Décimo sexto Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Gn 18, 01-10ª; Sal 14,2-3ab. 3cd-4ab. 5;
Col 01, 24-28; Lc 10. 38-42
Marta y María
Cuando un amigo llega a nuestra casa no es nada raro que nos desbordemos
en atenciones para que el invitado se sienta a gusto. Marta, la hermana de Lázaro y
María, se desvive por atender a Jesús. Pero mientras Marta se afana en los
quehaceres, María permanece sentada a los pies de Jesús escuchando su palabra.
Podemos pensar en la mirada de reproche de Marta a su hermana o adivinar un
gesto con el que le da a entender a María que se levante y se ponga a trabajar
como ella. Sin embargo, Marta no cruza palabra con su hermana María, se dirige a
Jesús y le dice: "Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado
sola con todo el quehacer? Dile que me ayude". La respuesta de Jesús es muy
clara: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una
sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.
Descubrimos en este evangelio dos actitudes diferentes ante la visita de
Jesús: una, es la de quien cree saber qué es lo que le agrada al huésped y no hace
otra cosa que afanarse por halagarlo; la otra, no es una actitud del que sabe sino
del que quiere aprender, que está atento a la escucha del invitado. Jesús elogia la
actitud de María, incluso dice que ella “escogi la mejor parte”. Pero esto no quiere
decir que Jesús desprecie o no valore el trabajo de Marta. Las palabras de Jesús a
Marta están llenas de ternura: “Marta, Marta...” Con estas palabras Jesús invita a
Marta a no dejarse llevar por el activismo, a no preocuparse demasiado por cosas
secundarias; y, a ejemplo de María, darse tiempo para el silencio, la contemplación,
la escucha atenta de la Palabra de Jesús. Las actitudes de las dos hermanas, Marta
y María, son para nosotros dos tipos de actitudes complementarias de cara a Dios y
a su el Reino en nuestra vida ordinaria: Marta representa el servicio, el trabajo, la
acción... María, la escucha de la Palabra de Dios, la reflexión, la oración... O como
decía san Benito: “ora et labora”, ora y trabaja; Dios es primero y todo lo demás se
te dará por aadidura…En otros palabras, dar a Dios y a la salvacin el primer
lugar- oración y escucha de la Palabra de Dios- y desde Él, desde el encuentro con
Dios, realizar nuestros trabajos diarios. Trabajar para Dios en la familia y para la
familia, sin olvidarse de Dios, de los bienes que duran para la vida eterna.
Que la Virgen de la Soledad nos enseñe a vivir el Evangelio en medio de la
vida diaria, que nos enseñe a orar y trabajar, que sepamos juntar el trabajo y la
vida en Dios- oración y escucha de la Palabra de Dios; que nos haga hombres y
mujeres de oración en la acción, a semejanza de Cristo, que trabajaba fuerte
durante el día y luego dedicaba largas horas de la noche a la oración.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)