Domingo trigésimo primero del Tiempo OPrdinario, Ciclo C
Sab 11,23-12,2; Sal 144,1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14;
2 Tes 1,11-2,2; Lc 19,1-10
El amor misericordioso de nuestro Padre
Hoy, Dios en su divina Palabra, nos invita a contemplar su poder y su amor
misericordioso. Dios es amor, es el Padre de todo y de todos: su misericordia y su
amor son inmensos, sin excepción de personas, también ama a los pecadores.
Todos necesitamos que se nos recuerde muchas veces que el Señor es clemente y
misericordioso, que Él nos ama…
En la Primera lectura, el Libro de la Sabiduría, nos presenta la bondad y el
cuidado amoroso de Dios sobre toda la creación y especialmente por el hombre:
¿cómo subsistirían las cosas si Tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su
existencia, si Tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son
tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por
eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado,
para que se conviertan y crean en Ti, Señor. Dios Padre, que se compadece de
todos, que ama a todos y a todo, no odia a nadie, perdona, es amigo de la vida, y
cuando hace falta, corrige y reprende, pero siempre dispuesto a perdonar...
En el Salmo escuchamos otra de las mejores “definiciones” de Dios del AT:
"el Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para
perdonar... fiel a sus palabras y lleno de bondad en sus acciones...".
Jesús es la plena revelación del Padre, quien ve a Jesús ve al padre: en el
Evangelio de hoy nos ratifica la enseñanza del AT; en efecto, Jesús nos dice que su
Padre es compasivo y misericordioso: no condena a Zaqueo sino que le da la
salvación.
¡Qué hermoso sería que en cada uno de nosotros se despertarán los deseos
de Zaqueo!: él quería conocer a Jesús, que para esto nos ha hechos Dios: para
conocerlo y amarlo. Sin duda que como Zaqueo también tendremos dificultades
para acercarnos a Jesús; él tenía dos limitaciones bajo de estatura y la gente se lo
impedía; pero venció todos los obstáculos. A nosotros, ¿que nos impide conocer a
Jesús?... De nuestra respuesta y actitud ante Jesús depende el que también como
Zaqueo podamos escuchar en nuestro interior de parte de Jesús: “Hoy tengo que
hospedarme en tu casa”. “Hoy ha llegado la salvacin a esta casa”.
Que sepamos imitar a Zaqueo en su conversión, que no nos pase como se
dice de Juan, que estaba lavando su automóvil en la acera, frente a su propia casa.
Pasó por allí, como de costumbre, el señor Cura; se detuvo, y felicitó a Juan: -¡Qué
bonito se ve tu automóvil! tiene sus años, pero lo veo siempre limpio y brillante. ¡Si
supiera usted, señor Cura -comentó Juan- cuánto tiempo y trabajo me cuesta! por
lo menos una hora diaria.
El señor Cura se puso serio, y dijo: -Y para tener limpia y brillante tu alma, Juan
¿cuánto tiempo gastas diariamente? Juan no contestó, pues él casi nunca frecuenta
el templo. Entonces el señor Cura concluyó: -Juan, francamente yo no quisiera ser
tu alma, sino... tu automóvil...
Pregunta Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, y perder el
alma?” (Mt 16,26; Lc 10,38 ss; 16,19ss)
Alcanzar la salvación lo es todo para nosotros, hagamos más inversión en
nuestra salvación, es el gran negocio, no podemos dejar que se nos escapen las
oportunidades para encontrarnos con Jesús…Lo que podamos hacer hoy no lo
dejemos para maana…
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)