Décimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
2 Sam 12, 7-10.13; sal 31; Gal 12, 16.19-21; Lc 7: 36-8, 3
El pasaje del Evangelio de hoy nos narra la unción de Cristo, llevado a cabo por una
pecadora, y la parábola de los deudores. En cuanto a la pecadora, ante las
críticas…, Jesús justifica a esta mujer y la unción costosa que ésta llevó a cabo. Lo
que se pretende resaltar el perdón de los pecados efectuados por Cristo. En efecto,
él no vino a condenar, sino a salvador, y dar la vida por todos para que todos
tengamos vida en su nombre.
Pero para hacer nuestro el perdón de Jesús, es necesario tener un arrepentimiento
como el de David, profundo y sincero. En realidad, dios no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva.
Aprendemos que el perdón del pecado se realiza en una relación personal entre el
pecador y Dios. Aquí se revela el dios del amor, que sustituye el corazón del
pecador por un corazón nuevo, en total sintonía con Él.
Pero también, para el perdón de los pecados, se requiere del amor del pecador.
Dios perdona al que ama, y se ama porque se ha obtenido el perdón. A la mujer
pecadora se le perdonó mucho porque amó mucho, el perdón es causa del amor: al
que mucho ama, se le perdona mucho; al que ama poco, poco se le perdona, como
a Simón…
Esta mujer del Evangelio amó por que creyó, creyó que podía ser perdonada, y
consiguió ser perdonada.
Con cada uno de nosotros Jesús quiere encontrarse, porque a cada uno Él quiere
dirigir este mensaje: “tu fe te ha salvado”. Si creemos porque amamos y si
amamos porque creemos, seremos perdonados y amados por Jesús, seremos
salvados.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)