Domingo Sexto de Pascua, Ciclo C
Hech 15,1-2. 22-29; Sal 66,2-3. 5. 6 y 8;
Ap 21,10-14. 22-23; Jn 14,23-29
Ven, Espíritu Santo
“El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien se lo
enseñe todo y los vaya recordando todo lo que les he dicho”. Esta es la promesa de
Jesús.
Una importante actitud ante el tiempo de Pentecostés, que se acerca, ha de
ser el de desearlo, esperarlo en oración anhelante, invocarlo y dejarnos penetrar,
reanimar y conducir por El. Podemos buscar oraciones que nos hagan desearlo,
podemos orar así:
Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestra lucha por la vida termina sembrando
muerte, nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e
insatisfecho.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestro “progreso” no nos conduce hacia una vida
más digna, noble y gozosa. Sin Ti, no habrá nunca un “pueblo unido” sino un
pueblo constantemente vencido por divisiones, rupturas y enfrentamientos.
Sin Ti, seguiremos dividiendo y separándolo todo: Norte y Sur, bloque
occidental y oriental, primer mundo y tercer mundo, izquierdas y derechas,
creyentes y ateos, hombres y mujeres.
Recuérdanos que todos venimos de las entrañas de un mismo Padre y todos
estamos llamados a la comunión gozosa y feliz en El.
Renueva nuestro amor al mundo y a las cosas. Enséñanos a cuidar esta
tierra que nos has regalado como casa común entrañable donde pueda crecer la
familia humana. Sin Ti, nos la seguiremos disputando agresivamente, buscaremos
cada uno nuestra «propiedad privada» y la iremos haciendo cada vez más inhóspita
e inhabitable.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a entendernos aunque hablemos lenguajes
diferentes. Si tu Ley interior de Amor no nos habita, seguiremos la escalada de la
violencia absurda y sin salida.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer. Sin tu aliento, nuestra fe se
convierte en ideología de derechas o de izquierdas, nuestra religión en triste
«seguro de vida eterna». Recuérdanos todo lo que nos ha dicho Jesús. Condúcenos
al evangelio.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a orar. Sin tu calor y tu fuerza, nuestra
liturgia se pierde en rutina, nuestro culto en rito legalista, nuestra plegaria en
palabrería.
Ven a mantener dentro de la Iglesia el esfuerzo de conversión. Sin tu
impulso, toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Ven a alegrar nuestro mundo tan sombrío. Ayúdanos a imaginar lo mejor y
más humano. Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio y solidario. Enséñanos a
pensar lo todavía no pensado y construir lo todavía no trabajado.
Entra hasta el fondo de nuestras almas. Mira el vacío del hombre si Tú le
faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando Tú no envías tu aliento.
Ven Señor y dador de vida. Pon en los hombres gozo, fuerza y consuelo, en
sus grandes y pequeñas decisiones, en sus miedos, luchas, esperanzas y temores.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer en Ti como ternura y proximidad
personal de Dios a los hombres, como fuerza y poder de gracia que puede
conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra vida.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)