Domingo de Ramos
Is 50,4-7; Sal 21,8-9. 17-18a. 19-20. 23-24;
Fil 2,6-11; Lc 22,14-23,56
Plenitud del hombre
“Trajeron el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sent
sobre él” ( Mc 11, 7).
Así empezó Cristo el camino que lo conducía a Jerusalén para celebrar las
Pascua, tras haber cruzado muchas calles, es más, todo el territorio de Palestina
con sus propios pies. Este es el único camino que recorrió montado en un pollino.
Así se cumplieron las palabras del profeta: “No temas, hija de Sin; mira que viene
tu rey montado en un pollino de asna” ( Jn 12, 15; cf. Zc. 9, 9).
Sólo él sabía a dónde lo iban a conducir los caminos de Galilea, Samaria y
Judea, que recorrería durante los aos de su vida… Sabe que “si el grano de trigo
no cae en tierra y muerte, queda solo” ( Jn 12, 24). Él es el grano que debe producir
fruto y que debe morir. Él es el que entra en Jerusalén para “perder la vida, para...
dar su vida como rescate por muchos” ( Mt 20, 28), para “entregarse a sí mismo”
(cf 1 Tm 2, 6).
E sta peregrinación permite que Cristo hable al hombre, al hombre de nuestro
tiempo; en particular. Vamos en peregrinación detrás de Cristo hasta la vida
eterna. ( Jn 6, 68).
Vamos en peregrinación detrás de Cristo para conocer la verdad sobre
nosotros mismos, la verdad sobre el hombre. Cristo «manifiesta plenamente el
hombre al propio hombre» ( Gaudium et spes, 22) y le revela su elevada vocación,
de manera que sin él, sin el Evangelio, sin el Domingo de Ramos y el misterio
pascual, el hombre no puede conocer plenamente la verdad sobre sí mismo.
¿Quién es el hombre? “La única criatura terrestre a la que Dios ha amado por
sí mismo” ( Gaudium et spes, 24). Por tanto, el hombre no puede «encontrar su
propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»
Cristo mismo ha manifestado esta verdad en plenitud. La ha manifestado
por medio de sí mismo. ¿Qué significa, en efecto, «llegar a ser don desinteresado
para los demás», sino «dar la vida, perder la vida»? ¿Acaso no es Cristo mismo el
que ha asegurado que cuando el hombre «se encuentra a sí mismo», entonces da
fruto y produce el ciento por uno»? (cf. Mt 13, 23; Lc 8, 8). Él no considera su
existencia como una «pasión inútil», sino que la llena con la certidumbre del sentido
último.
5. Mientras Jesús entraba en Jerusalén, escuchó estas palabras: «Maestro,
reprende a tus discípulos» (Le 19, 39). ¡Repréndelos! ¡Que se callen, que dejen de
cantar, que no hagan peregrinaciones! ¡También el mundo ha ido lejos en muchas
direcciones!
Jesús respondió: «Os digo que si éstos se callan, gritarán las piedras» ( Lc 19,
40).
Y así, después de dos mil años, los hombres siguen aclamando su venida al
mundo y su Evangelio de salvación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)