Domingo Cuarto de Pascua, Ciclo C
Hech 13,14. 43-52; Sal 99, 2. 3. 5;
Ap 7,9. 14b-17; Jn 10,27-30
El buen Pastor
“Yo soy el buen pastor, (...) conozco a mis ovejas y las mías me conocen”…
Este domingo, llamado tradicionalmente del «buen pastor»… Jesús se aplica
a si mismo esta imagen (cf. Jn 10, 6). Cristo es el buen pastor que, muriendo en la
cruz, da la vida por sus ovejas. Se estable así una profunda comunión entre el
buen Pastor y su grey. Jesús, escribe el evangelista, «a sus ovejas las llama una
por una y las saca fuera. (...) Y las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (Jn
10, 3-4). Una costumbre consolidada, un conocimiento real y una pertenencia
recíproca unen al pastor y sus ovejas: él las cuida, y ellas confían en él y lo siguen
fielmente.
Por eso, qué consoladoras son las palabras del Salmo responsorial, que
acabamos de repetir: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 22, 1) .
El IV domingo de Pascua, juntamente con la figura del Buen Pastor, recuerda
también a quienes son elegidos y enviados a prolongar, en el tiempo y en el
espacio, la misión (obispos y sacerdotes), y remite, además, al problema de las
vocaciones eclesiásticas, motivo de tantas esperanzas y preocupaciones de la
Iglesia. Teniendo presente que –como afirma el Concilio– «el deber de promover
las vocaciones sacerdotales compete a toda la comunidad cristiana» (Optatam
totius, 2), y considerando la urgencia y gravedad de dicho problema, surge
espontánea la idea de unir el domingo del Buen Pastor con la necesidad de recurrir
a la oración ferviente y confiada al Señor.
Celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones. La misión de
Cristo se prolonga a lo largo de la historia a través de la obra de los pastores, a
quienes encomienda el cuidado de su grey. Como hizo con los primeros discípulos,
Jesús sigue eligiendo nuevos colaboradores que cuiden de su grey mediante el
ministerio de la palabra, de los sacramentos y el servicio de la caridad. La llamada
al sacerdocio es un gran don y un gran misterio. Ante todo, don de la benevolencia
divina, puesto que es fruto de la gracia. Y también misterio, dado que la vocación
está relacionada con las profundidades de la conciencia y de la libertad humana.
Con ella , empieza un diálogo de amor que, día a día, forja la personalidad del
sacerdote mediante un camino de formación que comienza en la familia, prosigue
en el seminario y dura toda la vida. Sólo gracias a este ininterrumpido itinerario
ascético pastoral el sacerdote puede convertirse en icono vivo de Jesús, buen
pastor, que se entrega a sí mismo por la grey confiada a su cuidado.
Oremos para que los pastores sean fieles a su misión, renueven todos los
días su «sí» a Cristo y sean signo de su amor a toda persona. Pidamos también al
Señor, en esta Jornada mundial de oración por las vocaciones, que suscite almas
generosas, dispuestas a ponerse totalmente al servicio del reino de Dios.
María, Madre de Cristo y de la Iglesia, te encomendamos a nuestros
pastores. Tú, Madre de Cristo y de los sacerdotes, acompáñalos en su ministerio y
en su vida.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)