XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
NO PROMETAS… ¡¡HAZ!!
Por Javier Leoz
Se nota cuando, nuestras palabras son eso: buenos deseos. Y, por el contrario, a
veces los silencios hacen y dicen mucho. Hoy con el evangelio en la mano nos
damos cuenta de que nuestro “si” no siempre es sincero ni creíble. Muchas veces
está condicionado por el quedar bien con alguien o por algo, por salir airosos de
algunas situaciones o, simplemente, porque con un “si vacío” solucionamos una
situación puntual que, luego, se nos puede volver en contra. Es bueno pues aquella
máxima de: “promete lo que vayas a realizar y calla aquello que te deje en
evidencia”.
1.- Dios nos hace libres, y desde esa libertad, estamos llamados a cooperar con El.
Conoce de antemano los sentimientos más profundos de nuestros corazones. Sabe,
perfectamente, cuando nuestros labios emiten sonidos que en nada reflejan nuestro
pensamiento. Pero, Dios, ahí está: aguarda, espera, confía una y otra vez en el ser
humano. ¿Por qué? ¡Nos quiere libres y libremente desea que le amemos! ¿Se
puede querer a un padre por imperativo legal? ¿El amor es auténtico cuando se da
largas o cuando se demuestra?
2.- Las parábolas siempre nos enseñan el camino de la salvación. Hoy, al proclamar
la del evangelio, nos damos cuenta que como el hijo pequeño también nosotros
somos muy propensos a posponer lo importante y a llevar a cabo lo secundario.
-Cuántas familias dicen un “si” al Bautismo; se comprometen ante Dios y ante la
Iglesia a educar en cristiano a sus hijos; luego no van en esa dirección adecuada y
resulta ser un “no” olvidando cultivar la via de la fe.
-Cuántos matrimonios, delante del altar, prometen fidelidad en lo bueno y en lo
malo. Llegan las dificultades y el egoísmo o la presión del ambiente convierten todo
eso en un “no”. Dejan de cultivar la via del amor.
-En cuántos momentos, sumergidos en celebraciones musicalmente bellas y en
impresionantes templos, decimos amar a Dios sobre todo; nos comprometemos a
un cambio de vida…..pero salimos de las cuatro paredes del cenáculo festivo y,
nuestra vida cristiana, se diluye en medio del océano del mundo. Se diluye no como
sal…sino como algo insípido.
3.- ¿En cuál de los hijos nos vemos representados? ¿Somos hombres y mujeres de
palabra? ¿Llevamos a la práctica aquello que prometemos? ¿Nos quedamos en
“buenas palabras” o pasamos a los hechos? ¿Es Dios el norte y guía de nuestra
existencia? San Vicente de Paul, cuya fiesta vamos a celebrar en esta próxima
semana lleg a decir “el ruido no hace bien; el bien no hace ruido”.
No es bueno proclamar aquello que se quiere hacer sin llevarlo a cabo. Hay un
primer paso para obrar según la voluntad del Señor: hacer el bien implica no hacer
mal. Empecemos por ahí: no haciendo mal las cosas. No comprometiéndonos en
aquello que, tal vez, supera nuestra capacidad o nuestras fuerzas. No somos más
grandes cuando vamos pregonando lo que podemos construir (si luego se queda en
paja) o cuando presumimos de estar en todo, pero dejamos a medio camino
aquellas responsabilidades que se nos han encomendado.
4.- Demos gracias a Dios porque nos sigue llamando. Lo importante es ser
conscientes de que, ciertos caminos que elegimos, nos apartan de Él, de su amor,
de su presencia, de su viña y del sendero que nos conduce a la salvación, a la
felicidad o la gracia.
No nos conformemos con los “mínimos” de nuestra fe. Además de la misa
dominical, como cristianos, estamos llamados a trabajar un poco más nuestra
personal via. No podemos decir “si” al Seor y, luego, marcharnos por otros
derroteros totalmente distintos al Evangelio.
Digamos “si” a Jesús. Con todas las consecuencias. No olvidemos que, el
movimiento, se demuestra andando y que la fe cuando se trabaja…produce más fe.
5.- MI “SI” DE CADA DIA, SEÑOR
Que sea para Ti con las pequeñas cosas que te ofrezco
y no en aquellas que pienso pero nunca alcanzo
Que lo veas en el detalle que ofrezco
y no en el escaparate del mundo en el cual me pierdo
MI “SÍ” DE CADA DÍA, SEÑOR
Sea la verdad de mi vida,
y nunca la falsedad en la que me confundo
Sea pronunciado por el bien como respuesta
y no ahogado por el mal que me acompaña
MI “SI” DE CADA DIA, SEÑOR
Sea el llevar a feliz término:
cada promesa a mis prójimos
siendo rico llevando la paz conmigo
y ofreciéndola a los que caminan a mi lado
Desterrando el mal que me aparta de Ti
y aferrándome al bien que me habla de tu reinado
Siendo consciente de mis posibilidades
pero sin olvidar que, Tú, me las diste de balde
MI “SI” DE CADA DIA, SEÑOR
Sea darte lo poco o mucho de mi persona
La verdad de mi existencia
La sinceridad de mis palabras
La bondad de mi corazón
El deseo y la seguridad de que, ir por donde Tú me envías,
es el mejor camino para salvarme y ayudar a los demás.
¿Aceptas mi “si”, Seor?
Ayúdame a pronunciarlo, a que sea auténtico
y, nunca, me olvide de llevarlo a cabo.
Amén.