Domingo Segundo de Pascua, Ciclo C
Hech 5,12-16; Sal 117,2-4. 22-24. 25-27ª;
Ap 1,9-11a. 12-13. 17-19; Jn 20,19-31
El domingo
Nos encontramos hoy con dos escenas y la conclusión del evangelio de Juan.
Primera escena, Jesús se aparece a los discípulos cuando Tomás no estaba; en la
segunda, Jesús se manifiesta a los discípulos, en particular a Tomás. Y la conclusión
(20. 30-31) muestra la finalidad por la que san Juan escribió su Evangelio: para
que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan
vida en su nombre.
Ambas escenas transcurren en domingo, con una diferencia de una semana.
Eso indica que los discípulos, entonces como hoy, se reunían cada domingo. El
domingo llega a ser el marco del encuentro con el Señor resucitado. Desde
entonces los cristianos nos reunimos los domingos en la fe, en la persona del
resucitado.
El Resucitado es el Crucificado, que siempre se pone en medio de los suyos
para darnos la paz, la luz, el amor y la salvación…
La Eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo; es la
fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia y de toda su misión. (SC 10; PO 5), es la
«acción de gracias» a Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, en la que Cristo,
a la vez sacerdote, víctima y altar, se entrega para la Vida del mundo. La Eucaristía
es un inmenso don... Por tanto, hagamos todo lo posible para participar activa y
dignamente en ella, al menos los domingos y días festivos.
Nuestra pertenencia a la Iglesia se manifiesta en la participación en la
Eucaristía cada domingo. Cristo nos brinda el don de su cuerpo y su sangre para
hacer de nosotros un solo cuerpo y un solo espíritu en él, y para llevarnos a una
comunión más profunda con él y con todos los miembros de su Cuerpo, que es la
Iglesia. La celebración dominical es un auténtico encuentro con Jesús en la
comunidad de sus seguidores. (Discurso durante el encuentro con los jóvenes en
San Luis, Estados Unidos, 26-1-1999)
Por eso, desde los primeros tiempos los cristianos dieron tanta importancia a
la reunión para escuchar a los apóstoles, participar en la fracción del pan, orar
juntos y vivir la comunión (He 2,42). Y particularmente en el Domingo, el día de la
Resurrección del Señor, el día de la Iglesia y de los hermanos, el día del descanso y
de la libertad. Por es el Papa Juan Pablo II nos exhorta a vivir con gozo el Día del
Señor participando en la Misa dominical, que es un momento de compartir y
alegrarse juntos, de descansar y recobrar fuerzas, tiempo imprescindible para todo
caminante. (Mensaje de la Conferencia Episcopal española con motivo del Consejo
Eucarístico Nacional 29-V-1999)
Apreciemos y agradezcamos el don de la eucaristía reuniéndonos todos los
domingos en el nombre del Señor, para alimentarse en la mesa de la Palabra y del
Pan de vida; para llamarnos cristianos hemos de cumplir el mandato de Jesús:
“Haced esto en memoria mía”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)