Domingo de Resurrección
Hech 10,34a.37-43; Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23;
Col 3,1-4; Jn 20,1-9
Cristo es nuestra paz
Esta mañana podemos y debemos gritar al mundo: “Éste es el día en que
actuó el Señor”. Es un día nuevo: Cristo ha entrado en la historia humana como
camino y verdad, como vida y luz.
Es el misterio de la nueva creación, del que la liturgia nos ha dado
sorprendentes testimonios en estos días. Con su sacrificio en la cruz Cristo canceló
la condena de la antigua culpa, y reconcilió a los creyentes con el amor del Padre.
“¡Oh Feliz la culpa que mereció tal Redentor!”, cantábamos anoche en el pregón
pascual. Aceptando la muerte, Cristo venció a la muerte; con su muerte, destruyó
el pecado de Adán. Su victoria es el día de nuestra redención.
Este es el día en que actuó el Señor, es el día del asombro. Al alba del
primer día después del sábado, “María Magdalena a ver el sepulcro” (Mt 28, 1), y
fue las primera en encontrar la tumba vacía.
María Magdalena, Testigo privilegiado de la resurrección del Señor, dio esta
noticia a los Apóstoles, Pedro y Juan, que corrieron hasta el sepulcro, vieron y
creyeron.
Cristo los hizo sus discípulos; ahora se convierten en sus testigos.
Así se realiza su vocación: ser testigos del hecho más extraordinario de la
historia, la tumba vacía, y luego el encuentro con el Resucitado.
Éste es el día en que, como los discípulos, todo creyente es invitado a
proclamar la sorprendente novedad del Evangelio. Pero, ¿cómo hacer resonar este
mensaje de alegría y esperanza, cuando la tristeza y las lágrimas inundan tantas
regiones del mundo? ¿Cómo hablar de paz, cuando se obliga a huir a las
poblaciones, cuando se da caza a los hombres y se incendian sus viviendas; cuando
el cielo se estremece con el estruendo de la guerra, cuando resuena sobre las casas
el silbido de los proyectiles y el fuego destructor de las bombas devora las ciudades
y las aldeas? ¡Basta con la sangre del hombre, derramada cruelmente! ¿Cuándo se
quebrará la espiral diabólica de las venganzas y de los absurdos conflictos
fraticidas?
Ante los signos persistentes de la guerra, ante tantas y tan dolorosas
derrotas de la vida, Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, exhorta a no
claudicar. ¡La paz es posible, la paz es apremiante, la paz es responsabilidad
primordial de todos!
Que el respeto por cada hombre y la solidaridad fraterna entre nuestras
familias y los pueblos derroten, con la ayuda de Dios, la cultura del odio, de la
violencia y de la muerte.
En este día la Iglesia exhorta a la alegría en todo el orbe: “Ha llegado hoy el
gozoso día, esperado por todos nosotros. ¡En este día Cristo ha resucitado, Aleluya,
Aleluya!” (Canto polaco del siglo XVII). “Éste es el día en que actuó el Señor: sea
nuestra alegría y nuestro gozo”. Sí, hoy es día de gran gozo.
Contigo, Madre del Resucitado, toda la Iglesia da gracias a Dios por la
maravilla de una vida nueva que la Pascua ofrece cada año a esta parroquia y al
mundo entero.
Cristo es la vida nueva, es nuestra vida ¡Él ha Resucitado!, ¡esta vivo, está
entre nosotros, es el Señor!
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)