritura.
No es, a veces tan diferente nuestra actitud, cuántas veces nos da miedo,
dudamos de ser felices con Jesús, y puede ser que prefiramos permanecer en algún
vicio, dejar un momento nuestras ocupaciones…
Después de haber estado en la oscuridad del palacio del rey Herodes, un
hombre que es todo engaño e hipocresía, los magos vuelven a encontrarse con la
estrella que los guía hasta Belén. El camino quizá todavía sea largo, pero ellos no
desfallecen, siguen su búsqueda con alegría. Hasta que en un momento
determinado la estrella se detiene en una casa (en una especie de establo), y ahí
encuentran a Jesús, al Verbo encarnado, al Mesías. La alegría es inmensa. Dios ha
manifestado su grandeza en la pequeña ciudad de Belén, se ha encarnado en ese
niño recostado en el pesebre. Ahí está la luz que no se apaga, el rey del universo (a
quien se le ofrece el oro), el Hijo del hombre (a quien se le da mirra como a quien
habrá de morir), el mismo Dios (a quien se le inciensa).
He aquí cómo podemos recorrer nuestra camino para llegar a Jesús; sin miedo,
con perseverancia, con tenacidad; siempre pendientes de la estrella, de la fe que
nos lleva al pesebre, al Sagrario, a las Escrituras…
En la adoración de los Magos queda muy bien expresado, en palabras de S.
Pedro Crisólogo, el que todos los pueblos descubrirían al Salvador del mundo:
Hoy el Mago encuentra llorando en su cuna a aquel que, resplandeciente,
buscaba en las estrellas.
Hoy el Mago contempla claramente, entre pañales, a aquel que, encubierto,
buscaba pacientemente en los astros.
Hoy el Mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la
tierra, y la tierra en el cielo; el hombre en Dios, y Dios en el hombre; y a aquel que
no puede ser encerrado en todo el universo, lo descubre incluido en un cuerpo de
niño (Pedro Crisólogo S. 150)
Diariamente, también nosotros, por la intercesión de José y María, vayamos
Todos, que todos bendigamos al Salvador. Que como los magos, que "regresaron a
su tierra por otro camino"; nosotros emprendamos nuestro caminar por otro
camino, el camino de la conversión, de la vida nueva. Estos hombres, después de lo
acontecido en Belén, son otros; que esta fiesta también a nosotros nos convierta en
hombres y mujeres nuevos, que caminan hacia un cielo eterno.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)