Décimo séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Gn 18, 20-32; Sal 137,1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8;
Col 02, 12-14; Lc 11, 1-13
La oración del Padre nuestro
En el camino de subida de Jesús a Jerusalén, el domingo pasado, con la
escena de las hermanas Marta y María, Lucas subrayaba la escucha de la Palabra
como actitud del creyente. Hoy nos habla de la oración. Tema que va preparado por
la 1ª. lectura, con la figura de Abraham. Lucas es el evangelista que más veces
presenta a Jesús como modelo de oración. Y de su ejemplo deriva que también
nosotros, sus seguidores, tenemos que dar importancia a la oración en la vida
cristiana… Precisamente le pidieron que les enseñara a orar porque lo vieron a él
orando.
Orar significa abrirse a Dios. La oración es algo más que recitar unas
fórmulas o poner en marcha un mecanismo "comercial" para obtener favores de
Dios. Es, sobre todo, una convicción íntima de que él es nuestro Padre y que quiere
nuestro bien más que nosotros mismos.
La oración del cristiano es, ante todo, de alabanza y glorificación de Dios,
como hacemos tantas veces en la Eucaristía. Pero también es legítima la oración de
petición.
En su camino hacia Jerusalén, Jesús enseña cuál ha de ser la actitud del
discípulo hacia Dios Padre. Jesús educa como amigo y con el testimonio. Jesús ora
(11, 1) y con su testimonio suscita la pregunta sobre la relación personal con Dios.
La oración dominical es la más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo
pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en
que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino
que también forma toda nuestra afectividad (santo Tomás de A., s. th. 2-2, 83, 9).
La oración dominical es la oración por excelencia de la Iglesia. Forma parte
integrante de las principales Horas del Oficio divino y de la celebración de los
sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. Inserta
en la eucaristía, manifiesta el carácter “escatolgico” de sus peticiones, en la
esperanza del Seor, “hasta que venga” (I Co 11, 26).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)