VIGILIA PASCUAL
Rm 6. 3-11; Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23; Lc 24,1-12
El bautismo nos compromete a ser testigos auténticos del amor de Dios
“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Sal
118, 22).
Esta Vigilia no sólo es el centro del año litúrgico, sino, de alguna manera, su
matriz. En efecto, a partir de ella se desarrolla toda la vida sacramental. Podría
decirse que está preparada abundantemente la mesa en torno a la cual la Iglesia
reúne esta noche a sus hijos.
Todos los bautizados están llamados en esta noche a vivir en la fe una
experiencia profunda de lo que poco antes hemos escuchado en la epístola: “Los
que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo
fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva” (Rm 6,3-4).
Ser cristianos significa participar personalmente en la muerte y resurrección
de Cristo. Esta participación se realiza de manera sacramental por el bautismo,
sobre el cual, como sólido fundamento, se edifica la existencia cristiana de cada uno
de nosotros. Y por esto el salmo responsorial nos ha exhortado a dar gracias: «Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia (...). La diestra
del Señor (...) es excelsa. No he de morir, viviré, para contar las hazañas del
Señor» (Sal 118 1–2. 16–17). En esta noche santa la Iglesia repite estas palabras
de acción de gracias, mientras confiesa la verdad sobre Cristo, que «padeció y fue
sepultado, y resucitó al tercer día» (cf. Credo).
“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Sal
118, 22). A la luz de la Resurrección de Cristo, ¡cómo destaca en plenitud esta
verdad que canta el salmista! Condenado a una muerte ignominiosa, el Hijo del
hombre, crucificado y resucitado, se ha convertido en la piedra angular para la vida
de la Iglesia y de cada cristiano.
“Es el Señor quien lo ha hecho; ha sido un milagro patente” (Sal 118, 23).
Esto sucedió en esta noche santa. Lo pudieron constatar las mujeres que “el
primer día de la semana (...) cuando aún estaba oscuro” (Jn 1), fueron al sepulcro
para ungir el cuerpo del Señor y encontraron la tumba vacía. Oyeron la voz del
ángel: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí: ha
resucitado” (Mt 28, 5-6).
Así se cumplieron las palabras proféticas del salmista: «La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular». Esta es nuestra fe. Ésta es
la fe de la Iglesia y nosotros nos gloriamos de profesarla en este tercer milenio,
porque la Pascua de Cristo es la esperanza del mundo, ayer, hoy y siempre.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)