Décimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Is 66, 10-14ª; Sal 65,1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20;
Gal 6, 14-18; Lc 10, 1-12. 17-20
San Lucas dice que Jesús escogió otros setenta y dos, además de los apóstoles, y
los envió a evangelizar. Está claro que Jesús no se contentaba con que escucharan
e hiciesen reuniones y dedicaron un cierto tiempo a la oración, sino que quiere que
practiquen y se vayan responsabilizando de su misión. No hemos destacado
convenientemente este aspecto que, por otra parte, está muy claro en el Evangelio.
La tarea primordial de Jesús y de los suyos es evangelizar. Es lo primero para que
el Reino de Dios se conozca y se extienda. Así lo hace Jesús y así lo enseña y exige
a los suyos. Y una vez que suba al cielo y venga el Espíritu Santo a la Iglesia, ésta
va a ser la tarea primera de los apóstoles y de la iglesia. Esto era lo que les había
inculcado el Maestro y para ello los había entrenado. La fe misma exige una misión.
Por tanto, no basta el culto y la oración, es necesaria la misión.
La evangelización es hoy, también, la tarea primera y primordial de los cristianos.
Así nos lo recuerdan los documentos de los papas y de los últimos sínodos. La
necesidad, por otra parte, es bien patente. Sin tener que pensar en países lejanos y
de misiones. Porque es bien claro que en nuestras comunidades, son como niños en
la fe…: casi todos bautizados, pero muy pocos evangelizados. Muchos de nosotros
necesitamos una segunda, una nueva evangelización. Porque la primera fue infantil,
como de primera comunión, y porque los tiempos que vivimos necesitan una
verdadera confirmación en la fe. Además de que la verdadera evangelización es un
proceso continuo y dinámica y en etapas.
Una fe meramente cultual y demasiado cultural, no es una auténtica fe cristiana.
Muchos de los bautizados, muchas de nuestras comunidades cristianas se han
refugiados en una fe así.
Los cristianos más conscientes y las comunidades más vivas se han dado
perfectamente cuenta de esto y están actuando en consecuencia, gastando sus
mejores energías en la evangelización.
Necesitamos aprovechar toda ocasión para evangelizar: misiones evangelizadoras,
la catequesis de niños, la recepción de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía o
la lectura en familia de la Biblia.
Nuestra realidad contrasta con la actitud de Jesús, que prontamente envía a
predicar el reino de Dios a sus discípulos y la de muchos sacerdotes y cristianos,
que no nos esforzamos por abandonar nuestra pasividad.
Quizá sean demasiadas reuniones y reuniones, misas y misas, pero poca
evangelización y catequesis, en todos y para todos. De dos en dos, en grupo, o
como sea, hay que lanzarse a extender el Reino de Dios, a evangelizar.
Jesús dice lo que tenemos que decir o predicar: “está cerca de ustedes el Reino de
Dios”. El Reino de Dios es para aquí, para ahora y para nosotros. Ya ha empezado.
Hay que dar respuesta. Nos interpela. El Reino de Dios es paz y buena noticia. Eso
quiere decir Evangelio, y por ahí empieza Jesús su predicación. El hombre necesita
una palabra de ayuda, de esperanza, de salvación, y esto es siempre, y en última
instancia, el mensaje de Dios. Ese Reino de Dios de forma muy especial es acogida,
perdón, amor y fraternidad, auténtica comunidad. Y, por supuesto, una sociedad en
que haya justicia para los pobres y no pueda existir la explotación del hombre por
el hombre. “Un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de
la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz” (Prefacio de Cristo
Rey).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)