Domingo Tercero de Pascua, Ciclo C
Hech 5,27b-32. 40b-41; Sal 28, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12ª. 13b;
Ap 5,11-14; Jn 21,1-19
¿Me amas?
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Es la primera pregunta que
le hace Jesús a Pedro cuando se apareció a sus discípulos junto al lago de
Tiberíades. A pesar de las debilidades, tropiezos e infidelidades de Pedro, sorprende
la fineza con que Jesús se acerca a éste. Sabemos que Pedro se atrevió a reprochar
públicamente a Jesús cuando este empezó explicar su proyecto; que hizo alarde de
ser distinto y mejor; que no fue capaz de velar ni una hora cuando Jesús sudaba
sangre en el huerto de Getsemaní; que negó conocer a Jesús y ser uno de sus
discípulos. Sin embargo, Jesús no hace alusión ni interroga a Pedro sobre ninguno
de estos hechos o actitudes. Lo interroga sobre el amor: “Simón, hijo de Juan, ¿me
amas?”. Con esto, Jesús no quiere otra cosa que poner en movimiento las fuerzas
más profundas de Pedro, ese entusiasmo que lo había impulsado a seguirlo
inmediatamente, ese amor que había manifestado en muchas ocasiones.
Jesús no le pregunta a Pedro sobre sus cualidades, si sabe organizar, si será
capaz de salir de situaciones difíciles. Su pregunta tiene que ver con el amor, por
eso pregunta por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Alas tres
preguntas sobre el amor, Pedro responde: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Y
con esto, Pedro sabe que su valía no radica en una conquista orgullosa de la propia
fidelidad, sino en que se ha dejado amar por Jesús y quiere responder a este amor.
Una vez que Pedro contesta afirmativamente a la pregunta, Jesús le dice:
“Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas...”. Al hablar de corderos y ovejas
podemos pensar en la Iglesia, en los fieles, en todos los hombres y mujeres que
ama el Señor. Con estas palabras, Jesús no hace otra cosa que confiar a Pedro la
misión de alentar, fortalecer y animar a los hermanos. De un u otro modo Jesús le
dice a Pedro: Tú que has experimentado lo que es el amor y la misericordia, tú que
dices que me amas, no dejes de ver por mis pequeños y comunicar a estos el amor
de Dios.
¿Cómo respondo yo a la pregunta sobre el amor? ¿Cómo experimento hoy
que Dios me ama?
En vez del "Pedro" pongamos nuestro propio nombre, sintamos que Jesús
nos pregunta como a Pedro y, si la respuesta es afirmativa o, al menos, quisiera
serlo, ya sabemos lo que tenemos que hacer: apacentar sus ovejas; sí, las tuyas,
porque da la casualidad de que son las mismas que las de Cristo.
Y apacentar sus ovejas es:
cuidar y defender con todas sus fuerzas la vida de ese corderito que
está por nacer...
velar especialmente por aquellos miembros de la familia que se
encuentran enfermos o viven lejos del rebaño... medio abandonados
por nosotros...
buscar la forma de ayudar a aquella oveja descarriada que conocemos,
y orar por ella...
mirar por el bienestar material y espiritual de todos aquellos que se
encuentran a nuestro servicio o bajo nuestras órdenes...
educar cristianamente, con la palabra y el ejemplo, a esas ovejitas que
Dios ha puesto bajo nuestra responsabilidad en el hogar...
brindar toda la comprensión y ayuda posible a la oveja negra de la
familia.
Amar a Cristo es apacentar sus ovejas; sí, las que a cada uno nos ha
confiado… Jesús nos dice, ¿me amas?
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)